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Gloria y yo estábamos inclinados sobre la pantalla de su cámara de fotos, tan juntos que su cabellera rubia me rozaba la mejilla mientras mirábamos las fotos de la rueda de reconocimiento. Estábamos sentados sobre unas banquetas bebiendo, una cerveza ella y un refresco yo, de unos vasos bien fríos.

Veronica nos encontró en esa postura cuando entró en Hopes y me abrazó el cuello por detrás como reclamando su pieza. Le regaló una sonrisa de satisfacción a Gloria, quien le devolvió el gesto. Me las imaginé en una pelea de barro. El camarero le trajo a Veronica un chardonnay sin que se lo hubiera pedido y los dos nos llevamos los vasos a una mesa desde la que se podía ver la televisión que había encima de la barra. Gloria titubeó desde su sitio, insegura sobre si debía unirse a nosotros o no. Cuando vio la mirada de Veronica, se le aclararon todas las dudas.

El tema de entrada de las noticias del Canal 10 fue el preludio de la broma cargada de tópicos que solía hacer Logan Bedford en el telediario de las seis: «¡Nuestra pesadilla local ha terminado! Nuestros valientes policías han arrestado a un individuo acusado de provocar los incendios de Mount Hope que han estado aterrorizando a nuestra amada ciudad. Esperen a escuchar cómo ha sucedido todo. ¡Se quedarán impresionados!»

«¿Quién demonios le escribe esa basura?», pensé.

Ernie DiGregorio hizo girar una pelota de baloncesto sobre su dedo índice y nos invitó a unirnos a la fiesta en Foxwoods. Cadillac Frank montó un espectáculo chutando pelotas con sus Ferragamo y anunció «una oferta imposible de rechazar de un Cadillac Seville de segunda mano». Tras estos anuncios, Logan volvió con datos sobre la conferencia de prensa en el cuartel general de la Policía.

Fueron todo palmaditas en el hombro y reconocimientos mutuos entre el inspector jefe, el alcalde y Polecki, mientras se turnaban para felicitarse los unos a los otros. El alcalde acaparó la cámara la mayoría del tiempo para explicar que la resolución del caso se había debido a la diligencia profesional de Polecki, a la vez que restaba importancia al papel que habían jugado Zerilli y sus DiMaggios. Polecki introdujo una nota de cautela al decir: «La investigación todavía sigue en curso», pero por la cara de satisfacción y la actitud festiva que mostraban estaba claro que pensaban que Wu Chiang era el pirómano.

Cuando terminó la comparecencia todo el bar comenzó a aplaudir. Tres policías y media docena de bomberos, que estaban sentados en mesas diferentes al fondo del bar, se levantaron y entonaron un brindis.

Después dejaron de lado esa hostilidad mutua latente que existía entre los dos departamentos y se abrazaron, olvidando por un instante los moratones y labios partidos que se hicieron en la pelea del último partido de softball del mes de agosto anterior.