Un día de otoño en 1994 recibí una nota de un lector en la que elogiaba un «pequeño cuento» que yo había escrito. De hecho, decía la nota, ese cuento podría servir de guión para una novela. ¿Había considerado esa posibilidad?
El autor de la nota era Evan Hunter, el mismo que había escrito las fabulosas novelas policíacas del Distrito 87 bajo el seudónimo de Ed McBain.
Plastifiqué la nota, la pegué al ordenador y comencé a escribir.
Llevaba escritas veinte mil palabras cuando mi vida personal y profesional se vinieron abajo. Pasaron los años. Cada vez que compraba un nuevo ordenador volvía a pegar la nota de Hunter, pero mi ajetreada vida no me dejaba margen para la literatura.
Hace un par de años conocí a Otto Penzler, el número uno de los editores de novela policíaca de la ciudad de Nueva York, y le mencioné de casualidad aquella antigua nota de Hunter.
—Evan nunca hablaba bien de lo que escribían los demás —comentó Penzler—, ¿de verdad te escribió esa nota?
—Sí que lo hizo —contesté—, todavía la guardo.
—Entonces tienes que acabar de escribir esa novela —me dijo.
Y así, por fin, la acabé. Te la dedico a ti, Evan. Ojalá todavía estuvieras con nosotros para poder leerla.