Objeciones que puede levantar la autenticidad. La vivencia, la experiencia, la autenticidad no son más que nuevas formas y expresiones de la mentalidad positivista, experimental, empírica. La primacía de lo concreto (de la peor calidad); la superstición de las «comprobaciones» experimentales; ninguna afirmación sobre el mundo es válida si no se fundamenta sobre «experiencias», es decir, sobre «pruebas» y «documentos». La tiranía de los documentos y de las comprobaciones experimentales es una secuela de la mentalidad positivista del siglo XIX, cuando incluso el problema (exclusivamente metafísico) de la supervivencia post mortem del alma se discutía sobre la base de documentos (espiritismo, ciencias metapsíquicas). La autenticidad es un retroceso al empirismo; actitud antiplatónica.
Respuestas que podemos alegar contra estas objeciones. La autenticidad siempre aspira a expresar lo concreto; es, pues, una técnica de lo real, una reacción contra los esquemas abstractos (románticos o positivistas), contra los automatismos psicológicos. La autenticidad es solamente un momento del gran proyecto por recuperar lo concreto que caracteriza la vida cultural del último cuarto de siglo (el éxito de la fenomenología, Proust, el neohipocratismo en la medicina, el valor concedido a la experiencia irracional en la investigación de las religiones, el interés por la etnografía y el folklore). La autenticidad se escapa a la mentalidad del siglo XIX, porque no confunde lo real con lo palpable. Otorga cierto valor a los documentos, a las experiencias, solamente porque éstos participan en lo real; evita, de esta forma, los automatismos, los esquemas formales, las ilusiones. Lejos de mostrar una actitud antimetafísica, la autenticidad expresa una enorme sed ontológica de conocimiento de lo real.