Melancolía

¡La melancolía de haber perdido tus correspondencias «cósmicas»! ¡Acuérdate de que hubo un tiempo en el que a cada momento de la vida del hombre le correspondía, le «respondía», un acontecimiento cósmico! Antes, el hombre bailaba en los solsticios, encendía fuegos en la noche de san Juan, hacía bodas en ciertas noches, se entristecía y se alegraba con la vida de la luna. ¡Qué perfecta armonía con los ritmos cósmicos, qué milagrosa correspondencia entre el baile del hombre y la trayectoria de los planetas! Cualquier cosa que el hombre hacía, tenía otro «peso», encontraba eco en otros niveles. Aunque pequeño y vulnerable, como siempre lo ha sido, el hombre era sin embargo un ojo en el que se reflejaban los espacios siderales, un corazón en el que la sangre latía con el mismo ritmo que el del universo…

¡La melancolía que despierta esta libertad moderna del hombre, que puede bailar, celebrar o velar cuando quiere y como quiere! La desesperación que produce este aislamiento anárquico en un cosmos viviente. Eres tú mismo, solamente tú mismo, libre para perderte, para abandonarte a merced de cualquier combustión interior, como si estuvieras encarcelado en una jaula de hierro, aislado del resto del mundo. Sientes que por encima de ti pasan cosas inimaginables, en lo invisible, y que todas estas cosas ya no «encuentran una respuesta» en ti. Aquella milagrosa red que te ataba al resto del universo se ha roto hace mucho tiempo. Hay noches en que la conciencia de esta ruptura te desespera. Y otras veces permanece solamente su melancolía.