El hecho

Todos estamos de acuerdo en que el conocimiento humano busca el hecho y no los hechos. Podemos tener delante mil plantas sin llegar a entender por eso el «hecho» esencial de la vida vegetal. Podemos leer mil documentos sobre la Revolución francesa sin acercarnos por eso ni un solo paso a este «hecho» sin precedentes en la historia europea.

Pero ¿cómo elegimos, de los millones de hechos que nos rodean, aquellos pocos hechos que son esenciales? ¿Cómo llegamos a obtener un hecho a partir de una multitud de documentos, para después transformarlo en un acto de conocimiento? Y podemos plantearnos otra pregunta: ¿somos nosotros los que elegimos y transformamos aquel hecho verdaderamente significativo de entre un millón de otros hechos o es este hecho el que sobresale entre todos ellos, por ser cualitativamente distinto del millón de hechos que le preceden y le siguen?

Observemos con atención el compañerismo que surge entre dos jóvenes, compañerismo que a menudo se transforma en amor. Entre ellos ocurren innumerables cosas sin ninguna importancia (gestos, conversaciones, miradas, situaciones, etc.). Hechos que se disipan sin llegar a provocar una germinación, sin llegar a tener una «secuencia orgánica». (Decimos tantas cosas que se pierden irremediablemente; tantos gestos, sonrisas, explosiones sentimentales que duran un momento y desaparecen al siguiente momento, sin haber dejado huella, sin dejar ningún conocimiento, ninguna significación en mi conciencia o en la tuya.) Pero ocurre que, de repente, una nimiedad, un hecho vulgar puede transformar la camaradería de dos jóvenes en amor. Una nimiedad (una mirada, sólo una de las miles que han intercambiado; una palabra, entre otras miles de palabras, un paisaje, un matiz, etc.), una nimiedad que les hace evadirse de su medio normal, neutro, inundado por hechos, y que les embruja, les empuja hacia una locura única que podríamos llamar, sin ningún miedo, Absoluto.

Lo mismo ocurre en el mundo biológico. Ocurren millones de hechos en un organismo (¡cuántos tropismos, cuántos fenómenos de nutrición, cuántos progresos oscuros…!). Y, sin embargo, no tienen excesiva importancia en la vida de este organismo (es decir: significación, «secuencia orgánica», «destino») más que unos pocos entre todos ellos; el hecho de la germinación, de la fecundación; la creación.

En la historia de los pueblos, en la historia del espíritu humano, sólo los actos de creación tienen importancia. Solamente ellos pueden enseñarle algo al hombre. Y ¿qué otra cosa es la virtud de aprender sino un aspecto de la eternidad?

Podríamos decir que el destino es la lucha consigo mismo, la elección del hecho esencial entre los millones de hechos que ocurren en uno mismo y a nuestro alrededor; la lucha consigo mismo, con la significación (la fecundación, los niños, la gloria, acto creador con «secuencia orgánica» en cualquier caso) que se puede atribuir o no a la propia vida personal.