Ninguna generación puede escapar al triste destino de luchar contra una antigua y grave confusión, que el tiempo se encarga de actualizar y renovar sin cesar. Hace tres generaciones estaba de moda la disputa «el arte por el arte» o «el arte de tendencia». ¡Cuánta tinta desperdiciada, cuánta energía gastada inútilmente! Pero nada más terminar esta polémica, empezó una nueva disputa: «arte nacional» y «literatura popular». Las polémicas levantadas en torno a los movimientos Semănătorul y Poporanismul[28] no se han apagado todavía. Sin embargo, hoy en día somos testigos de otra grave confusión: «arte proletario» y «arte colectivo». Se olvida que una colectividad tiene sus propios medios de expresión (folklóricos, místicos y simbólicos) y que estos medios, perteneciendo a otra estructura mental, creados por una vida colectiva, bajo ningún concepto pueden ser adoptados por el artista, hombre que se distingue de los demás precisamente por su capacidad de profundizar en su experiencia individual, de perfeccionar su autonomía espiritual…
Un ridículo y al mismo tiempo trágico obstáculo se levanta ante cada nueva generación, y ésta tiene que luchar contra él, a riesgo de perecer si no lo hace. ¡Qué triste destino es éste, según el cual en lugar de concentrar sus fuerzas para una nueva creación, los hombres se agoten apartando obstáculos de su camino, luchando contra las supersticiones, contra las herejías y los tópicos de la contemporaneidad! Y, a pesar de todo, un destino que tiene que ser asumido. Solamente luchando contra las confusiones y las herejías actuales se puede mantener viva la tradición de la inteligencia, se puede realizar aquella solidaridad de los esfuerzos humanos hacia el conocimiento, solidaridad que es la base de la cultura y una de las pocas glorias verdaderamente auténticas de nuestro continente.
Es triste y deprimente ver que un joven de hoy tiene que desperdiciar sus fuerzas luchando contra la misma confusión o herejía que combatieron los hombres inteligentes de 1900, de 1890, de 1880 o desde principios del siglo pasado. Pero es un deber de cada joven conservar intacta la tradición de la inteligencia, la continuidad de la nobleza humana.
Las verdades se olvidan con facilidad, pero las confusiones y los errores se adaptan a cualquier circunstancia y vuelven a aparecer bajo nuevos disfraces, más modernos, más atractivos, más fascinantes ahora. Es falso decir que no hay nada nuevo bajo el sol. La herejía siempre es nueva.