No deja de asombrarme que sólo H. Sanielevici se interese con pasión por el problema de las razas. El único entre los críticos rumanos, o, incluso, el único entre los críticos europeos. Y a pesar de todo, el problema y la investigación sobre las razas tendrían que resultar apasionantes para los críticos; para Mihail Sebastian y Şerban Cioculescu, por ejemplo. Porque tanto la crítica literaria como la investigación sobre las razas aspiran a la clasificación, a una clarificación de los contornos, a la salida del «caos» étnico. Así como la crítica literaria separa las obras y las reagrupa de nuevo según tipos y familias, la raciología separa conglomerados dentro del bloque de una misma comunidad e intenta precisar su fisonomía, los ejes históricos, las fuerzas creadoras. La crítica literaria actúa en el interior de una amplia comunidad de fenómenos literarios contemporáneos y establece, sin embargo, diferencias, asociaciones, filiaciones y una continuidad de tipos más allá de esta comunidad contemporánea, en su historia o con sus vecinos. También la investigación sobre las razas implica un ejercicio similar. Una mente preocupada por la crítica literaria tendría que estar, casi por obligación, interesada por el problema de las razas.