La obra de un escritor aumenta su valor y revela sus aspectos menos conocidos cuando es leída desde la perspectiva de creaciones y experiencias literarias ulteriores. Balzac, por ejemplo, gana enormemente después de la aparición de Proust. En La comedia humana encontramos gran número de páginas consideradas inútiles y sin sustancia tanto por la crítica como por los lectores. Se trata de esas largas, pesadas, grises y, sin embargo, sumamente precisas descripciones, que no habían gustado ni en 1840 ni en 1900. Después de la lectura de Proust, sin embargo, cambiaron tanto el criterio del enjuiciamiento literario como las premisas de la contemplación estética; y aquellos aspectos «inertes y muertos» de La comedia humana habrían recibido una vida y un valor inconcebibles de no haber existido la aportación de Proust.
La obra de un genio pone al alcance del lector nuevos instrumentos de conocimiento que le permiten contemplar, desde un nuevo punto de vista, las obras del pasado. He mencionado a Balzac, junto a Proust, porque es el caso más patente.
Una gran obra de arte no tiene por qué temer a las futuras creaciones. Una obra de arte, que se explica históricamente por una «corriente» o una «escuela» literaria, empieza a cobrar nuevas dimensiones una vez desaparecida la corriente o la escuela a la que pertenecía. Porque solamente entonces se revelan otros medios de contemplación y en la obra es posible entrever la belleza vedada para sus contemporáneos.
Por eso, un genio artístico es grande no sólo por su obra, sino también gracias a la luz que ésta derrama sobre las creaciones anteriores. Se trata de una impresionante —aunque posiblemente involuntaria— solidaridad de los genios. Podríamos decir que ningún creador es suficientemente grande como para poner a disposición de sus contemporáneos todos los instrumentos de conocimiento y contemplación que requiere su obra. Realizándola, nos obliga a trabajar mucho para que podamos apropiárnosla. Tendrán que aparecer otras obras, otros descubrimientos y experiencias estéticas para que su grandeza y su profundidad se vuelvan asequibles. No se trata de tiempo, sino de creaciones geniales, de creadores. No es el transcurrir del tiempo el que enriquece una obra literaria, sino las futuras creaciones que arrojan nuevas luces sobre ella.