Vacuidad

La conciencia humana está igualmente aterrorizada tanto por la profundidad de la nada como por el absoluto. Tanto ante el non esse como ante el esse, el hombre experimenta idéntico terror. La experiencia «mística» no está provocada solamente por el esse (Dios), sino también por el non esse, el vacío absoluto, la nada (non esse). Toda la mística «extremista» del budismo —a la que, por otra parte, se la etiqueta de nihilista— tiene sus raíces en esta experiencia de la nada. Han sido muchos los «místicos» budistas que se han pasado toda la vida disolviendo la sustancia del universo, deshaciendo sus formas, volúmenes, apariencias; buscando con intensidad la gran ilusión que se desenvolvía, dominadora, por debajo de las así llamadas «realidades». Y ante la Nada suprema, ante ese abismo de no-ser, los budistas han experimentado el mismo terror, el mismo rapto extático que nos conmueve en las confesiones de los místicos cristianos.

Sin embargo, también es verdad que en el itinerario místico, cristiano o islámico el terror ante el non esse desemboca en el descubrimiento de Dios, del Ser supremo. Aunque también aquí nos encontramos, a menudo, con la confesada incapacidad del místico de distinguir entre esse y non esse, entre Dios y la Nada.