Capítulo 6

Ignorándole, caminó hacia las puertas automáticas del bloque de oficinas mediano donde se ubicaba la próxima cita y fue a zancadas hasta el mostrador.

—Hola —dijo a la mujer acicalada del otro lado, su piel de un tono caoba perfecto y exuberante—. Tengo una cita con Lucas Hunter.

Los ojos de la mujer se movieron detrás del hombro de Ria y algo parecido a la sorpresa pasó por ellos, pero su voz, cuando se giró hacia Ria, fue enteramente profesional.

—¿Nombre?

—Ria Wembley.

Una sonrisa cálida.

—Llega con quince minutos de anticipación, señora Wembley. Si espera aquí, le haré saber cuando ha terminado Lucas con el solicitante actual.

—Gracias —fue hacia el área de asientos cuando se dio cuenta con retraso que no sabía el nombre de esta compañía. El anuncio había dicho simplemente que era una empresa de construcción pequeña pero creciente que buscaba personal administrativo. Puesto que el anuncio había sido investigado por el colegio donde había cursado las clases, no se había preocupado demasiado por ello. Pero su ignorancia probablemente no parecería demasiado buena… si este Hunter se molestaba en verla después de saber de Emmett.

Girando sobre los talones, rodeó a Emmett para hablar con la recepcionista otra vez.

—Lo siento. He notado que sus puertas no tienen el nombre de la compañía en ellas.

La mirada de la mujer volvió a Emmett otra vez. Ria estaba que echaba humo.

Pero la hermosa morena no parecía estar inspeccionándole.

—En realidad —dijo después de una pequeña pausa—, todavía se está discutiendo el nombre… eh, los socios no se han decidido.

—Oh —eso era extraño, pero no lo bastante para hacerle correr. Los pobres no pueden permitirse el lujo de elegir. Asintiendo, caminó al agradable arreglo de sillones a la izquierda del mostrador de recepción, escogiendo un asiento bañado por el sol.

Emmett se extendió a su lado.

—Lo que compartimos no fueron gilipolleces. Y no sabía que conocías como jurar.

El chiste sólo la irritó.

—Si puedes mentir sobre una cosa, ¿por qué no sobre otra?

—Ahora, espera. Nunca te he mentido.

—¿Oh sí? ¿Cómo llamas a enseñarme autodefensa y luego tratarme como una tonta estúpida?

—Discúlpeme.

Ria saltó ante el sonido de la voz de la recepcionista.

—Lucas está libre ahora —le dijo—. Las entrevistas tienen lugar en el piso de arriba.

Mientras se levantaba y se dirigía a través del vestíbulo a los ascensores, alguien gritó un hola.

Puesto que no conocía al hombre que salía por la puerta principal, asumió que había sido dirigido a Emmett.

—¿Un amigo? —golpeó con el dedo la pantalla táctil al lado del ascensor.

Él no la miró.

—Sí.

Las puertas del ascensor se abrieron para revelar una caja vacía y ella podría haber jurado que oyó a Emmett suspirar de alivio.

—¿Temor a los ascensores abarrotados?

—Algo así.

Estuvieron en el siguiente piso en lo que se sintió como un instante más tarde. El cuarto de reuniones era obvio por su puerta abierta. El hombre que salió por ella era mucho más que guapo, brillantes ojos verdes, cabello oscuro que le rozaba los hombros y marcas salvajes de garras en el lado derecho de la cara. Era joven… pero no lo era.

La experiencia parpadeaba en esa mirada y Ria supo que se había formado una opinión sobre ella en ese fugaz instante.

—Ria —le tendió la mano— soy Lucas. Venga.

Ella se la estrechó y fue a explicar a Emmett… salvo que su auto designado guardaespaldas ya había agarrado un asiento en los sillones mullidos fuera del cuarto de reuniones. Abrió la boca durante un segundo antes de cerrarla de golpe.

¿Qué dem…? ¿Este Lucas, con su aura de poder contenido, era indudablemente mucho más peligroso que cualquiera con los que se había reunido hoy y Emmett estaba de acuerdo en que estuviera a solas con él?

Decidiendo que a caballo regalado no se le mira el diente, entró, consciente de que Lucas cerraba la puerta detrás de ella mientras tomaba asiento a un lado de la mesita.

Había algo en sus andares cuando se acercó para sentarse… que le recordaba a alguien.

—¿Agua? —ante su asentimiento, vertió un vaso y se lo pasó—. He leído su currículum. ¿Acaba de completar sus estudios en administración avanzada?

Ella tomó un sorbo antes de contestar.

—Sí, la primera de mi clase. También he tenido alguna experiencia trabajando durante el curso.

Lucas asintió.

—Estoy seguro que sus habilidades técnicas son excelentes. Lo comprobamos con el colegio y con las personas que apuntó como referencias.

La eficiencia de ello la sorprendió y complació.

—Su anuncio decía que buscaba varias personas —dijo, encontrándose relajada a pesar de ser vívidamente consciente de su poder. La mujer que se encargara de Lucas Hunter, pensó, tendría que estar hecha para ese trabajo—. Puede darme más información sobre los puestos, así quizá podría contarle para cuales estaría mejor preparada.

—En realidad, usted ya está en la corta lista para un puesto particular. Eso es lo que quiero discutir, no es un trabajo administrativo normal.

Ria estaba intrigada.

—¿No?

—No —una sonrisa le convirtió de magnífico a hermoso de una manera muy masculina. Apreció la vista, pero sin querer saltar sobre sus huesos. No como con Emmett. Y ese pensamiento no tenía nada que hacer interrumpiendo su entrevista.

Encerrando a sus hormonas descontroladas, concentró su atención de vuelta a Lucas.

—¿Cómo es usted con el caos? —preguntó.

—Lo adoro —su respuesta fue instintiva—. Me da más para organizar.

Lucas se rió.

—¿Qué hay de las interrupciones constantes, tener que reorganizar reuniones en un momento y un jefe que podría ser imposible de localizar a veces?

—Si hay que hacerlo, se hará —dijo, encontrándose con la mirada de esos brillantes ojos verdes—. Pero seré honesta, aunque probablemente no debería. Es probable que me irrite de vez en cuando.

—El mal genio podría ser útil en esta posición —Lucas curvó los labios en las comisuras—. Esto es un… negocio familiar. Y esta familia entra y sale. ¿Puede manejar ser el foco de su curiosidad?

Era una pregunta extraña, pero su respuesta fue fácil.

—Veamos, todos los domingos sin falta, mi tía Eadie llama para interrogarme sobre mi vida y me ofrece consejos esenciales de moda. Mis abuelos paternos viven en Idaho, pero la semana pasada, me enviaron un expediente con todos los chicos agradables del pueblo, por si acaso. Oh, y mis normalmente previsores padres trataron recientemente de arreglar mi matrimonio. Sé cómo manejar a la familia.

Los ojos de él bailaron.

—¿Y el matrimonio arreglado?

Dado que ella había sacado el tema, no podía evitar la pregunta personal.

—No sucederá.

—Eso es lo que pensaba —se puso de pie con una curva divertida en la boca—. Creo que esto es todo lo que necesito de usted, Ria.

Levantándose, cogió el bolso.

—Es usted, ¿verdad? ¿La persona para la trabajaría si consigo el trabajo?

Un leve asentimiento.

—Generalmente recursos humanos entrevista a los solicitantes.

—Soy quisquilloso —abrió la puerta—. Necesito confiar en la persona que contrate.

Sonriendo incluso mientras se le caía el estómago, salió. Emmett estaba de pie y la esperaba. Entraron en el ascensor en silencio y salieron a la calle.

—¿Cómo ha ido? —preguntó Emmett.

—Bien.

Él le frotó la nuca.

—¿Todavía enfadada?

—¿Crees que debo darte algo de crédito por permitirme entrar ahí dentro sola? —levantó una ceja, preguntándose qué haría él.

—Eh —se le ruborizaron las mejillas—. Qué más da.

Ella sintió que se le curvaban los labios.

—Sé que era un gato, Emmett. El modo en que vosotros los leopardos andáis, es revelador —rondaban, de manera suave, silenciosa y mortal.

—Mierda —sonrió—. Esperaba ganar puntos de bizcocho de chocolate y nueces.

—¿Entonces es Construcciones DarkRiver?

—Parte de ello. El edificio también funcionará como la sede del clan en la ciudad, el local antiguo se ha quedado pequeño.

Todo lo cual, sabía Ria, significaba que ella nunca conseguiría el trabajo. Los clanes cambiantes cuidaban de los suyos, juntándose como pegamento. Claro, habían ayudado a limpiar la ciudad, haciéndola más segura para todos, pero como Emmett había explicado, eso hacía que tuvieran más territorio del que encargarse que otra cosa.

Cansada, abatida y hambrienta, fue al restaurante de barrio dirigido por una familia a la que había visto en funciones de la comunidad y agarró un asiento.

Emmett tomó la silla de enfrente.

—Tú pides —dijo él, escudriñando el cuarto.

Le estaba diciendo a la camarera, que resultó ser la hija del propietario, que quería pollo con anacardos, cuando Emmett se movió a través de la mesa para aplastarla a ella y a la camarera contra el suelo. Una fracción de segundo más tarde, ella oyó un fuerte ruido seguido por un grito. Emmett ya estaba en pie y hablando por el móvil.

—Se marcha, por delante de la tienda de caramelos… —corrió hacia la puerta.

Levantándose, Ria ayudó a la sacudida camarera a ponerse en pie. Emmett regresó antes de que hubiera terminado.

—¿Estás herida? —las manos barrieron su cuerpo.

Consciente de varias miradas interesadas, ella las alejó.

—Estoy bien —se giró para comprobar a la camarera y consiguió la misma respuesta—. ¿Qué ha sucedido? —preguntó a Emmett.

Señaló detrás de ella. Un agujero grande estropeaba la pared anteriormente prístina.

—Bala —su mandíbula era una línea brutal, sus ojos… sus ojos.

Dando un paso más cerca instintivamente, ella le puso la mano en el pecho.

—Emmett.

Él bajó la mirada, esos increíbles ojos verde dorado, ojos de leopardo, la miraban desde una cara humana. La mano de Emmett le acunó la mejilla.

—Tienes un rasguño aquí.

Un pulgar le acarició suavemente una herida que ni siquiera había sentido, su mirada depredadoramente fría. Ria no entendía cómo sabía qué hacer. Sólo lo hizo.

En vez de luchar contra su agarre como había hecho antes, se inclinó hacia él, deslizando los brazos en torno a su cintura. Los de él la rodearon casi en el mismo instante y la estrechó con fuerza, hasta que Ria apenas pudo respirar. Pero le abrazó, le abrazó con fuerza.

No supo cuánto tiempo estuvieron envueltos uno alrededor del otro, pero cuando él la soltó por fin, el temor en el restaurante se había convertido en especulación.

Probablemente, su abuela y su madre lo sabrían todo en el tiempo que llevaba mandar un mensaje de texto. No le importaba. Porque el leopardo se había ido de los ojos de Emmett, su rabia bajo control.

Él le tocó la mejilla.

—Coge tu bolso. Este lugar necesita ser vigilado con nuestras tecnologías y te quiero a salvo en casa.

Dándose cuenta de que quería comenzar a rastrear al tirador tan pronto como fuera posible, Ria no discutió.

Los ojos de Emmett estaban hiperalerta mientras comenzaba a dirigirse a la salida del restaurante, su gran cuerpo vibraba con la actitud protectora.

—¡Por favor!

Sobresaltada, Ria miró por encima del hombro. Era la camarera que Emmett había derribado, la mujer iba corriendo con una bolsa de contenedores para llevar en la mano. La sonrisa fue un poco cautelosa cuando se dirigió a Emmett, pero su gratitud era clara.

—Gracias —sacudió la cabeza cuando Emmett, con casi toda la atención claramente puesta en asegurar que no hubiera más sorpresas desagradables, fue a agarrar la cartera—. Es un regalo. Mi padre estuvo en el ejército. Dice que esa bala me habría dado a mí primero —apretó la bolsa en las manos de Ria—. Por favor, acepte esto.

Ria lo aceptó, comprendiendo la necesidad de la familia de darle algo al hombre que había salvado la vida de su hija.

—Gracias.

La mujer sonrió y miró a Emmett.

—Es bienvenido a nuestra mesa siempre.

Emmett hizo un asentimiento brusco. Ria se preguntó si comprendía el valor de la invitación. Ella podría haberlo dejado pasar, pero eso no era quien era ella, así que se lo preguntó mientras iban a casa a toda pastilla.

—Lo sé —dijo él, su voz tensa mientras escaneaba el área—. Hemos estado trabajando en relaciones comunitarias con la gente de por aquí, pero ha sido un proceso lento. Sois muy cerrados.

—Le dijo la sartén al cazo.

Un encogimiento de hombros despreocupado, ninguna sonrisa.

—No he dicho que no lo entendiéramos.

—La gente como los gatos de DarkRiver —dijo ella, preguntándose por qué esa condenada arrogancia era tan sexy en él—. Ha limpiado las cosas para que los comerciantes se sientan seguros.

—Estamos comenzando a conseguir sonrisas más amistosas —le contestó—, pero todo esto se va a ir al jodido infierno si Vincent y su banda de maleantes empiezan a disparar contra personas indefensas.

—Tengo el presentimiento de que no saben contra lo que están tratando.

Una durada mirada.

—En eso tienes razón, Visón.

Ella abrió la boca para responder pero habían llegado a la casa de su familia y Amber esperaba en la puerta, con el móvil en la mano.

—¡Está en casa! —gritó su cuñada por el fino aparato tan pronto como divisó a Ria—. No, está a salvo. Emmett está con ella.

Excepto llevar a Ria dentro en brazos, Emmett hizo de todo y ordenó a Amber que cerrara la puerta.

—Y permaneced dentro.

Se fue antes de que Ria pudiera decir otra cosa. Dejando salir el aliento de golpe, tomó el teléfono que Amber le tendía.

—Mamá, estoy bien —lo repitió durante los siguientes diez minutos, hasta que Alex por fin se calmó. Para entonces, su abuela había preparado té, sacado dos trozos gigantes del famoso Divino Bizcocho de Madeira del señor Wong y comenzado a cocinar su sopa especial dulce de sésamo negro, una de las favoritas de Ria.

—¡Siéntate! —dijo cuando Amber comenzó a levantarse para ayudar.

Amber se sentó con un gemido agradecido.

—El bebé da patadas fuertes. ¿Quieres sentirlo?

—¡Sí! —Ria saltó. Amber era una gran cuñada, pero también era intensamente reservada.

Esta clase de invitación no llegaba a menudo. Colocando la mano en el abdomen de Amber, permaneció muy quieta. El futuro bisniet… (género desconocido) de Miaoling no mantuvo a Ria esperando. Sintió dos ruidos sordos muy claros.

—Uau, creo que he notado la forma de un pie.

Amber se rió.

—Probablemente. El bebé Wembley tiene futuro como futbolista. Encaja realmente, dado el apellido.

—No se lo digas a Jet —bromeó Ria, mordiendo su bizcocho. El sabor familiar fue tan bienvenido como un abrazo, suave y consolador—. Espera un compañero de golf.

—¿Qué hay de ti, Ria? —rompiendo un trozo del suyo, Amber se lo llevó a la boca—. ¿Estás pensando en salir con algún compañero de golf un día de estos?

—¡Amber! —Ria retrocedió, riéndose—. ¿Dónde crees que conseguiré la otra mitad de la ecuación ahora que la Gran Pareja la ha cagado?

—Oh, no lo sé —los ojos de Amber se volvieron astutos—. Pero conozco a un gato que te mira como si quisiera comerte y luego regresar a por el segundo plato.

Ria todavía estaba jadeando ante el comentario escandaloso de su, generalmente, tímida cuñada, cuando Miaoling empezó a reírse. Golpeándose el muslo, se rió con tanta fuerza que Ria no pudo hacer otra cosa que unirse.

—Oíste —sorbió entre risas que le dejaron el estómago dolorido—, lo que Jet dijo. No van en serio con humanos.

—¿Quién lo dice? —los ojos de Amber brillaban con humor—. Sólo porque no conozcamos ningún caso…

Eso cortó la risa de Ria. Se enderezó. Pensó en ello. Sacudió la cabeza.

—Habríamos oído algo. Lo habría oído en el colegio.

—No necesariamente —discutió Amber—. Ellos no anuncian las cosas exactamente. Diría que nunca me he encontrado con más bocas cerradas, pero… —Sacudió una mano.

Ria dejó salir el aliento de golpe.

—No puedo preguntárselo. Lo sabes.

—¿Por qué? —preguntó Miaoling.

—¡Porque entonces pensaría que insinúo algo!

Su abuela le dio una mirada penetrante.

—¿Si no lo insinúas, cómo lo sabrá él?

La mente de Ria se inundó con los recuerdos de ser presionada contra esa puerta de gimnasio, la mano que le acariciaba, la lengua en su boca.

—Lo sabe.

—Sí —dijo Amber—. Los cambiantes tienen un mejor sentido del olfato que los humanos. Probablemente puede oler tu ya sabes qué.

Ria la miró fijamente.

—¿Amber, qué te ha dado?

Su cuñada cogió otro trozo de tarta.

—Le echaré la culpa al embarazo —una lenta sonrisa.