Capítulo 2

Ria se acomodó en el baño de burbujas que su abuela le había preparado y suspiró.

Una ligera llamada a la puerta llegó momentos más tarde.

—Está bien, Popo.

Entró su abuela. Aunque diminuta, con una cara que portaba las millones de marcas de una vida bien vivida, su zancada era constante y los ojos limpios. Miaoling Olivier tenía un montón de décadas acumuladas sobre ella, como le gustaba decir.

Ahora entró y tomó asiento en la tapa cerrada de la taza mientras el padre de Ria empezaba a gritar en la cocina.

—Aquí vamos —dijo Miaoling, poniendo los ojos en blanco—. A veces, creo que accidentalmente abrimos nuestra casa a los presos de un psiquiátrico.

Ria sintió que los labios se le curvaban, los ojos húmedos.

—Sólo están enojados y asustados por mí.

—Chica lista —estirando la mano tomó una de las palmas destrozadas de Ria y se la llevó a la boca.

El beso fue suave, cariñoso. Curó a Ria de dentro afuera.

—Te quiero, Popo.

—Sabes —dijo Miaoling—, que eres la única que me llama así. Ken y Jet dicen abuelita.

—Por eso ellos no son tus favoritos y yo sí.

—Shh —los ojos de Miaoling centellearon mientras devolvía la mano de Ria al borde de la bañera—. ¿Le diste las gracias al joven que te encontró? Quizá deberías hornearle un bizcocho.

Eso hizo sonreír a Ria.

—No me interesa —dijo a su abuela siempre optimista—. Es un poco demasiado guapo para mí.

El hombre rubio de los DarkRiver era claramente un miembro sumamente adiestrado del clan, pero esbelto, más parecido a un surfista adolescente que a un hombre crecido. Emmett por otro lado…

Su abuela suspiró.

—Continúa así y tus partes femeninas se secarán.

Ria bufó con risa.

—¡Popo!

—¿Qué? Sólo digo la verdad —el discurso de Miaoling cambió, yendo del perfecto inglés de Harvard a un ritmo que sólo utilizaba con aquellos con los que estaba cómoda—. A tu edad, yo tenía a tu madre en camino.

—Los tiempos han cambiado, tengo veintidós, apenas se han secado —descansó la cabeza contra la pared—. Cuéntame cómo conociste al abuelo.

—¿Por qué? Ya lo sabes.

—Por favor —la historia la calmaba, y ahora mismo, necesitaba consuelo.

—Bien, para mi Ri-ri —respiró hondo—. Yo vivía en una granja en la Provincia de Henan y mi familia trataba de arreglar mi casamiento. Pero, ai, yo era terrible. No me hubiera casado con ninguno de los chicos que me traían, demasiado flaco, demasiado gordo, demasiado estúpido, demasiado atado a las faldas de su mamá.

—¿Te permitían rechazarlos con eso?

—Era la única chica después de tres chicos. Estaba mimada —dijo con una sonrisa cariñosa—. Entonces un día, mi padre vuelve a casa y dice, Miaoling, vístete bien, un médico americano va a venir a la aldea a revisar los ojos de los ancianos.

—Cataratas.

—Sí. Mi padre dice, quizá el norteamericano loco deseará una esposa china loca que no escucha a nadie. Por supuesto, eso me hace querer no gustar al norteamericano en absoluto.

Ria rió tontamente, mientras se involucraba en la historia como había hecho de niña.

—Entonces el abuelo fue a la casa para cenar.

—Yo llevaba un vestido marrón, un vestido marrón muy feo con zapatos marrones feos —la mano de su abuela acarició el pelo de Ria, el pelo que Miaoling había dicho una vez que contenía la seda de China pero la sombra exuberante del chocolate de una cultura enteramente diferente—. Pero es tan guapo. Bonitos ojos verdes, pelo rubio. Y es agradable. Toda la noche, se ríe de mí en silencio a través de la mesa de comedor. Sabe lo que estoy tramando.

—Pero te pidió matrimonio de todos modos.

—Después de una semana. Y la loca de Miaoling dijo sí, y vinimos a América.

—Tan rápido —dijo Ria, sacudiendo la cabeza—. ¿No estabas asustada?

—Bah, ¿por qué asustada? Cuando se trata del amor, no asustada. Sólo impaciente.

—¡No lo digas, Popo!

Pero era demasiado tarde.

—¡Impaciente por utilizar las partes femeninas!

Emmett ocultó la sonrisa en su té de jazmín. Su audición era tan aguda como la de un leopardo. Podía oír todo lo que la abuela de Ria decía, y maldición si no estaba ya medio enamorado de la dama. No es de extrañar que el abuelo de Ria se hubiera casado con ella.

Alzando la mirada, captó la expresión de Alex cuando su marido la atrajo a sus brazos. Ella apartó toda su bravuconería, Alex estaba realmente preocupada por Ria.

—Nadie va a herir a su hija otra vez —dijo tranquilamente, levantándose.

Todos lo miraron durante un largo minuto, hasta que por fin, Simon, el padre de Ria, asintió. Pero cuando habló, fue para decir:

—Ella no es para usted. Está comprometida.

Emmett levantó una ceja.

—No lleva anillo —y si algún imbécil había sido lo bastante estúpido para no reclamarla cuando había tenido la oportunidad, eso no era problema de Emmett.

—Lo llevará —dijo Simon—. Hemos sido amigos de la familia de Tom, los Clark, durante años. La proposición de matrimonio es una formalidad.

Emmett podía oír a Ria y a su abuela todavía, riéndose tontamente en el cuarto de baño. Ninguna de las dos había mencionado a ese Tom en su discusión sobre utilizar las «partes femeninas». El leopardo dio una sonrisa felina de satisfacción, aunque el hombre mantuvo la cara sin expresión.

—Tengo el presentimiento de que no hay nada dado por hecho con su hija, ella toma sus propias decisiones —por supuesto, él tenía toda la intención de asegurarse de que le escogiera a él, pero no tenía ninguna necesidad de decírselo a sus padres.

Todavía no.

Dos horas más tarde, después de una reunión rápida con el alfa de los DarkRiver y con varios soldados, Emmett se frotó los ojos arenosos mientras aceptaba la cerveza que Nathan le ofrecía.

—Tengo que volver a casa y dormir algo.

—Tomate unos minutos para relajarte —le dijo el centinela, uno de los soldados de más alto rango del clan—. Has estado tenso como un arco toda la noche. ¿Todo va bien con la chica que fue atacada?

—Sí —Emmett no tenía la intención de discutir sobre Ria con nadie. No esta noche—. ¿Qué era lo que Luc decía acerca de los psi?

Las preocupaciones de los cambiantes rara vez se cruzaban con las de la raza sin emociones, pero por lo que había captado esta noche, este podría ser el caso.

Nate tomó un trago de su cerveza.

—Sabe cómo dominan la política. Hemos oído que quizás traten de neutralizar a los Crew por su cuenta.

—¿Por qué? Les importa una mierda las bajas humanas y cambiantes —la única razón por la que la otra raza permanecía en el poder, aparte del hecho de que sus competidores tenían la costumbre de retirarse de la carrera después de la publicación de un escándalo u otro, era su habilidad para ganar dinero, dinero que se filtraba ocasionalmente a los votantes.

—Comenzamos a pisarles los dedos —dijo Nate—. A los psi les gusta ser los principales mandamases en cualquier situación.

—Supongo que tendremos que movernos rápidamente.

—Tenemos un poco de tiempo —el otro hombre dejó su cerveza—. Aparentemente, no todos en las filas psi están convencidos de que representemos una amenaza creíble.

Emmett bufó.

—¿Realmente no pueden ver más allá de sus torres de marfil, verdad?

—Humanos y cambiantes no figuran mucho en su radar —la sonrisa de Nate era claramente complacida—. Y mientras están ocupados decidiendo si molestarse en prestarnos atención o no, nosotros tomaremos la ciudad.

Emmett levantó su botella en un brindis.

—Por una campaña exitosa —sin embargo, en ese momento, pensaba menos en la absorción de la ciudad por parte de los DarkRiver y más en una campaña muy privada suya. Vamos, visón, juega conmigo.

Esa noche, Ria estaba tumbada en la cama y suspiraba. Había sido mimada, acariciada y medio sofocada por su familia en las horas desde su regreso a casa. La mayoría de los días, eso la habría vuelto loca. Hoy, había necesitado esa cálida manta de amor.

Calidez. Calor.

Su cuerpo se relajó, recordando lo que había sentido al estar acurrucada en el regazo de Emmett. Nunca antes se había encontrado en el regazo de un hombre. La mayor parte de los hombres que se habían atrevido a recoger el guantelete de la actitud protectora de su familia para invitarla a salir eran chicos agradables del vecindario. No tenía nada contra ellos. Pero el asunto era que había crecido con un padre que era feroz en el cuidado de su familia, y un hermano mayor que no se había desviado mucho del molde paternal en lo que se refería a cuidar de los suyos. Se comían a esos chicos agradables para desayunar.

Ria soñaba con un hombre que les masticara a ellos para variar.

Abrazándose a su almohada, sonrió ante sus propios pensamientos. Cualquiera pensaría que no le gustaba su familia.

Eso estaba lejos de ser verdad. Pero bien, la abrumaban.

Les gustaba tomar el control de todo. ¿Cómo se suponía que iba a respetar a un hombre que se dejaba dominar?

«Mañana regresaré para comprobar cómo estás» Emmett había dicho eso delante de su padre.

Se le llenó el cuerpo de carne de gallina. Se preguntó cómo se sentirían esas manos grandes y fuertes al acariciarle al piel, todo caliente y…

Sonó su teléfono. Gimió cuando vio quien llamaba.

Tom.

Suspirando, fue a contestar, pero el diablo oculto en ella le hizo apagar el móvil.

No había nada malo con Tom, excepto que él quería casarse con ella. A su padre le gustaba Tom. Incluso a Alex le gustaba Tom. Ria no tenía problemas con Tom. Era sólo que no quería casarse con él. No, con lo que soñaba era con una historia de amor como la de su abuela, y Miaoling era la única de la familia que apoyaba la resistencia de Ria al «Gran Enlace».

Desde el punto de vista de Alex y Simon, era sinceramente un gran enlace. Como ella, Tom era en parte chino. Como ella, había crecido en los Estados Unidos y tenía una visión muy Occidental de la vida, sin haber olvidado el otro lado de su herencia.

Mejor de todo, los Clark y los Wembley habían sido amigos desde antes de que Ria o Tom hubieran nacido.

Todo era perfecto.

Pero Tom nunca se reiría con ella por un chiste secreto como su abuelo había hecho con su abuela. Nunca la abrazaría con la feroz ternura con que Simon abrazaba a Alex cuando pensaba que nadie miraba. Y nunca buscaría pelea con ella para reconciliarse como Jet hacía con Amber.

¿Por qué no podían ver que ella quería lo mismo? Toda su vida había estado contenta por permitir que Jet y su hermano menor, Ken, destacaran. Ser la mediana era algo agradable, tenía lo mejor de ambos mundos y su relación con sus hermanos era estrecha. Pero con su hombre, con su marido, quería ser la número uno.

—Duérmete, Ria —se murmuró, sabiendo que estaba obsesionada a causa del miedo a tener pesadillas.

Pero cuando se durmió, no fue para caer en una pesadilla… sino en los poderosos brazos de un hombre que la miraba con unos ojos verdes como los de un gato.

Emmett estudió su cara en el espejo del baño a la mañana siguiente y frunció el ceño. Era una maravilla que Ria no hubiera huido corriendo y gritando cuando la había cogido en brazos. Ella era toda suave y sedosa, un bocado suculento. Él, en comparación, parecía que había tenido unos altercados con puños y paredes. Los puños eran verdad, pero como todos los cambiantes, se había curado rápidamente.

No, esta era simplemente la cara con que había nacido. Nunca le había molestado antes, pero ahora se frotó la mandíbula con barba con una mano y decidió que haría bien en afeitarse antes de ir a comprobar a Ria.

El afeitado y la ducha le limpiaron, pero todavía era consciente de que parecía un maleante cuando llamó a la puerta de la casa de su familia. Definitivamente no se parecía nada al chico bonito que subía por el camino con un inmenso ramo de rosas.

Mierda.

¿Por qué demonios no había pensado en traer flores?

—Hola —dijo el otro hombre con un tono de voz cultivado en la liga Ivy—. Soy Tom.

Emmett le tendió la mano.

—Emmett.

—Simon le mencionó por teléfono —respondió Tom con una sonrisa amistosa que falló en ocultar el cálculo de sus ojos—. Ayudó a Ria anoche.

—¿Usted es un amigo de la familia? —preguntó Emmett para ver qué diría Tom, justo cuando la puerta se abrió.

—No, es el prometido de mi hija —dijo Alex, bajando a Tom para darle un beso en la mejilla.

Emmett miró a Tom.

—¿Usted no cree en los anillos?

—No es oficial todavía —el otro hombre era tranquilo, seguro de sí mismo, claramente seguro del traje.

Emmett no sonrió, pero el leopardo cerró con fuerza los dientes en su interior. Este cachorro humano estaba a punto de aprender que los machos leopardo no reconocían ningún reclamo no reconocido por la hembra. Y Ria no se consideraba atada a este. Incluso si no hubiera oído su conversación con su abuela, nada sobre ella había hablado de un compromiso con otro. No llevaba el olor de Tom… y no había apartado a Emmett anoche.

Sin decir nada de eso, se giró para enfrentarse a Alex.

—¿Puedo hablar con Ria?

—¿Por qué? —Alex entrecerró los ojos, empujó a Tom hacia el interior y puso la mano en la jamba opuesta para impedirle el paso a Emmett.

—Necesito ver si recuerda alguna otra cosa acerca de su atacante —el leopardo de Emmett conocía a un adversario digno cuando lo veía. Alex era una protectora mamá-oso tremenda. Pero Emmett se había visto enredado con muchas como ella en el clan—. Nos ayudará a hacer las calles más seguras para todas las hijas —no, no lamentaba utilizar el chantaje emocional para entrar.

Alex dejó caer el brazo.

—Hmm. Entre, pero si trastorna a Ria, le golpearé yo misma.

—No soy frágil, mamá —una voz familiar, un olor familiar, suave, fresco, pero con una especia persistente.

Inhaló la contradicción a lo más profundo de los pulmones, su leopardo vigiló con cuidado mientras Ria abrazaba a su madre, luego tomaba las flores de Tom. Ningún beso. Bien. Las garras le arañaron dentro de la piel, queriendo salir, queriendo causar daños. El bonito Tom con el pelo resbaladizo y la piel perfecta le irritaba.

—Emmett —Ria le miró, toda grandes ojos y cabello castaño—. Podemos hablar en el salón.

Cuando él asintió, Alex tomó las rosas.

—Las pondré en agua. Tom puede sentarse contigo para darte apoyo moral.

—Lo he pensado mejor —dijo Ria, haciendo que Alex se congelara—, creo que preferiría salir a dar un paseo, puedo mostrarle a Emmett donde ocurrió la emboscada. La abuela quiere hablar con Tom.

Sonriendo interiormente por cuán pulcramente había cortado ella todas las opciones excepto las que deseaba, Emmett salió al camino de entrada y esperó a que se uniera a él.

—Has hecho esto antes —dijo cuando ella se le acercó y se marcharon.

—Tienes que crecer con una personalidad bastante fuerte en mi familia —dijo, una sonrisa le coqueteaba en los labios—. Es un mecanismo de supervivencia —metiendo la mano en el bolsillo del abrigo, le pasó un papel doblado—. El número de cuenta.

—Gracias —miró a sus rasgos, frunciendo el entrecejo ante la magulladura que ella había tratado de ocultar bajo el maquillaje—. Muéstrame tus manos.

Ella las giró con la palma hacia arriba.

—Están curando bien.

—El bastardo está en coma —murmuró Emmett, ahuecando las manos para poder inspeccionar el daño. El leopardo odió verla marcada. También el hombre—. ¿Conoces a algún psi al que podamos camelar?

—Bien —dijo ella cuando él se forzó a dejarla ir—, el contable de mi madre es psi pero no creo que a la señora Bhaskar le gusten los interrogatorios.

—Lástima.

—Entonces, anoche…

—¿Puedes hablar de ello? —se detuvo para mirarle a la cara—. Si es demasiado duro, podemos retrasarlo unos días.

Una insinuación de abierta irritación estalló en los ojos de Ria.

—¿Qué hay de hacer las calles más seguras para todas las hijas?

—Es importante —admitió—. Esa banda, los Crew de Vincent, nos están provocando. Si no les sacamos de la ciudad pronto perdemos el derecho de protegerla.

—¿De verdad? —se le marcaron arrugas en la frente—. ¿Por qué?

—Es por el poder —le contó—. Un clan depredador cambiante sólo puede reclamar legítimamente el territorio que puede controlar y eso significa limpiarlo de otros depredadores. Los Crew cuestionan nuestra autoridad. Otro grupo de cambiantes podría decidir que eso significa que no tenemos derecho a esta área.

—Y entonces se derramaría sangre —dijo con voz solemne—. ¿Los lobos SnowDancer?

—Peligrosos —le contestó—. Pero ellos ya controlan una cantidad inmensa de territorio. Nuestra información dice que no tienen los recursos para echarnos.

—¿Pero no son los únicos, verdad? —deslizando las manos en los bolsillos de su vívido abrigo rojo, Ria gesticuló hacia la derecha—. Este es el callejón donde me agarró. Iba hacia casa después de una clase nocturna. Mi última clase en realidad.

—¿Por qué estabas sola? —preguntó, un gruñido leve en su voz—. Era después del anochecer.

—Apenas eran las ocho —la irritación chispeó otra vez, Emmett comenzaba a mostrar las mismas tendencias sobreprotectoras que sus padres—. Y soy una adulta en caso de que no lo hayas notado.

Un parpadeo lento.

—Oh, lo he notado.