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Estaba en ninguna parte, en medio de nada. No obstante, una claridad nacarada alumbraba esa nada, sin sugerir por ello ni cerca ni lejos, ni arriba ni abajo. Creyó que estaba agitando los brazos y las piernas mientras procuraba orientarse, pero luego abandonó el intento. No tenía brazos ni piernas, aunque su sistema nervioso creyera que los tenía. La mano que creía poner delante de la cara, sencillamente, no estaba. El colapso de la retícula le había privado de un exterior. Era como si hubieran desconectado la proyección de la realidad. Ahora era sólo una partícula, un punto, carente de dimensiones.

Y una voz le hablaba.

¿Le reprogramaban mediante la privación sensorial? No tenía ninguna otra opción en esta materia, sobre todo, puesto que la materia allí no existía.

—El no lugar no es la nada, Sean. El no lugar es el Vacío. Escucha: hay más energía encerrada en un solo dedal de Vacío —y entonces experimentó la sensación de unos dedos agarrando… nada—, que en todos los soles y toda las radiaciones del universo entero. De esa nada emergen constantemente, de propio acuerdo, los pares de partículas. Pero, supuesta una liberación suficiente de energía, podría aparecer cualquier cosa: las configuraciones de partículas que correspondiesen a un zafiro, a un árbol, a un piano de cola…

»El universo manifiesto sólo se aproxima a este nivel de energía potencial en el seno de un agujero negro formado por la materia colapsada de una estrella gigante, o de muchas estrellas, quizá de muchos centenares de ellas. —Ahora percibía el latido de su corazón: ¡pum! ¡pum!—. De ese punto de singularidad, donde fallan las leyes “naturales”, podría emerger cualquier cosa a escala real: un árbol, un piano de cola…, si el horizonte temporal no trazase un cordon sanitaire alrededor de la singularidad.

»Sin embargo, los agujeros negros no permanecen atados siempre al horizonte temporal. El efecto túnel cuántico tiende a emborronar sus límites. —¡Ahora tenía pelo en su cuerpo! ¡Estaba siendo reconstruido físicamente en alguna parte, órgano a órgano, pieza a pieza!—. Hasta que, súbitamente, en un nanosegundo, el agujero negro se evapora en un destello de radiaciones. En este momento podría aparecer cualquier cosa de tamaño macroscópico, aunque estadísticamente, el espectro de emisión tenderá a ser aproximadamente térmico, de modo que cualquier objeto exótico sería destruido simultáneamente por la emisión.

»Pero existe una condición todavía más curiosa. Una masa elipsoidal en colapso, que gire cada vez más rápidamente sobre su eje mayor, se encogería, no en forma de singularidad puntual en un horizonte temporal, sino en singularidad filiforme que sería desnuda frente al universo manifiesto. —Lo mismo que él estaba desnudo en el Vacío. Ahora tenía ojos y podía ver: filamentos rosados de gases que se condensaban en soles brillantes del tipo O, a la temperatura del blanco, y que ionizaban dichos gases… ¡Siete soles por lo menos!—. Esta singularidad filiforme desnuda continuará sobre su vector original a través del universo manifiesto, emitiendo un perfil cuasitérmico durante toda la eternidad menos algunos momentos aleatorios. Durante uno de esos momentos aleatorios, al paso en proximidad de una nebulosa en condensación, emitirá hacia el universo, de manera completa y coherente, no un zafiro tan grande como un planeta, no un piano de cola para asombro de futuros astronautas que lo hallasen flotando en el espacio dentro de mil millones de años, no un exfarquib extraterrestre, sea lo que sea, sino (por la simple razón de que puede ocurrir así, y por tanto está ocurriendo en este momento) que emite energía vital coherente: una retícula de energías organizadas que gozan de conciencia. La energía vital surge, consciente de sí misma, en medio del caos estocástico. Una horda mental de fuerzas electromagnéticas. Nosotros.

«Mutamos. Nos desplazamos. Nos equilibramos. —Ahora tenía tímpanos, oído interno y sentido del equilibrio—. Nos fijamos sobre los billones de motas de polvo de la nebulosa como si fuesen la semilla capaz de solidificarnos. —Le brotó el pene y le dolieron las gónadas—. La radiación de los soles nuevos y más calientes nos alimenta. Cuando estos soles calientes despejan el resto de la nebulosa y abren cielos claros sobre el resto del universo, nos maravillamos de existir. Nos hallamos dotados, desde aquel momento de nuestro origen, de la capacidad de utilizar la propia energía del Vacío. Podemos hacer que aparezcan, no simples pares de partículas (la materia elemental de la creación espontánea) sino, realmente, un zafiro del tamaño de un planeta, un árbol, un piano de cola. Pero necesitaríamos saber qué son esas cosas…

»No lo sabemos. Nuestro nacimiento fue una irrupción súbita en la existencia. Carecemos de arquetipos. Carecemos de contenido. —Sean buscó y encontró sus pies, y sus caderas, su pecho y su cara—. Es sólo retrospectivamente cuando podemos comprender esas carencias, o entender que lo eran. Pero necesitamos generar y cambiar, atravesar procesos, para mantener nuestro equilibrio. ¿Qué es esa existencia extraña que recibimos de la singularidad? ¿Qué hemos de generar? ¿Qué cambios debemos experimentar? ¿Qué procesos debemos iniciar? Proyectamos redes cristalinas en el espacio, geometrías sólidas, por si pudieran servir. Examinamos el universo exterior, la materia, las radiaciones y el vacío. —Sean experimentó sensaciones parecidas a la insolación y al hambre: tenía la piel caliente, el estómago vacío—. Nuestra existencia, ¿es una broma? Este concepto sólo llegamos a entenderlo mucho más tarde, puesto que una broma exige un bromista y nosotros simplemente empezamos a existir. Comprenderás que si podemos hablarte de ello es porque vosotros mismos, y otros, nos habéis proporcionado los puntos de referencia.

«Interceptamos una señal de radio coherente. Nuestra horda mental la considera. Con el tiempo llegamos a darnos cuenta de que la misma testimonia la presencia de otro género de vida en el universo…, vida local, especializada… a miles de parsec de distancia y en el pasado remoto. Descubrimos un código genético, una historia, una cultura, unos logros y unos propósitos. Tomando de la energía propia del Vacío, construimos un mundo que gire, con un núcleo de materia colapsada, para que este mundo tenga gravedad, y con una atmósfera, ya que esa forma de vida parece necesitar de ambas cosas. —Sean se sintió las costillas, los huesos y las articulaciones—. Sobre la corteza de ese mundo animamos sus dones, según ellos mismos, y en la medida en que somos capaces de entenderlos. Una pequeña parte de nuestra horda mental entra en nuestra proyección como aqua vitae de la misma, como su espíritu de vida, para experimentarla mejor.

»Durante largo tiempo nos consideramos satisfechos con esa reanimación de su vida. Se suceden millones de rotaciones de esa cáscara de mundo; en el universo reina el silencio, el ruido de fondo. Y entonces interceptamos otro mensaje de vida. Y volvemos a crear otra corteza terrestre. Una vez más proyectamos el mensaje en forma sólida, en la medida en que somos capaces de adivinar todo aquello que permanece tácito. Y otra vez, una pequeña parte de nosotros mismos se dedica a imitar lo que debieron ser. Lo que perpetuamos es una idea de la idea que ellos tenían de sí mismos.

«Los soles blancos se hallan ya bien avanzados dentro de la serie principal cuando nuestra horda mental, siempre buscando, capta otra señal para animarla. Pasan los eones. ¡La vida es tan escasa en estas enormes distancias, y tan frágil! Aunque, considerando la totalidad del universo, forzosamente deben existir muchos ejemplos de ella.

«Cuando nuestras estrellas blancas se dilatan y se convierten en gigantes rojas, quizás habremos recibido una veintena de mensajes de la vida que ha alcanzado esa culminación. ¿Pueden captarse mutuamente? Lo dudamos. ¿Qué ocurre después de haber alcanzado esa culminación? No lo sabemos. Tal vez ella agota el mismo mundo en donde se produce, o tal vez se agota a sí misma. Nuestros soles se dilatan y pronto van a colapsar y estallar. Tomamos de la energía del Vacío que tenemos a nuestra disposición para enviar nuestras veinte cáscaras de mundo en diferentes direcciones, devolviendo entre las estrellas a esos seres presuntamente muertos que habitaron la galaxia, en un acto que vosotros llamaríais de culto/homenaje/admiración/conmemoración.

»Somos tan viejos, y al mismo tiempo tan jóvenes. El más joven de vosotros contiene mil millones de años de evolución. Nosotros estamos en un punto terminal de la evolución, si es que tal punto existe, desde el comienzo de nuestra existencia. Empezamos “perfectos” y recaemos en las realidades. Donde otros mundos tenían sueños, nosotros tuvimos que soñar mundos. Hemos de reingresar en la existencia para comprender ese punto omega de nuestro comienzo. Idénticos a nosotros mismos, asumimos identidades ajenas hasta donde podíamos simularlas. ¿Será nuestro único propósito el de mantener los propósitos de otros? ¿Y cómo puede existir un propósito para nosotros, los que sencillamente nos limitamos a ocurrir? Hemos de estudiar todos esos propósitos ajenos para llegar a saberlo. Pero nunca habíamos tenido un encuentro personal con ellos; los conocíamos sólo en la forma recreada por nosotros. Ya que se trataba siempre de desaparecidos largo tiempo ha. Y ellos jamás se conocieron entre sí, excepto a través de nuestra horda mental. De manera que, ¿cómo podríamos saber si acertábamos en nuestra representación de ellos? Éramos una vida mimética.

Sean se descubrió la lengua y la pasó por sus labios, con lo cual dejaron de estar sellados.

—¿Hasta que la Copernicus se encontró con una de vuestras cáscaras de mundo que orbitaba por aquí?

—Vosotros sois la primera forma de vida que hemos conocido directamente, con su propia fuerza vital intacta, sus propias fuerzas simbólicas de la mente profunda. Nos dejamos atrapar alegremente por la intensidad de vuestras señales de existencia. La profundidad de los símbolos y de los móviles nos fascinó. Pero no podemos ponerlo en conocimiento de nuestros demás mundos; se dispersaron demasiado lejos y hace demasiado tiempo. Los espacios interestelares son vastos y los abismos del tiempo inmensos. Nuestros mundos siguen su viaje por algún lugar de esta galaxia, o quizá fuera de ella…, cada proyección, animada por una horda mental y llevando una envoltura de horda mental disponible en reserva.

Un museo ambulante y disperso de formas de vida alienígenas proyectadas, reanimadas… Una Disneylandia cósmica y psíquica: ¿sería ésa la única forma actual de vida que compartía la galaxia con los humanos? ¿La única forma de vida superior? Pues, ciertamente, existían las otras formas interiores, las ecologías de los mundos colonizados descubiertos hasta el momento por la Tierra…

—La Horda Mental Primordial de los orígenes ha descendido toda a la materia, pero todavía podemos animar independientemente un mundo nuevo a expensas de la proyección anterior, cuyas especificaciones podemos memorizar por tiempo indefinido. Tal vez otra corteza, al recibir el mensaje de vuestra existencia procedente de vuestro planeta originario mucho después de que vosotros hayáis desaparecido, prefiera dejar en memoria su propia proyección y asumir en su lugar la reanimación de la Tierra… durante una hora, o durante un millón de años. Y tratar de adivinar lo que fuisteis en realidad. Pero ahora, a vosotros os conocemos por experiencia directa. Y por eso os adoramos/honramos/admiramos.

—Así que por eso estáis enganchados a la evolución deliberadamente acelerada de Knossos, ¡que os proporciona la infancia que no tuvisteis! Y cuando alcancemos todos el milenio, si es que eso llega, ¡podréis desconectar la proyección! Y animar vuestra idea de unos lagartos inteligentes, unos calamares o unos globos de gas que enviaron un mensaje hace millones de años, y que entonces serían sustituidos… ¡Esperad un momento! ¿Por qué han de fenecer necesariamente todas esas formas de vida? ¿Por qué ha de lanzar la vida terrestre un mensaje y luego desaparecer de la escena?

—Así se comporta la vida, como demuestran los precedentes. Naturalmente, sólo podemos hablar de los que han dado señales y no de los que jamás señalizaron su presencia. Pero los que enviaron el mensaje, lo hicieron durante poco tiempo. Es la culminación de una especie. Luego, el silencio.

—Nosotros hemos colonizado. Nos desarrollamos.

—A un par de distancias estelares de vuestro mundo imaginario. Eso no es nada. Es posible que vuestro mundo originario se esté secando ya, tras haber llegado a la culminación de su finalidad. Sólo nosotros somos inagotables, pues recibimos nuestra fuerza del Vacío mismo, al ser hijos del Vacío y la propia proyección de éste fuera de la singularidad. Aunque vuestra venida aquí podría ser un Gran Acontecimiento. No será un acontecimiento para vuestro mundo original que debe seguir su propio destino. Ahora lo comprendemos. Todas las formas de vida deben aprender a realizarse a sí mismas, en medio de las inmensidades del vacío…, los espacios inmensos, los tiempos inmóviles. Nosotros somos los únicos que podemos recopilar y comparar propósitos vitales, ya que por nuestro origen no tenemos ningún propósito propio.

—¡Knossos exige la cuarentena para este experimento global!

—Knossos conoce los símbolos profundos de vuestra vida. Knossos es la semilla. Pero tú también, Sean Athlon, has llegado a nuestro núcleo interior…

Sean estiró sus miembros. Se sentía otra vez como reencarnado. Los ojos, la nariz, los labios. Los pulmones intestinos, el corazón. Los pies y las manos. Ya no estaba en medio de ninguna parte. Su cuerpo empezaba a restablecer el espacio a su alrededor: longitud, anchura, altura. Un simple tirón bastaría para volverse del revés a sí mismo y para caer de nuevo en la realidad, como una pelota de tenis que hubiese rodado por espacios más altos. La realidad proyectada. A donar la horda mental a través de su lente.

Entonces tiró de sí mismo.