Damon se limitó a permanecer sentado. Luego se pasó la lengua por la boca y no dijo nada, no hizo nada.
—¡Eres un bastardo!
—Sí.
—¿Me estás diciendo que Stefan en realidad no me abandonó?
—Sí. Quiero decir… eso es.
—¿Quién escribió la carta en mi Diario, entonces?
Damon no dijo nada, pero desvió la mirada.
—¡Damon! —Ella no sabía si besarle o zarandearle—. ¿Cómo pudiste… sabes —dijo en una voz ahogada y amenazadora— por lo que he pasado desde que él desapareció? Pensaba a cada minuto que él había decidido coger y abandonarme. Incluso aunque tuviese intención de regresar…
—Yo…
—¡No intentes decirme que lo sientes! No intentes decirme que sabes lo que es eso, porque no lo sabes. ¿Cómo pudiste? ¡Tú no tienes sentimientos!
—Creo… que he tenido alguna experiencia similar. Pero no iba a intentar defenderme. Únicamente decir que disponemos de un tiempo limitado durante el que puedo impedir que Shinichi nos vea.
El corazón de Elena se estaba rompiendo en mil pedazos; sentía cómo cada uno la atravesaba. Nada importaba ya.
—Mentiste, rompiste tu promesa sobre nunca haceros daño el uno al otro…
—Lo sé… y eso debería haber sido imposible. Pero empezó esa noche cuando los árboles rodearon a Bonnie, a Meredith y… a Mark…
—¡Matt!
—Esa noche, cuando Stefan me pegó y me mostró su auténtico poder… fue debido a ti. Lo hizo para que yo me mantuviese alejado de ti. Antes de eso se había limitado a esperar mantenerte oculta. Y esa noche me sentí… traicionado de algún modo. No me preguntes por qué tendría que tener sentido, cuando durante años yo le he golpeado y le he hecho morder el polvo siempre que quería.
Elena intentó entender lo que le decía a pesar de sentirse tan destrozada. Y no lo consiguió. Pero tampoco podía ignorar un sentimiento que acababa de descender como un ángel encadenado para adueñarse de ella.
«Intenta mirar con otros ojos. Busca dentro, y no fuera, la respuesta. Conoces a Damon. Ya has visto lo que hay dentro de él. ¿Cuánto tiempo hace que está ahí?»
—¡Damon, lo siento! Conozco la respuesta. Damon… Damon. ¡Cielos! Puedo ver lo que te pasa. Estás más poseído que ninguna de esas chicas.
—¿Tengo… una de esas cosas dentro de mí?
Elena mantuvo los ojos cerrados mientras asentía. Le corrían lágrimas por las mejillas, y sintió náuseas incluso mientras se obligaba a hacerlo: reunir suficiente poder humano para ver con sus otros ojos, ver lo que de algún modo había aprendido a ver dentro de la gente.
El malach que había visto antes dentro de Damon y el que Matt había descrito eran enormes para ser simples insectos; tan largos como un brazo, quizá. Pero ahora en Damon percibía algo… inmenso. Monstruoso. Algo que lo ocupaba totalmente, la cabeza transparente dentro de sus hermosas facciones, el cuerpo quitinoso tan largo como el torso; las patas dobladas hacia atrás dentro de sus piernas. Por un momento pensó que iba a desmayarse, pero pudo controlarse. Contemplando fijamente la espectral imagen, pensó: «¿Qué haría Meredith?».
Meredith mantendría la calma. No mentiría, pero encontraría algún modo de ayudar.
—Damon, es malo. Pero tiene que haber algún modo de sacártelo… pronto. Voy a encontrar ese modo. Porque mientras esté dentro de ti, Shinichi puede obligarte a hacer cualquier cosa.
—¿Quieres saber por qué creo que se ha vuelto tan grande? Esa noche, cuando Stefan me echó de su habitación, todos los demás se marcharon a casa como buenos chicos y chicas, pero tú y Stefan os fuisteis a pasear. A volar. A planear.
Durante un buen rato aquello no significó nada para ella, a pesar de que había sido la última vez que había visto a Stefan. De hecho, eso era lo único relevante para ella: era la última vez que ella y Stefan habían…
Sintió que se helaba interiormente.
—Entrasteis en el Bosque Viejo. Tú eras todavía la pequeña niña espíritu que en realidad no sabía qué estaba bien y qué estaba mal. Pero Stefan debería haber sabido que no debía hacer aquello… en mi propio territorio. Los vampiros nos tomamos los territorios en serio. Y en mi propio lugar de descanso… justo ante mis propios ojos.
—¡Oh, Damon! ¡No!
—¡Oh, Damon! ¡Sí! Ahí estabais vosotros, compartiendo sangre, demasiado embelesados para haber advertido mi presencia incluso aunque hubiese saltado e intentado separaros por la fuerza. Tú llevabas un camisón blanco de cuello alto y parecías un ángel. Hubiera querido matar a Stefan allí mismo.
—Damon…
—Y fue justo entonces cuando Shinichi apareció. No necesitó que le explicara cómo me sentía. Y él tenía un plan, una oferta… una propuesta.
Elena volvió a cerrar los ojos y sacudió la cabeza.
—El te había preparado ya de antemano. Ya estabas poseído y listo para inundarte de cólera.
—No sé por qué —prosiguió Damon como si no la hubiese oído—, pero apenas pensé en lo que significaría para Bonnie, Meredith y el resto de la ciudad. No podía pensar en nada que no fueras tú. Todo lo que quería era a ti, y vengarme de Stefan.
—Damon, ¿quieres escucharme? Para entonces, ya te habían poseído deliberadamente. Pude ver el malach en ti. Admites —mientras sentía cómo él acumulaba fuerzas para dar su opinión— que algo te estaba influyendo antes de eso, obligándote a observar cómo Bonnie y los otros morían a tus pies esa noche. Damon, creo que estas cosas son aún más difíciles de eliminar de lo que imaginamos. Para empezar, tú por lo general |no te quedarías y contemplarías cómo la gente hace… cosas privadas… ¿verdad? ¿No demuestra el hecho mismo de que lo hicieras que algo no iba bien?
—Es… una posibilidad —concedió Damon, infeliz.
—Pero ¿es que no lo ves? Eso fue lo que te hizo decirle a Stefan que únicamente salvaste a Bonnie porque se te antojó, y eso fue lo que hizo que rehusases contarle a nadie que los malachs te estaban obligando a contemplar el ataque de los árboles, hipnotizándote. Eso y tu estúpido y obstinado orgullo.
—No te pases con los cumplidos. Podría quedarme sin nada que decir y estallar.
—No te preocupes —dijo Elena, categórica—, nos suceda lo que nos suceda al resto de nosotros, tengo la sensación de que tu ego sobrevivirá. ¿Qué sucedió a continuación?
—Hice un trato con Shinichi. Él atraería a Stefan a algún lugar apartado donde yo pudiese verle a solas y luego lo sacaría clandestinamente de allí para llevarlo a algún sitio donde Stefan no pudiese encontrarte…
Algo volvió a borbotear explosivamente dentro de Elena. Era una compacta y dura pelota de euforia comprimida.
—¿No lo habéis matado? —consiguió pronunciar.
—¿Qué?
—¿Stefan está vivo? ¿Está vivo? ¿Está… realmente vivo?
—Tranquilízate —respondió Damon con frialdad—. Tranquila, Elena. No podemos permitirnos que te desmayes. —La sujetó por los hombros—. ¿Pensabas que tuve intención de matarlo?
Elena temblaba casi demasiado violentamente como para responder.
—¿Por qué no me lo has dicho antes?
—Te pido disculpas por la omisión.
—¿Está vivo… de verdad, Damon? ¿Estás absolutamente seguro?
—Segurísimo.
Sin pensar en sí misma, sin pensar absolutamente en nada, Elena hizo lo que mejor hacía: cedió a sus impulsos. Rodeó el cuello de Damon con los brazos y le besó.
Por un momento, Damon se limitó a permanecer muy rígido por la impresión. Había hecho tratos con asesinos para secuestrar al amante de la muchacha y diezmar la ciudad donde ella vivía. Pero la mente de Elena jamás lo vería de aquel modo.
—Si él estuviese muerto… —Se detuvo y tuvo que volverlo a probar—. Mi trato con Shinichi depende de que Stefan siga vivo… vivo y lejos de ti. No podía arriesgarme a que te matases o a que realmente me odiases. —De nuevo apareció una nota de distante frialdad—. Con Stefan muerto, ¿qué dominio podría yo tener sobre ti, princesa?
Elena hizo caso omiso de todo aquello.
—Si está vivo, puedo encontrarlo.
—Si te recuerda. Pero ¿y si todos los recuerdos que tenía de ti le fuesen extraídos?
—¿Qué? —Elena quería estallar—. Si me extrajesen cada recuerdo de Stefan —dijo en tono glacial—, seguiría enamorándome de él en el mismo instante en que le viera de nuevo. Y si a Stefan le arrebataran cada recuerdo mío, vagaría por el mundo entero buscando algo sin saber el qué.
—Muy poético.
—De todas maneras, Damon, ¡gracias de verdad por no permitir que Shinichi lo matara!
El sacudió la cabeza ante ella, contemplándose con perplejidad.
—No me sentía… capaz… de hacer eso. Será porque había dado mi palabra. Supuse que si él fuese libre y feliz y no recordase, eso cumpliría suficientemente…
—¿La promesa que me hicisteis? Supusiste mal. Pero ahora no importa.
—Sí que importa. Has sufrido por ello.
—No, Damon. Lo único que realmente importa es que no está muerto… y que no me abandonó. Todavía hay esperanza.
—Pero Elena… —La voz de Damon tenía vida ahora, sonaba a la vez excitada e inflexible—. ¿No lo ves? Dejando a un lado historias pasadas, tienes que admitir que nosotros sí que nos pertenecemos. Tú y yo estamos hechos el uno para el otro, por naturaleza. En el fondo, lo sabes porque nos comprendemos mutuamente. Nos hallamos en el mismo nivel intelectual…
—¡Stefan piensa igual que tú!
—Bueno, lo único que puedo decir es que entonces lo disimula muy bien. Pero ¿no lo percibes? ¿No sientes… —la fuerza con que la sujetaba empezaba a resultar molesta— que podrías ser mi princesa de la oscuridad, que algo muy dentro de ti desea serlo? Yo puedo verlo, aunque tú no puedas.
—No puedo ser nada para ti, Damon. Salvo una cuñada amable.
Él negó con la cabeza, riendo con aspereza.
—No, tú sólo sirves para el papel principal. Bueno, todo lo que puedo decir es que si sobrevivimos al combate con los gemelos, verás cosas en ti misma que no has visto nunca antes. Y sabrás que estamos hechos para estar juntos.
—Y todo lo que yo puedo decir es que para sobrevivir a este combate con los gemelos Bobbsey del Infierno, necesitaremos todo el poder espiritual que podamos conseguir. Y eso implica recuperar a Stefan.
—Tal vez no podamos hacerlo regresar. Sí, lo reconozco… Aunque expulsemos a Shinichi y a Misao de Fell's Church, la probabilidad de que vayamos a poder acabar con ellos completamente es más o menos cero. Tú no eres una guerrera. Probablemente ni siquiera podremos hacerles demasiado daño. Pero ni siquiera yo sé dónde está exactamente Stefan.
—Entonces los gemelos son los únicos que pueden ayudarnos.
—Si todavía pueden ayudarnos… Vale, de acuerdo, lo admitiré. El Shi no Shi probablemente sea un completo fraude. Probablemente les quitan unos cuantos recuerdos a vampiros ton-torrones; los recuerdos son la moneda favorita en el Otro Lado; y luego los echan mientras la caja registradora todavía suena. Son unos farsantes. Aquel lugar es una pocilga gigante y un espectáculo de fenómenos de feria…, algo así como un Las Vegas decadente.
—Pero ¿no temen que los vampiros a los que estafan quieran vengarse?
Damon rió, en esta ocasión musicalmente.
—Un vampiro que no quiere ser vampiro es lo más bajo en el tótem del Otro Lado. Bueno, salvo por los humanos. Junto con amantes que han realizado pactos de suicidio, niños que saltan del tejado porque creen que su capa de Superman puede hacerles volar…
Elena intentó desasirse de él, reprenderlo, pero él era sorprendentemente fuerte.
—No parece un lugar muy agradable.
—No lo es.
—¿Y es ahí donde está Stefan?
—Si tenemos suerte…
—Vamos a ver —dijo ella, viendo las cosas como siempre las veía, en términos de planes A, B, C y D—: primero tenemos que sonsacarles a esos gemelos dónde está Stefan. En segundo lugar, hemos de conseguir que curen a las jovencitas que han poseído. Tercero, tenemos que lograr que dejen Fell's Church en paz… para siempre. Pero antes de hacer nada de esto, tenemos que encontrar a Stefan. El podrá ayudarnos; sé que lo hará. Y luego simplemente esperar que seamos lo bastante fuertes para el resto.
—Sí que nos iría bien la ayuda de Stefan. Pero has pasado por alto la cuestión fundamental; por ahora, lo principal es impedir que los gemelos nos maten.
—Todavía creen que eres su aliado, ¿verdad? —La mente de Elena barajaba rauda diversas opciones—. Haz que sigan confiando en ti. Espera hasta que llegue el momento oportuno, y entonces aprovéchalo. ¿Tenemos alguna clase de arma contra ellos?
—Hierro. No les sienta nada bien el hierro: son demonios. Y el querido Shinichi está obsesionado contigo, aunque no puedo decir que su hermana vaya a aprobarlo cuando se dé cuenta.
—¿Obsesionado?
—Sí. Contigo y con las canciones tradicionales inglesas, ¿recuerdas? Aunque no llego a comprender el motivo. Me refiero a las canciones.
—Bueno, no sé de qué nos puede servir eso…
—Pero apostaría a que su obsesión contigo enfurecerá a Mi-sao. Es una simple corazonada, pero lo ha tenido sólo para ella durante miles de años.
—Entonces enfrentémoslos, finjamos que va a conseguirme. Damon… ¿qué? —añadió Elena en tono alarmado cuando él apretó más las manos sobre ella como si estuviese preocupado.
—No va a conseguirte —dijo él.
—Ya lo sé.
—No me gusta nada la idea de que otra persona te consiga. Se suponía que tenías que ser mía, ya sabes.
—Damon, no. Ya te lo he dicho. Por favor…
—¿Con eso quieres decir «por favor no me obligues a hacerte daño»? La verdad es que tú no puedes hacerme daño a menos que yo te lo permita. Sólo puedes lastimarte a ti misma atacándome.
Elena consiguió al menos separar más la parte superior de sus cuerpos.
—Damon, acabamos de llegar a un acuerdo, hicimos planes. Ahora, ¿qué estamos haciendo, tirarlos todos a la basura?
—No, pero se me ha ocurrido otro modo de conseguirte un superhéroe de primera categoría ahora mismo. Llevas una barbaridad de tiempo diciéndome que debería tomar más de tu sangre.
—Ah… sí.
Era cierto, aunque eso hubiese sido antes de que él hubiese admitido ante ella todas aquellas cosas terribles. Y…
—Damon, ¿qué sucedió con Matt en el claro? Lo estuvimos buscando por todas partes, pero no lo encontramos. Y tú te alegraste.
El no se molestó en negarlo.
—En el mundo real estaba enojado con él, Elena. Parecía ser simplemente otro rival. Parte de la razón de que estemos aquí es para que pueda recordar exactamente qué sucedió.
—¿Le hiciste daño a Matt, Damon? Porque ahora me estás haciendo daño a mí.
—Sí. —La voz de Damon era de pronto frivola e indiferente, como si lo encontrara divertido—. Supongo que sí que le hice daño. Usé dolor psíquico contra él, y eso ha hecho que muchos corazones dejen de latir. Pero tu Memo es fuerte. Eso me gusta. Le hice sufrir al límite, y sin embargo siguió viviendo porque temía dejarte sola.
—¡Damon!
Elena forcejeó hacia atrás, pero se encontró con que no servía de nada. El era mucho, mucho más fuerte que ella.
—¿Cómo pudiste hacerle eso?
—Ya te lo he dicho: era un rival. —Damon rió de repente—. No lo recuerdas, ¿verdad? Le hice humillarse por ti. Le hice morder el polvo, literalmente, por ti.
—Damon… ¿estás loco?
—No. Precisamente ahora estoy encontrando mi cordura. No necesito convencerte de que me perteneces. Puedo tomarte.
—No, Damon. No seré tu princesa de la oscuridad ni… ni ninguna otra cosa sin que me lo pidas. Como mucho tendrás un cuerpo sin vida para jugar con él.
—A lo mejor me gustaría. Pero te olvidas de que puedo entrar en tu mente. Y tú todavía tienes amigos… en casa, preparándose para cenar, acostarse, eso es lo que esperas tú, ¿verdad? Amigos con todos sus miembros, que jamás han conocido el auténtico dolor.
Elena tardó un buen rato en hablar. Entonces dijo con calma:
—Retiro todas las cosas amables que he dicho jamás sobre ti. Eres un monstruo, ¿me oyes? Eres una abomin… —Su voz descendió poco a poco—. Te están obligando a hacerlo, ¿no es cierto? —dijo por fin en tono abatido—. Shinichi y Misao. Un bonito espectáculo para ellos. Del mismo modo en que antes te obligaron a hacerle daño a Matt.
—No, hago sólo lo que me apetece.
¿Fue un destello rojo lo que Elena vio en sus ojos? El brevísimo brillo de una llama…
—¿Sabes lo hermosa que estás cuando lloras? Estás más bella que nunca. El dorado de tus ojos parece alzarse a la superficie y derramarse en lágrimas que son como diamantes. Me encantaría hacer que un escultor esculpiese un busto tuyo llorando.
—Damon, sé que no hablas en serio. Sé que es esa cosa que hay en tu interior.
—Elena, te lo aseguro, es cosa mía. Disfruté mucho cuando le obligué a hacerte daño. Me gustó oír el modo en que gritabas. Hice que te desgarrara la ropa… Tuve que hacerle daño para conseguir que lo hiciese. Pero ¿advertiste que tenías la camisola rota, y que estabas descalza? Fue Memo.
Elena obligó a su mente a regresar al momento en que había saltado del Ferrari. Sí, entonces, y durante el tiempo transcurrido después, había estado descalza y con los brazos al descubierto, vestida sólo con una camisola. Una buena parte de la tela de los vaqueros había quedado sobre el borde de la carretera y en la vegetación circundante. Pero en ningún momento se le había ocurrido preguntarse qué les había sucedido a sus botas y calcetines, o cómo había quedado su camisola hecha trizas por la parte inferior. Sencillamente se había sentido tan agradecida por la ayuda… de aquel que había sido el principal causante de su situación.
«Vaya, Damon debe de haber pensado que eso era irónico.» De improviso reparó en que ella misma pensaba en Damon y no en quien lo poseía. No en Shinichi o Misao. Pero ellos no eran la misma cosa, se dijo. «¡Tengo que recordar eso!»
—Sí, disfruté obligándole a hacerte daño, y disfruté haciéndote daño. Hice que me trajera una vara de sauce, justo del grosor adecuado, y luego te azoté con ella. A ti también te gustó eso, te lo prometo. No te molestes en buscar marcas porque todas han desaparecido junto a las otras. Pero los tres disfrutamos escuchando tus gritos. Tú… y yo… y Memo, también. De hecho, de todos nosotros, puede que él fuese quien más disfrutara.
—Damon, ¡cállate! ¡No voy a escucharte hablar sobre Matt de ese modo!
—Pero no quise permitirle que te viese sin tus ropas —le confió Damon, como si no hubiese oído nada—. Fue entonces cuando le hice… marchar. Le coloqué en otra esfera de nieve. Quería perseguirte mientras intentabas huir de mí, en una esfera vacía de la que jamás podrías salir. Quería ver esa mirada que aparece cuando peleas con todo lo que tienes… y quería verla derrotada. Tú no eres una luchadora, Elena. —Damon rió de improviso, con un sonido desagradable, y ante el sobresalto de la muchacha su brazo salió disparado al frente y atravesó de un puñetazo la pared de la plataforma de observación.
—Damon… —Ella sollozaba ya en aquellos momentos.
—Y luego quería hacer esto.
Entonces, el puño de Damon obligó a su barbilla a alzarse, tirando la cabeza hacia atrás. La otra mano se le enredó en los cabellos, echando hacia atrás el cuello hasta la posición en que quería que ella estuviese. Y entonces Elena sintió cómo la mordía, rápido como una cobra, y notó las dos heridas abiertas en su cuello, y su propia sangre brotando a chorros de ellas.
Una eternidad más tarde, Elena despertó perezosamente. Damon seguía disfrutando, claramente absorto en la experiencia de tener a Elena Gilbert. Y no había tiempo para hacer otros planes.
El cuerpo de la muchacha sencillamente tomó el control por sí mismo, sobresaltándola casi tanto como a Damon. Ya mientras él alzaba la cabeza, la mano de ella le arrancó del dedo la llave mágica de la casa. Luego se contrajo, se retorció, alzó las rodillas todo lo que pudo, y lanzó una patada que expulsó a Damon a través de la madera astillada y podrida que formaba la barandilla exterior de la plataforma de observación.