Hubo una especie de exclamación ahogada general. Stefan se quedó blanco, los labios apretados en una fina línea. A Bonnie le pareció que se ahogara en palabras, en explicaciones, en recriminaciones sobre el comportamiento de Caroline. Elena podía haber tenido tantos novios como estrellas había en el cielo, pero al final había renunciado a todo eso porque se había enamorado, aunque Caroline no tuviera ni idea de lo que eso significaba.
—¿No tenéis nada que decir ahora? —se mofaba Caroline—. ¿No encontráis una respuesta apropiada? ¿Se os comió la lengua el murciélago?
Empezó a reír, pero era una risa forzada y sin brillo, y a continuación brotaron palabras de ella casi sin control, palabras que supuestamente no debían pronunciarse en público. Bonnie había usado la mayoría de ellas en un momento u otro, pero allí, y en aquel momento, formaron un torrente de poder cargado de veneno. Las palabras de Caroline se iban acumulando formando una especie de crescendo; algo iba a suceder, tal clase de fuerza no se podía contener…
Reverberaciones, se dijo Bonnie cuando las ondas sonoras empezaron a crecer…
«Cristal —le dijo la intuición—. Apártate de lo que sea de cristal.»
Stefan tuvo el tiempo justo de girar en redondo hacia Meredith y gritarle:
—¡Deshazte de la lámpara!
Y Meredith, que no sólo era veloz en la respuesta sino también una lanzadora de béisbol con un 1,75 de promedio en carrera, la agarró como una exhalación y la arrojó contra… no, a través…
… una explosión al hacerse añicos la porcelana de la lámpara…
… de la ventana abierta.
Hubo un destrozo parecido en el baño. El espejo había estallado tras la puerta cerrada.
Entonces Caroline abofeteó a Elena.
Dejó un manchurrón de sangre en su rostro, que Elena palpó cautelosamente. También dejó la huella blanca de una mano, que se fue tornando roja. La expresión de Elena era capaz de hacer llorar a una piedra.
Y entonces Stefan hizo lo que Bonnie consideró lo más pasmoso de todo. Depositó a Elena con gran delicadeza en el suelo, besó su rostro alzado hacia él, y se volvió en dirección a Caroline.
La sujetó de los hombros, sin zarandearla, únicamente manteniéndola inmovilizada, obligándola a mirarle.
—Caroline —le dijo—, para. Regresa. Por tus viejos amigos que se preocupan por ti, regresa. Por la familia que te ama, regresa. Por tu alma inmortal, regresa. ¡Regresa junto a nosotros!
Caroline se limitó a contemplarlo desafiante.
Stefan dio media vuelta, en dirección a Meredith, haciendo una mueca.
—En realidad no estoy hecho para esto —dijo con ironía—. No es el fuerte de ningún vampiro.
Luego se volvió hacia Elena, con la voz llena de ternura.
—Amor, ¿puedes ayudarnos? ¿Puedes volver a ayudar a tu vieja amiga?
Elena intentaba ya ayudar, tratando de llegar hasta Stefan. Se había incorporado temblorosamente, primero con ayuda de la mecedora y luego de Bonnie, que hacía todo lo posible por ayudarla a vencer la fuerza de la gravedad. Elena se tambaleaba tanto como una jirafa recién nacida con patines, y Bonnie —casi una cabeza más baja— tenía serios problemas para sostenerla.
Stefan hizo ademán de ir en su ayuda, pero Matt estaba ya allí, sosteniendo firme a Elena desde el otro lado.
Entonces Stefan hizo que Caroline se diera la vuelta, y la sujetó, sin permitir que saliese huyendo, obligándola a mirar a Elena a la cara.
Elena, mientras la sostenían por la cintura de modo que las manos quedaran libres, efectuó unos cuantos movimientos curiosos, dando la impresión de hacer dibujos en el aire, cada vez más de prisa, frente a la cara de Caroline, a la vez que entrelazaba y separaba las manos con los dedos en posiciones distintas. Parecía saber exactamente lo que hacía. Los ojos de Caroline seguían los movimientos de las manos de Elena como por obligación, pero estaba claro por sus gruñidos que odiaba hacerlo.
«Magia —pensó Bonnie, fascinada—. Magia Blanca. Está invocando ángeles, tan seguro como que Caroline estuvo invocando demonios. Pero ¿es lo bastante poderosa como para arrancar a Caroline de la oscuridad?
Y finalmente, para completar la ceremonia, Elena se inclinó al frente y besó castamente a Caroline en los labios.
Y se armó la marimorena. Caroline consiguió escurrirse de las manos de Stefan e intentó arañar el rostro de Elena. Objetos de la habitación empezaron a volar por los aires, propulsados por una fuerza que no era humana. Matt intentó agarrar el brazo de Caroline y recibió un puñetazo en el estómago que lo hizo doblarse hacia adelante, y en seguida recibió también un manotazo en la nuca.
Stefan soltó a Caroline para recoger a Elena y llevárselas a ella y a Bonnie a un lugar seguro. Parecía asumir que Meredith podía cuidar de sí misma… y tenía razón. Caroline intentó pegar a ésta, pero Meredith estaba preparada. Agarró el puño de Caroline y la ayudó a seguir la dirección del golpe. Caroline aterrizó sobre la cama, se retorció, y luego volvió a abalanzarse sobre Meredith, en esta ocasión agarrándole los cabellos. Meredith se zafó de un tirón, dejando un mechón de pelo en los dedos de Caroline. Luego Meredith consiguió introducir el puño bajo la guardia de Caroline y la golpeó de lleno en la mandíbula. Caroline se desplomó.
Bonnie la vitoreó y se negó a sentirse culpable por ello. Luego, por primera vez, mientras Caroline yacía inmóvil, Bonnie reparó en que las uñas de Caroline volvían a estar todas en su sitio: largas, fuertes, curvadas y perfectas, ni una sola desportillada o rota.
¿El poder de Elena? Debía de serlo. ¿Qué otra cosa podía ser? Con tan sólo unos cuantos gestos y un beso, Elena había curado la mano de Caroline.
Meredith se estaba masajeando la mano.
—Nunca me había dado cuenta de lo mucho que duele noquear a la gente —dijo—. Nunca lo muestran en las películas. ¿Les sucede lo mismo a los chicos?
Matt se sonrojó.
—Yo… bueno, en realidad jamás…
—Es igual para todo el mundo, incluso para los vampiros —indicó Stefan lacónicamente—. ¿Estás bien, Meredith? Quiero decir, Elena podría…
—No, estoy perfectamente. Bonnie y yo tenemos una tarea que llevar a cabo. —Hizo una seña con la cabeza a Bonnie, que aSintió débilmente como respuesta—. Caroline es nuestra responsabilidad, y deberíamos habernos dado cuenta de por qué ha tenido que regresar en realidad: no tiene coche. Apuesto a que usó el teléfono de abajo e intentó conseguir que alguien la recogiera, pero no pudo, y entonces volvió a subir. Así que ahora tenemos que llevarla a casa. Lo siento, Stefan. No ha sido gran cosa como visita.
Stefan tenía un aspecto sombrío.
—Probablemente es todo lo que Elena podía soportar, de todos modos —dijo—. Más de lo que yo pensaba, para ser sincero.
—Bien —intervino Matt—, soy yo el que tiene coche, y Caroline es también responsabilidad mía. Puede que yo no sea una chica, pero tengo mi corazoncito.
—Quizá podríamos regresar mañana —propuso Bonnie. —Sí, supongo que eso sería lo mejor —respondió Stefan—. No me gusta tener que dejarla marchar —añadió, mirando fijamente a la inconsciente Caroline con rostro ensombrecido—. Temo por ella. Y mucho.
Bonnie no dejó escapar la oportunidad de preguntar.
—¿Por qué?
—Creo… bueno, tal vez es demasiado pronto para decirlo, pero parece estar casi poseída por algo… pero no tengo ni idea de qué. Creo que tengo que llevar a cabo una investigación en serio.
Y ahí volvía a estar aquella agua helada goteando por la espalda de Bonnie. La sensación de lo verdaderamente cerca que estaba el gélido océano del miedo, listo para volcarse sobre ella y engullirla en un instante.
—Lo que sí es seguro —añadió Stefan— es que se estaba comportando de un modo raro… incluso para Caroline. Y no sé lo que vosotros habéis oído cuando maldecía, pero yo he oído otra voz tras ella, haciendo de apuntador. —Volvió la cabeza hacia Bonnie—. ¿La has oído tú también?
Bonnie hizo memoria. ¿Había habido algo —apenas un susurro— y justo un instante antes de que surgiera la voz de Caroline? ¿El más tenue de los susurros sibilantes?
—Y lo sucedido aquí puede haberlo empeorado. Invocó al Infierno en un momento en que esta habitación estaba saturada de Poder. Y Fell's Church está en el cruce de tantas líneas de energía sobrenatural, que no es nada divertido. Con todo eso teniendo lugar… bueno, simplemente desearía que tuviésemos a un buen parapsicólogo en la zona.
Bonnie supo que todos pensaban en Alaric.
—Intentaré conseguir que venga —dijo Meredith—. Pero está por el Tíbet o Tombuctú llevando a cabo investigaciones. Hará falta algo de tiempo para hacerle llegar siquiera un mensaje.
—Gracias. —Stefan parecía aliviado.
—Tal y como he dicho antes, ella es responsabilidad nuestra —siguió Meredith en voz queda.
—Lamentamos haberla traído —dijo Bonnie en voz alta, más bien esperando que algo dentro de Caroline pudiera oírla.
Se despidieron por separado de Elena, no muy seguros de lo que podría suceder. Pero ella se limitó a sonreírle a cada uno y a tocarles las manos.
Por buena suerte o por la gracia de algo más allá de la comprensión de todos ellos, Caroline despertó. Parecía incluso bastante racional, si bien un poco atontada, cuando el coche llegó al camino de entrada de su casa. Matt la ayudó a salir del coche y, con la chica sujeta de su brazo, la acompañó a la puerta, donde les atendió la madre de Caroline. Era una mujer tímida y poquita cosa, de aspecto cansado, que no pareció sorprendida de recibir a su hija en aquel estado en una tarde de finales de verano.
Matt dejó a las chicas en casa de Bonnie, donde éstas pasaron la noche preocupadas en sus conjeturas. Bonnie se durmió c0n el sonido de las maldiciones de Caroline resonando en su cabeza.
Querido Diario:
Algo va a suceder esta noche.
No sé hablar ni escribir, y no recuerdo muy bien cómo escribir usando un teclado, pero puedo enviarle pensamientos a Stefan y él puede escribirlos. No tenemos secretos el uno para el otro.
Así que éste es mi diario ahora. Y…
Esta mañana volvía despertar. ¡Volvía despertar! Todavía era verano en el exterior, y todo era verde. Los narcisos del jardín están todos en flor. Y tuve visitas. No sabía exactamente quiénes eran, pero tres de ellos son colores intensos y nítidos. Les besé, de modo que no volveré a olvidarlos.
El cuarto era diferente. Sólo pude ver un color fragmentado surcado de negro. Tuve que usar fuertes palabras de Poder Blanco para impedir que aquella persona trajera cosas oscuras a la habitación de Stefan.
Me está entrando sueño. Quiero estar con Stefan y sentir cómo me abraza. Le amo. Renunciaría a cualquier cosa para estar con él. Él me pregunta: «¿Incluso volar?». Incluso volar, para estar con él y mantenerlo a salvo. Incluso cualquier cosa, para mantenerlo a salvo. Incluso mi vida.
Ahora quiero ir a él.
Elena
(Y Stefan lamenta tener que escribir en el nuevo Diario de Elena, pero tiene que contar algunas cosas, porque algún día quizá ella querrá leerlas, para recordar.) He escrito sus pensamientos en forma de frases, aunque no surgen de ese modo. Aparecen como fragmentos de pensamiento, imagino. Los vampiros estamos acostumbrados a traducir los pensamientos cotidianos de la gente en forma de frases coherentes, pero los pensamientos de Elena necesitan más traducción que la mayoría. Por lo general piensa en forma de imágenes de brillantes colores, con una palabra aislada o dos.
El «cuarto» del que habla es Caroline Forbes. Elena conoce a Caroline casi desde la guardería, creo. Lo que me desconcierta es que hoy Caroline la atacó de todos los modos imaginables, y sin embargo cuando registro la mente de Elena no puedo encontrar ningún sentimiento de ira ni siquiera ningún dolor. Asusta casi escudriñar una mente como la suya.
La pregunta a la que realmente me gustaría responder es: ¿Qué le sucedió a Caroline durante el corto tiempo que estuvo secuestrada por Klaus y Tyler? ¿Ha hecho todo esto por voluntad propia? ¿Permanece aún en ella algún resto del odio de Klaus como un miasma que contamina el aire? ¿O tenemos a otro enemigo en Fell's Church?
Y lo que es más importante, ¿qué hacemos al respecto?
Stefan, al que están arrancando del ordena…