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Josseran descubrió que montar un camello era un tipo de tormento distinto a montar los caballos de los tártaros. Aquellos camellos bactrianos avanzaban dando grandes pasos y se balanceaban como los barcos. Tardó varios días en adaptarse, le producía dolor de estómago hasta que aprendió a balancearse hacia delante y hacia atrás siguiendo los movimientos del camello.

Por lo visto, sus compañeros tártaros eran casi tan expertos con los camellos como con los caballos. Vio a varios de ellos, incluyendo a Jutelún, desmontar y volver a montar sin detener la caravana. En determinado momento estaba caminando junto a su camello y al siguiente tiraba con fuerza la cuerda de la nariz para lograr que la bestia bajara el cogote; entonces, levantaba la otra mano para coger la joroba y subir al cuello del animal. Por lo visto, el secreto consistía en soltar con lentitud la cuerda de la nariz para que el camello no levantara la cabeza con demasiada rapidez y echara al suelo al jinete.

Que fue lo que le pasó a Josseran cuando intentó hacerlo, para diversión de Un Solo Ojo y de los tártaros.

Un Solo Ojo llamaba Leila a la camella que le habían dado a Guillermo, pero él la había bautizado Satán. Por motivos sólo por ellos conocidos, los tártaros le habían dado el animal más arisco de todos. Era una bestia desafiante cuya cabeza terminaba en un nudo de lana y cuyas patas delanteras eran del tamaño de un taburete. Cada vez que el sacerdote trataba de montarla, Satán preveía sus movimientos y volvía la cabeza para morderle las nalgas mientras Guillermo subía a la joroba.

En una ocasión, al final de un largo día, instalaron el campamento para la noche; una vez descargados los fardos, soltaron las cuerdas para que los animales se alimentaran. En lugar de ir con los demás camellos, al ver que el fraile le daba la espalda, Satán se acercó a Guillermo por detrás. Josseran creyó que tenía intención de morderle. En lugar de eso, la camella puso la boca cerca del hombro de Guillermo y le lanzó un grito junto a la oreja. Guillermo jadeó y saltó por el aire como si le hubieran golpeado el hombro con una espada.

Los tártaros se alejaron riendo ruidosamente.

Josseran vio que Jutelún reía con los demás; era la primera vez en muchos días que mostraba alguna emoción. Desde hacía un tiempo estaba siempre de mal humor. Se preguntaba qué le podía estar pasando y llegó a la conclusión de que dicha actitud había comenzado aquella noche en Kashgar, cuando había llegado de Almalik el mensajero de su padre.

En realidad, desde que la había recibido, la misiva de su padre nunca estuvo lejos de los pensamientos de Jutelún. Parecía que en Karakoram y en Shang-tu los acontecimientos se habían precipitado con mayor rapidez de lo esperado.

El juriltay para elegir al nuevo kan de kanes ya se había celebrado en Karakoram, tal como era la tradición, y Ariq Böke, el hermano del kan de kanes muerto, había sido elegido como el tártaro supremo, que era lo que todos esperaban.

Pero no todos estaban de acuerdo con la elección. Su hermano menor, Qubilay, que dirigía la guerra contra los chinos en la lejana Catay, no asistió. En lugar de ello organizó un juriltay en Shang-tu, su capital, donde sus generales le eligieron kan de kanes. Era inconcebible que un juriltay de los tártaros se llevara a cabo en cualquier parte que no fuera en la capital, Karakoram. Representaba una rebelión y sería causa de la primera guerra civil que tendría lugar desde los días de Gengis Kan.

Todas las esposas e hijos de Mangu apoyaban a Ariq Böke. La Estirpe de Oro, los descendientes de Gengis, la familia real tártara, también le había dado su apoyo, lo mismo que el hermano de Ariq Böke, Batu, de la Horda de Oro. Sólo Hulagu se había aliado con Qubilay.

Al rebelde Qubilay debían haberlo aislado. Sin embargo, dirigía un ejército poderoso y bien armado con excelentes posiciones estratégicas. En realidad, parecía significar una amenaza potente para la integridad del imperio tártaro.

El mensaje enviado por Qaidu terminaba con una advertencia. Cuanto más se acercaran a los límites de Catay, con mayor cautela debería comportarse Jutelún. La caravana podía ser vulnerable a soldados leales a Qubilay.

Y el desierto podía no ser el único peligro que afrontaran durante la primera luna del verano.