A pesar de que ésta es una obra de ficción, he tratado, en lo posible, de ser fiel a la historia. La Shang-tu de este libro es la legendaria Xanadú de Coleridge. Su construcción comenzó en 1257 y originalmente era conocida como Kaiping; no adquirió el nombre de Shang-tu hasta 1263. Algunas veces, he usado en la novela el término «cruzados», ya que esta palabra es comprensible para el público occidental. Sin embargo, se trata de un nombre posterior y no era un vocablo común entre los francos del siglo XIII. También he empleado la palabra yurta para describir las tiendas de Asia central, aunque allí la gente las llama gers. Yurta es una palabra rusa, pero resulta más familiar para los lectores occidentales. A Kung Fu-Tsé lo conocemos como Confucio.
Algunas de las ciudades que aparecen en el relato existen hoy en día y pueden visitarse. Kashgar sigue siendo un importante centro comercial, tal como lo era en el siglo XIII, aunque gran parte de la vieja ciudad fue destruida durante la Revolución Cultural junto con los muros de la ciudad. Jarakoya se conoce ahora como Turpan, Kumul es Hami, y Kensan Fu es la moderna Xi’an. Todavía existe un fuerte en la Puerta de Jade, a pesar de que es de una época posterior y ha sido restaurado para el turismo. Gaochang, cerca de la Turpan de la época moderna, está en ruinas, y Shang-tu no es más que un montón de piedras en la estepa de Mongolia.
Estoy en deuda con una serie de estudios contemporáneos e históricos sobre los mongoles, particularmente con Tim Severin por su informe sobre el chamanismo entre los mongoles actuales.
También quiero dar las gracias a Geneviève y a Dominique Devinat por su alegre compañía durante la noche en que nuestro todoterreno se averió, al este de Turpan. Asimismo quiero hacer constar mi agradecimiento a mi editora de Heyne, Angela Volknant, por toda la ayuda y el apoyo que me dio mientras escribía este libro.
Y por fin, le agradezco a mi mujer, Helen, no sólo su ayuda con el manuscrito sino también su valor al acompañarme en autobuses, trenes y coches que inspiraban poca seguridad a lo largo de lo que queda de la vieja Ruta de la Seda.