Eugenia, de cabello rubio castaño, piel muy clara y ojos azul violeta, era impetuosa, terca y rebelde. Desde niña mostró una gran complicidad con su padre del que heredaría un profundo idealismo y su admiración por Napoleón. Le gustaba pasear a caballo con él, dormir al raso en las noches de verano y frecuentar el ambiente gitano del Albaicín.