Aunque Cristina dejó escrito que deseaba ser enterrada en el Panteón de Roma, se le dio un solemne funeral de Estado y sus restos descansan en la Basílica de San Pedro en el Vaticano, un honor sólo reservado a papas y a unos pocos monarcas. Su lema, «he nacido libre, he vivido libre y moriré libre», hubiera sido su mejor epitafio.