La residencia de la reina en Roma fue el palacio Farnesio, uno de los más hermosos de la ciudad. Allí instaló las obras de arte procedentes de su colección privada y todos los miércoles abría las puertas del palacio para que se pudiera admirar su magnífica pinacoteca. En poco tiempo se convertiría en el verdadero centro de la vida mundana, literaria y artística de la ciudad.