A pesar de su falta de atractivo físico, Cristina era una reina poderosa y un magnífico partido. Ya desde corta edad, no le faltaron pretendientes, entre ellos el rey de España, Felipe IV. Años después, sería este monarca, ya buen amigo, quien intercedería ante el Vaticano para que Cristina de Suecia, después de abdicar y convertirse al catolicismo, pudiera alojarse en Roma. [Retrato del rey pintado por Velázquez.]