A principios de noviembre de 1905 la gran duquesa Militza presentó a la zarina a un misterioso campesino llamado Grigori Rasputín. En su diario, el zar Nicolás escribió sobre su primer encuentro con Rasputín: «Hemos conocido a un hombre de Dios». Rasputín, que contaba con el respaldo de importantes miembros de la iglesia, tendría una influencia tan grande en los zares que se le llegó a acusar de ser el culpable del fin de la dinastía de los Romanov.