park
Había pensado decirle a la nueva que le había gustado su poema.
Y eso no era nada comparado con lo que pensaba. La pelirroja era la única de toda la clase que no había recitado el poema como si estuviera leyendo los deberes. Lo hizo como si el poema tuviera vida propia. Como si los versos expresasen algo que llevaba dentro. Mientras duró la lectura, Park no pudo apartar la vista de ella. (Aún menos que de costumbre. Park, por lo general, no podía dejar de mirarla). Cuando hubo terminado, varias personas aplaudieron y el señor Stessman la abrazó. Lo cual contravenía todas las normas del código de conducta.
«Eh. Buen trabajo. En la clase de literatura». Eso le diría.
O quizás: «Vamos juntos a clase de literatura. Me ha encantado tu poema».
O: «Vas a clase del señor Stessman, ¿verdad? Sí, ya me parecía».
El miércoles, después de taekwondo, Park recogió los cómics que había encargado, pero esperó al jueves por la mañana para empezar a leerlos.
eleanor
Aquel asiático tan cretino se había dado cuenta de que leía sus cómics. Incluso miraba a Eleanor de vez en cuando antes de pasar la página, como si fuera muy educado o algo así.
Definitivamente no pertenecía a la secta satánica. No hablaba con nadie. (Y menos con ella). Pero al parecer gozaba de cierto respeto, porque cuando Eleanor se sentaba a su lado todos la dejaban en paz. Incluida Tina. Ojalá pudiera pasarse el día pegada a él.
Esa mañana, cuando Eleanor subió al autobús, tuvo la sensación de que el chico la estaba esperando. Él sostenía un cómic llamado Watchmen y le pareció tan malo a simple vista que Eleanor decidió no molestarse en espiar. O en leer a hurtadillas. O lo que fuera.
(Se lo pasaba mejor leyendo La patrulla X, aunque no pillase casi nada; el argumento de La patrulla X era más complicado que Hospital general. Eleanor tardó dos semanas en descubrir que Scott Summers y Cíclope eran la misma persona, y seguía sin estar segura de quién era Fénix).
Pese a todo, Eleanor no tenía nada mejor que hacer, así que echó un vistazo a aquel cómic tan horrible. La historia la atrapó al instante. Y de repente se dio cuenta de que ya estaban en el instituto. Fue muy raro, porque no habían llegado ni a la mitad del cuadernillo, cuando normalmente los devoraban en un viaje.
Vaya rollo… Ahora él leería el resto del cómic entre clases y sacaría algo cutre como ROM para el camino de vuelta.
Pero no lo hizo.
Cuando Eleanor subió al autobús aquella tarde, el asiático abrió Watchmen justo por la página donde lo habían dejado.
Aún leían al llegar a la parada de Eleanor (pasaban tantas cosas que se quedaban mirando la misma viñeta durante minutos), y cuando ella se levantó para marcharse, el chico le tendió el cómic.
Se quedó tan sorprendida que intentó devolvérselo, pero él ya no la miraba. Eleanor se metió el fascículo entre los libros como si fuera algo clandestino y luego se bajó del autobús.
Lo leyó tres veces más aquella noche, tendida en la litera de arriba, acariciando al mismo tiempo a aquel gato viejo y pringoso. Cuando terminó, metió el cómic en la caja de los pomelos para que no se estropeara.
park
¿Y si no se lo devolvía?
¿Y si no podía acabar la primera entrega de Watchmen porque se la había prestado a una chica que no se la había pedido y que ni siquiera debía de saber quién era Alan Moore?
Si ella no le devolvía el cómic, estarían en paz. Eso pondría fin al mal rollo que había entre ellos desde que le dijera: «Joder, siéntate».
Mierda… No, no lo haría.
¿Y si se lo devolvía? ¿Qué se suponía que debía decirle en ese caso? ¿Gracias?
eleanor
Cuando Eleanor llegó al asiento que compartían, el asiático estaba mirando por la ventana. Ella le tendió el cómic y el chico lo guardó.