park
Park le dijo a Eleanor que mejor no lo acompañara a casa después de clase. Suponía que estaba castigado. Se lavó la cara en cuanto llegó. Luego se encerró en su cuarto.
Su madre entró a charlar.
—¿Estoy castigado? —preguntó Park.
—No lo sé —repuso ella—. ¿Qué tal tus clases?
En realidad, le estaba preguntando: «¿Alguien ha intentado hundirte la cabeza en el retrete?».
—Bien —respondió él.
Un par de chicos lo habían insultado en los pasillos, pero Park no se había sentido tan mal como esperaba. Mucha gente le había dicho que tenía una pinta muy guay.
La madre se sentó en la cama. Se diría que había tenido un día muy largo. Se le marcaba el delineador alrededor de los labios.
La mujer se quedó mirando las figurillas de La guerra de las galaxias que se amontonaban en un estante. Park llevaba años sin tocarlas.
—Park —dijo ella—. Tú… ¿quieres parecer chica? ¿Es por eso? Eleanor viste como chicos. ¿Tú quieres parecer chica?
—No —respondió Park—. Es que me gusta. Me siento bien.
—¿Maquillado como chica?
—No —dijo Park—. Como yo mismo.
—Tu padre…
—No quiero hablar de él.
La madre de Park se quedó allí sentada un minuto. Luego se marchó.
Park permaneció en su cuarto hasta que Josh lo llamó. La cena estaba lista. El padre no alzó la vista cuando Park se sentó.
—¿Dónde está Eleanor? —le preguntó.
—Pensaba que estaba castigado.
—No estás castigado —respondió el hombre, concentrado en el rollo de carne.
Park miró a su alrededor. Solo Josh le devolvió la mirada.
—¿No vamos a hablar sobre lo que ha pasado esta mañana? —preguntó Park.
Su padre tomó otro bocado de carne, lo masticó a conciencia y se lo tragó.
—No, Park, en este momento no se me ocurre nada que decirte.