Me gustaría dar las gracias a algunas de las personas que han contribuido a la existencia de este libro… y a mi propia existencia.
En primer lugar, a Colleen Eickelman, que se empeñó en que aprobara octavo.
A las familias Bent y Huntley, cuya amabilidad me mantuvo con vida.
A mi hermano, Forest, que jura que sus elogios no se deben al parentesco.
A Nicola Barr, Sara O’Keefe y Natalie Braine, por su inquebrantable fidelidad, por borrar el océano Atlántico del mapa y, sobre todo, por estar tan pendientes de Eleanor.
Gracias, ya puestos, a toda la gente de Orion y St. Martin’s Press.
Gracias especialmente a la encantadora e intuitiva Sara Goodman, que me inspiró confianza en cuanto se sentó a mi lado en el autobús.
A mi querido amigo Christopher Schelling, lo mejor que me podía pasar.
Y, por fin, querría dar las gracias a Kai, Laddie y Rosey por su amor y paciencia. (Sois mis grandes predilectos, ahora y siempre).