Indecisa, después de otro momento de turbado asombro, exclamó de nuevo:
—¡Ah, pero no es verdad, no puede ser! ¡Pero cuán verdadero parece!
El fuego encendido la atraía y, arrodillándose delante, extendió sus manos cerca de las llamas, tan cerca que el ardor la hizo retroceder.
—Un fuego solamente soñado no quemaría las manos —exclamó.
Se incorporó de un salto y comenzó a tocar la mesa, los platos, la alfombra… fue a la cama y palpó las mantas. Recogió la suave bata acolchada, y en un arrebato la estrechó contra su pecho y acarició su mejilla con la sedosa tela.
—¡Qué suavidad se siente! —casi sollozó—. ¡Y es de seda! No cabe duda… es de verdad. —Se la echó sobre los hombros y metió los pies en las chinelas—. ¡Y éstas también son verdaderas! Y no estoy… ¡no estoy soñando!
Fue hacia los libros con paso inseguro y abrió el primero, el que estaba encima. Había algo escrito en la primera página, sólo unas cuantas palabras que decían: A la pequeña de la buhardilla. De un amigo.
Cuando leyó esto, ¿no era una cosa extraña lo que sucedía? Se dejó caer con la carita sobre el libro y rompió en lágrimas.
—No sé quién es —dijo—, pero hay alguien que me quiere un poco. Ya cuento con un amigo.
Cogió su bujía y salió corriendo al otro cuarto, al de Becky, fue a su cama para despertarla y compartir tanta maravilla. La pobre criada aún tenía las marcas de las lágrimas en la cara. Al abrir los ojos y ver a Sara ataviada con la espléndida bata de levantarse, se sobresaltó y pensó que era la princesa que ella recordaba.
—¡Becky… Becky! ¡Ven! —llamó tan fuerte como se atrevió.
Demasiado asustada para poder articular una palabra, la niña se levantó sin esperar más y siguió a su princesa, boquiabierta y con ojos asombrados. Cuando cruzaron el umbral del cuarto de Sara, la princesa cerró la puerta suavemente y la atrajo hacia aquel tibio y esplendoroso lugar, lleno de cosas que le hacían dar vueltas la cabeza y vacilar sus sentidos amedrentados.
—¡Es de verdad… es de verdad! —la animó Sara—. Yo he tocado todas estas cosas con la mano, y son reales, tan verdaderas como tú y yo. Un mago ha venido y traído todo mientras estábamos dormidas… un mago bondadoso que nunca permitirá que vuelvan a suceder cosas feas y que la desesperación se apodere de nosotras.