Capítulo 7

—Hunter, ¿qué demonios haces? —Una familiar voz femenina sonó a su espalda.

Intentando no fruncir el ceño, Hunter se volvió para mirar a Deke que le observaba desde la puerta con el brazo sobre los hombros de su esposa, Kimber. Hunter clavó los ojos en su hermana. Parecía feliz, saludable y… muy embarazada. Hacía meses que no la veía y constatar que su hermanita iba a tener un niño, era cuando menos impactante.

Se preguntó cuánto habría escuchado Kimber del discurso que acababa de soltarle a Kata y dio un respingo.

—Hola, hermanita. ¡Estás enorme! ¿Cuándo dijiste que salías de cuentas?

—Hola. La semana que viene, y no uses mi embarazo para cambiar de tema. —Le lanzó una mirada furiosa mientras se apartaba de Deke para acercarse a él, luego echó una ojeada a Kata—. Cuéntame lo que está pasando o te pegaré hasta que me lo digas. Las hormonas del embarazo transforman a las mujeres en brujas.

—Esto no me lo pierdo —dijo Tyler con voz de risa.

—Es cierto que está muy irritable estos últimos días —confirmó Deke.

—Luego me ocuparé de vosotros dos —anunció, mirándoles por encima del hombro.

—¿Ves? —Deke lanzó a Hunter una mirada de advertencia para que cooperara.

Se hubiera reído si la situación no hubiera sido tan seria. Así que se limitó a sostenerle la mirada a su cuñado.

—¿Por qué la has traído? Ninguna mujer embarazada, en especial mi hermana, debería estar presente en el escenario de un crimen.

—Como si cualquiera de vosotros pudiera impedir que viniera —se burló Kimber—. Ahora, déjate de rollos machistas y comienza a explicarme por qué Deke sabe que te has casado y yo no. —Se acercó a Kata y le tendió la mano—. Por cierto hola, soy Kimber Trenton. ¿Puedo ayudarte en algo?

Kata, que parecía tan cansada como aturdida, ladeó la cabeza y le estrechó la mano.

—Kata Muñoz.

—Edgington —le recordó Hunter con los dientes apretados.

Kata apartó la mirada y él notó que se estremecía.

—¿Así que es cierto que os habéis casado? ¿Cuándo? —exigió Kimber.

Puede que no fuera el mejor momento, pero nada podría impedir que Kimber obtuviera toda la información.

—Anoche.

—¡Los tienes cuadrados! ¿Os habéis casado sin decírselo a la familia? ¿No se te ha ocurrido que querríamos estar allí? De hecho, no es sólo que no nos hayas invitado, es que ¡jamás hemos oído hablar de Kata! ¿Cuánto tiempo lleváis saliendo?

—Jamás hemos tenido una cita —comenzó a decir Kata—. La boda no ha sido más que un estúpido error producto de una borrachera en Las Vegas. Lamento haberte causado problemas con tu familia.

Escuchar aquellas palabras fue como si le cortaran con un cuchillo. Haberse casado con Kata era lo correcto. Sabía que era así a pesar de lo aterrada y nerviosa que estaba ella ahora. Desde que le puso el anillo, Hunter había esperado que en alguna parte, en lo más profundo de su ser, Kata también supiera que estaban hechos el uno para el otro. Pero ella no podía o no quería admitirlo.

—No es un error. —Se vio forzado a decir, a pesar de todo, mientras la observaba con un reto en la mirada.

Las dos mujeres le ignoraron.

—Kata, no estaba gritándote a ti —aseguró Kimber. Luego se volvió y clavó los ojos en Hunter—. Y tú… Ni siquiera sé por dónde empezar contigo.

La boda no había sido lo que se dice planeada, maldita sea, y no pensaba dejar que Kimber le censurara por no habérselo dicho antes. Aunque bien sabía Dios que su hermana lo intentaría.

—¿Tú te permitías el lujo de criticarme por… por la inusual relación que mantuve con Deke antes de casarnos? ¡Le dijo la sartén al cazo! Deberías aplicarte el cuento ya que apenas conoces a Kata. Por cierto, bonito nombre. Sin embargo, yo soy consciente de que es tu vida.

—Exactamente —gruñó él.

—Sí. Pero está claro que no sabes nada sobre el matrimonio. No es que llevar un año casada me haya convertido en una experta, pero lo que sí puedo decirte es que si Deke me hubiera amenazado de la manera en que acabas de hacerlo tú con Kata, ahora estaríamos discutiendo a gritos en el aparcamiento.

¿Kimber le había oído? Maldición

Tyler tosió para disimular la risa. Deke apretó los labios y se dio la vuelta en un fútil intento de no estallar en carcajadas. Hunter les obsequió a ambos con una mirada aniquiladora.

Quizá Kimber tuviera razón, pero Kata era independiente y terca. Jamás reconocería que necesitaba ayuda para mantenerse a salvo. No aceptaría su protección por las buenas, a pesar de que podría haber muerto hacía sólo unas horas. Además, cuando él había visto la escena del crimen, había tenido un mal presentimiento. Algunas cosas no tenían sentido.

—Gatita —dijo Deke mirando a Kimber—. A Kata le han disparado y ya sabes cómo somos los hombres cuando se trata de proteger a nuestras esposas.

—Estoy completamente familiarizada con el exceso de testosterona. Pero si le han atacado, lo que necesita son mimos y abrazos, no que la amenacen con atarla a la cama.

—No es la táctica que yo hubiera usado —admitió Deke—, pero…

—Gilipolleces —intervino Tyler de repente—, utilizarías cualquier excusa para atar a Kimber a la cama.

—Eso también es cierto. —Deke contuvo una sonrisa mientras clavaba la mirada en su esposa—. Pero Kata tiene intención de regresar al trabajo antes de que sepamos por qué están tratando de matarla. Si yo fuera Hunter, también haría cualquier cosa con tal de proteger a mi mujer.

—No entiendo por qué debe amenazarla justo ahora, cuando ella acaba de pasar por una experiencia ya de por sí traumática. —Kimber puso los ojos en blanco; parecía a punto de perder la paciencia—. Hunter, ¿puedo hablar contigo un minuto a solas?

Él suspiró. La pregunta de su hermana podría interpretarse como «¿podría echarte la bronca por haber sido tan estúpido en privado?». Pero sabía que o la escuchaba ahora, o tendría que hacerlo más tarde y con intereses. A pesar de todas las diferencias que había tenido con Kimber en el pasado, quería a su hermana. Si ella deseaba hablar con él, estaba dispuesto a oír lo que tuviera que decir.

—¿Estarás bien? Sólo será un minuto —le preguntó a Kata, pasándole suavemente la palma de la mano por la espalda.

—Llevo un rato diciéndote que estoy bien. —Kata puso los brazos en jarras y alzó la barbilla.

Su actitud no ocultó su vulnerabilidad ni lo asustada que parecía; se la veía temblorosa y aturdida. Hunter notó que la preocupación le retorcía las entrañas. ¿Por qué era tan terca? Decía que había tenido suficiente de hombres dominantes para toda la vida, comparándole con su padrastro, pero es que él no podía permitirse el lujo de no comportarse así cuando le quedaban tan pocos días para reincorporarse a su unidad y había un asesino suelto.

Hunter asintió con la cabeza.

—Siéntate, cielo. Ahora vengo.

—En cuanto el detective Montrose haya terminado sus preguntas, me voy a casa a dormir.

—No irás sola. No pienso permitir que estés sola antes de que sepamos quién te amenaza. Así que vas a esperarme.

Kata vaciló y Hunter supo que no era eso lo que había pensado hacer. Ese hecho aislado era la certeza final de que protegerla y mantenerla a salvo era la maniobra correcta, incluso aunque a ella no le gustara. Si no la vigilaba alguien, podría morir.

—Esto no ha sido un ataque fortuito —señaló él—. ¿Por qué iba a venir un sicario a la oficina un domingo? Tu coche es el único en el aparcamiento. Ese hombre sabía que estabas aquí, y que estabas sola.

—Pero ¿cómo? Tú eras la única persona que sabía que estaba aquí.

Hunter se irguió en toda su altura. Aquella acusación implícita no era mucho mejor que un puñetazo.

—Estaba en un avión —escupió—, estuve hablando contigo desde el momento en que me diste la dirección de la oficina hasta el instante en que te dispararon. ¿Cómo coño iba a decírselo a nadie? Además, si hubiera sido así, ¿por qué dos minutos después llamaría a Deke para que acudiera a rescatarte?

Santo Dios, se estaba empezando a enfadar muy en serio. No necesariamente con Kata —aunque tampoco es que no fuera con ella—, sino con la situación. Si ella pensaba, siquiera durante un segundo, que él era capaz de enviar a un asesino a darle caza, tenían problemas de confianza mucho más graves de lo que él había pensado.

El pesar cubrió la cara de Kata.

—Tienes razón, por supuesto. No estaba siendo racional. Lo siento. Es sólo que… —Se mordió los labios, conteniendo las lágrimas—. Estoy un poco asustada.

Hunter no quería asustarla más, pero sí que entrara en razón.

—Lo sé. Mi teoría es que este tipo te siguió desde tu apartamento. Quienquiera que quiere matarte, sabe dónde vives. Por eso quiero protegerte. —Miró a los otros hombres para que le apoyaran—. Tyler, Deke, decídselo vosotros, no puede estar sola.

—No, no es aconsejable. —Tyler cruzó los brazos sobre el pecho, frente a Kata, bloqueándole eficazmente el camino al aparcamiento—. Hunter tiene razón, cariño.

A Hunter no le gustó nada que otro hombre se dirigiera a su esposa de manera afectiva, pero antes de que pudiera actuar, Kimber le agarró por el brazo y le arrastró para poder hablar a solas.

—Pero ¿es que no te escuchas cuando hablas? —siseó ella.

—Bueno, es un hecho irrefutable. No puede irse sola a casa hasta que sepamos que es seguro.

—Tal vez, pero es la manera en que lo dices. —Kimber le golpeó la frente con la palma de la mano—. Hunter, puede que a veces parezcas estúpido, pero sé que jamás te habrías casado con nadie, y mucho menos con una total desconocida, a menos que estuvieras seguro de que es la persona adecuada.

Que Kimber hubiera ido directa al meollo del asunto no debería sorprenderle, su hermanita era muy lista.

—Exactamente. Así que voy a proteger a Kata.

—Sé que eso es lo que pretendes —le dijo Kimber en voz baja— pero tienes que pensar las cosas con más cuidado. La has escuchado, ¿verdad? Kata considera que el matrimonio fue un error y no quiere verse intimidada ni por ti ni por nadie.

Sí, vaya una sorpresa. Kata había luchado contra él desde el mismo momento en que prendieron fuego a las sábanas. Necesitaba conocerla mejor, consolarla, conseguir que sintiera por él lo que él sentía por ella. El primer día de su matrimonio había sido un desastre; comenzando por el detalle de que cuando despertó Kata no recordaba que estaban casados. Desde ese momento, todo había ido de mal en peor. Saber que ella corría peligro hacía que tuviera los nervios de punta.

—Si lo que quieres es que Kata sea feliz y que tu matrimonio funcione, no puedes atropellarla como si fueras un camión —le advirtió Kimber—. Papá lo hizo durante años con mamá y mira cómo acabaron.

Hunter se apartó inconscientemente.

—Nosotros no nos parecemos en nada al Coronel y a Amanda. No pienso renunciar a este matrimonio sin luchar.

—Eres un maldito idiota. Nuestros padres se separaron porque papá se comportaba como tú estás haciendo ahora. Piénsalo. Como mantengas esta actitud avasalladora acabarás arrepintiéndote. Lo único que conseguirás es que Kata huya de ti tan rápido que ni siquiera te enterarás.

—¿Conoce a alguien que quiera matarla?

La pregunta del detective Montrose reclamó de nuevo la atención que Kata había concentrado en Hunter hasta ese momento. ¿Sobre qué estaría discutiendo con su hermana mientras Deke y Tyler se acercaban para poner la antena? Parecía como si ella le estuviera metiendo en cintura y, predeciblemente, él no diera el brazo a torcer. Kimber no había dado ninguna indicación de que desaprobara la elección de esposa que había hecho Hunter, pero…

Kata apartó la mirada. Daba igual si le gustaba o no a su familia. Hunter y ella no iban a estar casados el tiempo suficiente como para que le importara su opinión. Pero tenía que admitir que Kimber le había caído bien. Y ver cómo Hunter recibía una zurra verbal de su muy embarazada hermana, la hacía sonreír. Que él permaneciera allí quieto, escuchando lo que ella tenía que decirle… Sin duda, Gordon jamás habría tolerado aquel tipo de actitud de ninguna mujer.

El detective cuarentón se quitó las gafas de sol. El húmedo calor reinante aquel mes de mayo hacía que estuviera sudoroso.

—¿Señorita Muñoz? —reclamó su atención.

—Lo siento. ¿Me ha preguntado si sé de alguien que quiera matarme? Sí. Como ya he dicho, soy agente de libertad condicional, así que probablemente haya más de uno. Pero debería anotar el nombre de Cortez Villarreal. Es mi principal sospechoso; pertenece a la organización de los Gansters Disciples. Ya pesa una orden de arresto sobre él.

El detective hojeó sus notas.

—Cierto. Me informaré de si lo hemos detenido. —Sacó el móvil de la funda del cinturón y marcó un número—. Ponme con Boudreaux. Sí, esperaré. —Entonces la miró otra vez—. ¿Algún sospechoso más?

Ella revisó mentalmente la lista de reinsertados a su cargo. No le llamó la atención nadie más.

—Creo que no.

—¿Algún miembro de su familia? ¿Algún enemigo?

Sin duda su padrastro no le tenía demasiado aprecio, pero Gordon nunca había sido violento; sólo un capullo manipulador con un agujero en el lugar donde debiera tener el corazón. Negó con la cabeza.

—¿Un antiguo amante?

El único que tenía alguna razón para estar enfadado con ella era Ben, pero no se había mostrado celoso cuando supo que se había casado con Hunter, sólo le había molestado que se negara a mantener relaciones sexuales con él. Se disculparía en un par de días, cómo hacía siempre que discutían. A pesar de haber sido militar, Ben no era demasiado agresivo.

—Definitivamente no.

Montrose tomó nota.

—Nos ha dicho que no había visto antes a su asaltante. ¿Está segura?

—Sí.

—¿Existen posibilidades de que esté relacionado con Villarreal?

Ella encogió los hombros.

—Supongo. Cuando le encierren, deberían comprobar sus huellas dactilares.

El detective asintió con la cabeza.

—Es la manera más fácil de saber si tiene antecedentes. El sospechoso debería estar ya en comisaría. Lo preguntaré tan pronto como… —De repente, sonó el móvil, reclamando su atención—. Sí, Armand. ¿Está ahí Cortez Villarreal?… Sí, se le ha terminado el permiso. —Un momento después, maldijo por lo bajo—. No es posible. Háblame sobre el tipo que acaba de ingresar acusado de intento de asesinato, mira los antecedentes… —El detective frunció ceño—. ¿Qué? —Luego pareció quedarse completamente anonadado—. ¡Joder! ¿Cuándo? —El detective cerró los ojos y suspiró—. Mantenme informado.

—¿Qué ha ocurrido? —preguntó ella con impaciencia, notando un doloroso nudo en el estómago—. ¿Se ha escapado?

Montrose cerró el teléfono de golpe y la miró indeciso.

—¿Tiene algún lugar adónde ir? Me refiero a un sitio seguro.

«A casa». En aquel momento pensar en una ducha caliente antes de meterse en la cama sonaba celestial… Pero la advertencia de Hunter y el repentino nerviosismo del detective hicieron que Kata se lo planteara de nuevo.

—¿Qué ha ocurrido?

—El hombre que la ha intentado matar fue apuñalado en su celda. Un trabajo desde dentro. Muy profesional.

Kata comenzó a temblar.

—¿Está muerto?

Montrose asintió con la cabeza y bajó la vista a las gafas de sol que sostenía entre los dedos antes de mirarla con serios ojos oscuros.

—Quien vaya detrás de usted, se ha molestado mucho para no dejar cabos sueltos. Va en serio.

Hunter tenía razón; aquel ataque no había sido fortuito. De hecho, su atacante había llegado a admitir que era un encargo. Alguien le había contratado. Pero ese alguien también se había ocupado de él antes de que pudiera hablar con la policía.

—Aún no tenemos la identidad del agresor. No hay nada que lo relacione con los Gansters Disciples ni con otra banda, lo que no quiere decir nada, quizá asesinarla a usted habría sido su iniciación o…

—Parecía demasiado mayor para ser un chico de las calles. El policía suspiró.

—Bueno, cualquiera sabe… Tome precauciones y alójese en algún lugar seguro durante unos días.

«¿Mierda?». Pero ¿dónde? Kata comenzó a temblar de nuevo y se sentó en la silla intentando tranquilizarse. Alguien quería verla muerta… y pronto.

Una cosa era evidente. No podía ir a casa de Marisol sin poner en peligro a su hermana y a sus sobrinos. Tampoco podía ir con su madre. Gordon la tomaría con ella si aparecía por allí sin avisar para quedarse. Después de todo lo que su madre había sufrido, Kata no quería causarle problemas. Además, cuanto más lejos estuviera de Gordon, mejor.

¿En dónde la dejaba eso? ¿Debía recurrir a su hermano Joaquín? ¿Seguiría en Houston? No tenía ni idea. El año anterior había mantenido en secreto su paradero, y dudaba que se lo fuera a decir ahora. Joaquín era como un fantasma para ellos.

Suspiró y se pasó la mano por el pelo. No podía poner en peligro a Ben; su relación había sido superficial y conveniente, nada más. Quizá pudiera coger el arma, un poco de dinero en efectivo y esconderse una temporada hasta que las cosas se apaciguaran. Pero si, como parecía, habían ido a por ella, el asunto no se resolvería hasta que quien quisiera verla muerta lo hubiera conseguido. Algo que no tenía intención de permitir.

Por los retazos de conversaciones que había escuchado durante las últimas horas, Kata había llegado a la conclusión de que Deke y un tipo llamado Jack, que ahora se encontraba de viaje, eran propietarios de una empresa de guardaespaldas privados. Tyler, que había sido detective de homicidios, les echaba una mano de vez en cuando. ¿Podría contratarles para que la protegieran? Era posible… pero todos ellos eran amigos de Hunter y harían lo que él dijera.

Todo ello la llevaba de nuevo a su nuevo e inesperado marido. Pero, si le pedía ayuda, ¿lo consideraría como algún tipo de consentimiento tácito para hacerse con el control de su vida? Quizá estuviera siendo paranoica, pero había visto a Gordon demasiados años en acción y Ben ya le había advertido que a Hunter le gustaba dominar. Los dos parecían no comprender el significado de la palabra «no» y poseer un talento natural para manejar todo a su antojo, sobre todo a las mujeres.

Quizá no fuera justa al comparar a Hunter con su padrastro. Kata sabía que la noche anterior no había sido demasiado magnánima con él y su marido no se comportaba como era habitual en Gordon.

«Eres tan hermosa, cielo». La voz de Hunter resonó en su cabeza. No, ésa no era la manera en que Gordon le hablaba a su madre.

Lanzó una mirada a Hunter. Estaba erguido, concentrado; su postura y su cuerpo eran los de un guerrero. Era perfectamente capaz de mantenerla apartada de cualquier peligro. Embrujadores recuerdos de sus grandes manos calentándole la piel, separándole los muslos, amenazando con atarla a la cama, la inundaron. Había llegado a ella a todos los niveles, de una manera que no había conseguido ningún hombre con anterioridad.

Aun así, no vaha la pena morir por no ceder a la vulnerabilidad y al miedo que la hacía sentir.

—¿Tiene algún sitio al que ir? —preguntó de nuevo Montrose en voz baja, interrumpiendo sus pensamientos.

«¿Dónde no tuviera que dormir con un ojo abierto y un arma bajo la almohada?».

—No, pero Hunter sí.

Apretando el volante del todoterreno de Tyler, Hunter se concentró en el escaso tráfico que había en Lafayette ese domingo por la mañana. El sol brillaba, los pájaros cantaban, la gente comía helados en las esquinas. Y la furia que burbujeaba en su interior estaba a punto de hacerle perder la compostura.

Algún capullo quería matar a su esposa. Ése era el resumen, pero la conversación con el detective Montrose empeoraba todavía más el asunto.

Su único consuelo era que ella había recurrido a él para que la protegiera. Aquella mujer terca confiaba en él. Era un buen punto de partida… Y lo utilizaría en cuanto hubiera terminado con aquello que amenazaba su vida.

—Has actuado bien al permitir que te protegiera —le aseguró—. Yo me encargaré de todo.

Kata negó con la cabeza; el largo pelo negro le rozó los brazos y el nacimiento de los pechos que él recodaba haber saboreado. Todavía tenía los labios hinchados y los ojos irritados y pesados por la falta de sueño. La adrenalina que la había sostenido antes ya había agotado su energía, pero a pesar de que había recurrido a él, Kata se negaba a mostrar debilidad.

Su propia adrenalina todavía bullía en su sangre. En lo único que podía pensar era en cargarse al bastardo que quería hacer daño a Kata. O en acostarse con ella. Quería hacer ambas cosas, pero parecía que iba a tardar en lograr cualquiera de las dos.

—Aprecio mucho tu ayuda, pero quiero dejar claro algo. —Se volvió hacia él en el acogedor interior del vehículo con una mirada de advertencia—. He recurrido a ti porque no estoy segura de que pueda solucionarlo sola, pero no me gusta que seas tú el que se encargue de ello.

Tanto monta, monta tanto. Ella no tenía experiencia en esa clase de asuntos y él no pensaba permitir que Kata corriera peligro por culpa de aquel terco orgullo. La dejaría decorar la casa como quisiera, ponerle el nombre a las mascotas, elegir dónde ir de vacaciones; pensaba delegar en ella multitud de temas a lo largo de su matrimonio, pero sería él quien se encargaría de todo lo referente al sexo y a su seguridad.

Con las palabras de Kimber resonando todavía en sus oídos, y el abandono de Kata de esa mañana enlazando un bucle sin fin en su cerebro, Hunter deseó poder permitirse el lujo de desistir. Pero no podía hacerlo, aunque tal vez fuera capaz de encontrar una manera suave de hacerle ver su lógica.

Hunter asintió con la cabeza.

—De acuerdo. ¿Qué habías pensado?

La expresión de Kata decía que ésa era una cuestión que no se había planteado todavía.

—S-supongo que lo mejor será buscar refugio en algún sitio, al menos hasta que la policía haya atrapado a Cortez Villarreal.

—Yo conozco el lugar adecuado.

Lo más probable es que a Logan no le entusiasmara la presencia de un extraño en sus dominios, pero no diría nada. Si Hunter estaba seguro de algo era de que su hermano habría hecho lo mismo en su lugar. El apartamento de Logan era tan seguro como un bunker. Hunter utilizaría las especiales instalaciones de su hermano según surgiera.

—Bien. —Ella asintió con la cabeza; parecía aturdida y a punto de llegar al límite de sus fuerzas—. Te lo agradezco. En cuanto tenga la mente clara, me ocuparé de todo, pero por ahora creo que lo más prudente será esconderme. Casi nadie sabe que estamos relacionados, en especial alguien como Cortez Villarreal.

—Hablando de eso… —Hunter deseó no tener que comentar ahora ese tema, pero era demasiado importante para pasarlo por alto—. Pensémoslo detenidamente. El asesino te dijo que le habían contratado, no que eran órdenes de su jefe. Por lo que dijo el detective, no llevaba ningún tatuaje que le identificara como perteneciente a los Gansters Disciples, lo que me lleva a pensar que no se trataba de un hombre de confianza de la organización, sino de un auténtico asesino a sueldo.

Kata se echó hacia atrás repentinamente, parecía todavía más pálida. Era evidente que no se había permitido pensar en el asunto hasta ese momento.

—Pero… si eso es cierto, ¿por qué no me dio cuando disparó? ¿Cómo me libré?

A pesar de que no quería preocuparla más, tenía que continuar.

—Supongo que es porque le diste más trabajo del que esperaba y le pillaste desprevenido. Era un profesional. Cuando Deke le registró, encontró una SIG 232. Tenía el cañón roscado, así que podría haberle puesto un silenciador si hubiera sido necesario. De hecho, llevaba uno en el bolsillo. Estamos hablando del mejor instrumental. Pero eso no quiere decir que alguien de los Gansters no pudiera…

—Aunque es improbable. —Le tembló la voz, luego cerró los ojos y respiró hondo—. ¿Qué más? Noto en tu voz que ahí no acaba todo.

«Chica lista…». Le habían pasado un montón de cosas durante las últimas veinticuatro horas: sexo maratoniano, una boda inesperada, una resaca de campeonato y un intento de asesinato. Aún así, Kata estaba temblorosa pero no derrotada. El respeto que sentía por ella se incrementó todavía más.

Hunter intentó decírselo de la manera más suave posible.

—Por lo general los asesinos son como fantasmas. Intentan que todo resulte lo más «limpio» posible, investigan a su víctima y le disparan con un rifle de precisión desde larga distancia. Cuanto más se acerca un asesino al blanco, mayor riesgo corre de ser visto e identificado y, por tanto, de poner en peligro la misión. Pero si la persona que le contrata quiere lanzar una advertencia a alguien yendo a por ese blanco, cuando contrata al profesional le dice que tiene que representar una «función».

—El tipo que me persiguió… estaba actuando. —Kata no lo preguntaba; lo sabía. Tragó saliva compulsivamente.

—Sí. —«¿Por qué si no se había acercado a ella en la oficina, con el arma sin silenciador, en vez de buscar un lugar donde apostarse en la torre de apartamentos al otro lado de la calle y esperar a que ella saliera al aparcamiento?». Quien la hubiera atacado quería que fuera una declaración pública de intereses. Eso le llevaba a preguntarse por qué y quién estaba detrás.

Todo ese episodio podía estar relacionado con una venganza por la manera en que Kata había afectado al comercio de droga de los Gansters. Pero había algo que no encajaba. Ya existía una orden de arresto sobre Villarreal, ¿por qué liar más las cosas y cabrear a la policía? Había muchas maneras de dar ejemplo sin gastar tiempo y dinero contratando a un asesino.

«Maldición».

—Tenemos que averiguar quién querría hacerte esto.

—No hago más que darle vueltas, pero…

—No quiero que te preocupes por ello, cielo. Estás exhausta. Duerme un poco. Hablaremos dentro de unas horas.

—¿Horas? Mi apartamento está en las afueras de la ciudad. Tengo que coger unas cuantas cosas antes de que vayamos a ningún sitio.

Hunter giró el volante para coger la 149.

—No pararemos en ningún sitio. Nos vamos a Dallas.

—¿Y mi maleta? Estaba en el maletero de mi coche. ¿Le dijiste a Tyler que te la diera antes de que se lo llevara?

—No. Alejarte de allí era lo más importante.

Kata parecía perdida y frustrada. Hunter entendía que estuviera enfadada con la situación, pero no con él. Sin embargo él era lo que tenía más a mano para dar salida a su irritación. Deseó que no se fatigara innecesariamente, aunque Kata no era un soldado adiestrado para contener sus emociones centrándolas en algo útil.

—Necesito mis vitaminas, un cepillo de dientes…

Él la miró fijamente.

—¿Alguna de esas cosas es más importante que tu vida?

Kata suspiró.

—No.

—Te compraré de todo cuando lleguemos al apartamento de mi hermano.

—Necesito ropa interior limpia.

Hunter intentó distraerla con una picara sonrisa.

—Querida, si me salgo con la mía, no tendrás necesidad de volver a usarla.

Kata puso los ojos en blanco e intentó que pareciera que estaba molesta, pero él percibió el sonrojo que le coloreó las mejillas.

—No haces más que pensar en el sexo.

—Cuando tú estás conmigo, sí.

Ella cruzó los brazos sobre el pecho, pero no pudo impedir que Hunter viera que se le habían erizado los pezones.

—Tenemos cosas más importantes que hacer, ¿sabes?

—Por desgracia, lo sé. No te preocupes, cielo.

Kata cerró los ojos durante un momento y pareció perder algo de rigidez.

—Es difícil no hacerlo.

Hunter hizo una mueca. Cada vez que comenzaba una misión, tenía muy claro que el enemigo intentaría matarle si él no conseguía hacerlo antes. Sabía que algunas de esas figuras oscuras de su pasado habían querido acabar con él. Pero, o bien se habían dado por vencidos, o Hunter se había asegurado de acabar con ellos. A Kata era la primera vez que le ocurría y estaba muy asustada.

Por eso, intentó no presionarla.

—¿Has hecho planes para después de esta noche? ¿Tienes pensado cómo vas a deshacerte de esta amenaza? —Hunter dudaba que hubiera planeado nada. Y si fuera así ya la convencería, pero antes necesitaba que ella lo admitiera para que él pudiera asumir el control, o Kata se enfadaría.

—C-creo que me pondré en contacto con algunos de mis amigos de la policía, por ejemplo Trey, y que me cuente lo que ha oído. Si esto no es cosa de Villarreal, tengo que saber quién está detrás… —Kata hizo una pausa, parpadeó y le observó con el ceño fruncido antes de mirar hacia fuera.

Él llegó a ver las lágrimas en sus ojos.

Hunter odiaba que su esposa, tan determinada y sexy, estuviera a punto de desmoronarse. Cuando averiguara quién era el cabrón que la amenazaba, éste tendría suerte si podía respirar una sola vez más.

Ella exhaló un suspiro tembloroso.

—Pero… No puedo esperar a que le detengan o consigan pruebas para recuperar mi vida. Dios, jamás me había sentido tan indefensa, y no pienso empezar ahora.

Tan feroz como inconformista. Sin duda, Kata iba a darle interés a su vida durante los próximos cincuenta años.

Hunter le cogió la mano.

—No lo estás. Ni mucho menos.

—Mírame —se mofó Kata—. Estoy nerviosa y confundida. No sé qué hacer. Tengo que tomar decisiones.

—¿Vas a permitir que te maten?

Ella se quedó mirándole boquiabierta, como si él hubiera perdido el juicio.

—¡Ni de coña!

—Buena chica. Algunas personas se rinden, no saben cómo actuar; se dan por vencidas y esperan lo inevitable.

—No es inevitable.

Hunter sonrió. Le gustaba verla animada otra vez.

—Si peleas, no lo es. Y tú, cielo, eres una luchadora nata. Pero tienes que darte cuenta por ti misma. Yo ya lo sé; hoy has vencido a un profesional. Estoy muy orgulloso de ti.

Kata esbozó una sonrisa antes de volver a ponerse seria.

—Pero además de pelear, no sé qué más hacer. Alguien quiere matarme.

—Deke y su socio, Jack, nos ayudarán a averiguar quién está detrás. Hasta que obtengan esa información, preferiría no confiar en ninguno de los polis que conoces. Te apuesto lo que quieras a que alguno de ellos estaba hoy de servicio, justo cuando detuvieron a tu atacante. Y alguien le asesinó. Hasta que sepamos lo que está pasando, no quiero involucrar a nadie.

—Pero son mis amigos. Jamás…

—¿Estarías dispuesta a confiarles tu vida?

Kata vaciló y se mordió el labio inferior.

—No, pero ¿por qué debería confiársela en Deke y Jack?

—Porque yo sí pondría la mía en sus manos. —Hunter alargó el brazo y entrelazó sus dedos—. Cielo, una vez que sepamos quién es el responsable de esto, actuaremos. Si esperamos a que sea él quien lleve la voz cantante, estaremos a su merced. Una vez que lo averigüemos, lucharemos contra él, pero seremos nosotros quienes dictemos los términos y el momento; los que le haremos mantenerse en guardia. Entonces se volverá negligente y cometerá errores. Le estaremos esperando.

—¿La mejor defensa es un buen ataque?

—Exacto. ¿Te sientes ya más optimista y confiada?

—No me queda otra opción.

Y era cierto; Hunter se sintió orgulloso de ella por admitirlo. Saber que aquello era cosa de un profesional habría provocado el pánico en la mayoría de las mujeres. Pero Kata había conseguido mantener la calma. Había admitido su impotencia para seguir la pista a un asesino y escuchado a la razón. Incluso cuando más vulnerable se sentía, se había negado a quedarse de brazos cruzados.

Hunter no estaba dispuesto a ceder en nada, no dejaría de protegerla ni renunciaría a su matrimonio. No había perseguido a Kata hasta allí para permitir que se le escabullera entre los dedos. Apretó con fuerza el volante. Kata se movió sobre el asiento y se acercó más, hasta que apoyó la cabeza en su hombro. Cuando la rodeó con un brazo, ella se acurrucó todavía más cerca, haciendo que el corazón le diera un vuelco. Aquella mujer lo era todo para él. ¡Joder! Sólo tenía una semana… Ése era el tiempo del que disponía para salvarle la vida y conseguir que se enamorara de él. Fracasar no era una opción.