CAPÍTULO 39

¡En verdad, una hermosa pesca

ha cobrado hoy Zaratustra!

No ha pescado ni un solo hombre,

pero sí, en cambio, un cadáver.

—Hola, papá. Qué prontito. No te esperaba tan temprano.

Sonia había entrado en la casa como un torbellino. Pegó un portazo y lanzó una mochila bastante pesada contra una silla a la entrada del apartamento.

—Hola, hija. Ya llevo por aquí un rato.

—¿Ha llegado ya Paula?

—No. La estaba esperando —recordó que su hija pequeña dijo que iba a llegar pronto—. ¿Qué tal tu día?

La adolescente se acercó al sofá y besó a su padre.

—Los he tenido mejores. Un poco rollo, la verdad. Además, ha faltado el de mates y no nos han dejado salir. Nos han obligado a seguir en clase y no sabíamos cómo matar el tiempo. ¿Y el tuyo? —preguntó la chica.

—Pues como el tuyo. Un poco rollo. Bueno…, más que rollo —respondió el padre.

Sonia era una chica muy intuitiva y a esas alturas conocía muy bien a su padre. No le pasó inadvertido que este estaba deseando contarle algo.

—¿Más que rollo? No suena muy bien. ¿Qué te ha pasado?

Mientras esperaba a que su hija regresara del instituto, había decidido contarle la situación que estaba viviendo. Fue una decisión difícil. Hace unos años habría preferido no decirle nada para no asustarla, pero ahora sabía que tenía la madurez suficiente para afrontar una situación de incertidumbre como la que estaba viviendo él. Además, no quería sobreprotegerla como había hecho en el pasado. A la gente se le olvida que la sobreprotección es como una agresión encubierta contra quien se intenta proteger. En algunos casos hasta se menoscaba la autoestima. Ella tenía derecho a conocer la situación y le contó lo que estaba pasando.

—No puede ser, papá —dijo mientras se le encharcaban los ojos—. Si se te cae el pelo será por otras razones. Por ejemplo, porque te estás haciendo mayor. —Se obligó a sonreír.

Su padre también se rio.

—Pues también puede ser por eso… Bueno, veremos. Iré a la consulta y me haré las pruebas que sean necesarias para quedarnos todos tranquilos.

La adolescente no pudo aguantar las lágrimas y finalmente rompió a llorar abrazada a su padre. Durante un par de minutos ninguno se atrevió a decir nada, hasta que Sonia se separó de su padre:

—¿Lo sabe mamá?

—Sí. He hablado con ella poco antes de que tú llegaras.

—¿Y qué dice?

—Que no me preocupe —respondió—. Ella me va a acompañar mañana a la consulta con el especialista.

—Mejor. Me quedo más tranquila —inspiró hondo.

—¿Por qué? —preguntó extrañado el padre.

—Porque ella todavía te quiere y sé que te sabrá cuidar —dijo.

—Sí. Creo que tienes razón. Y yo también la quiero a ella, solo que la vida ahora nos lleva por caminos diferentes que de vez en cuando se cruzan.

Sonia se levantó.

—Voy a comer algo. Con todo esto había olvidado el hambre que traía.

Jaime decidió coger su iPad y abrir las noticias en El País Digital. Necesitaba matar el tiempo y su ánimo no era el más adecuado para hacer un poco de deporte. En la columna de la derecha, «Última Hora», una noticia captó su atención:

Atropello grave en Barcelona

El accidente ha tenido lugar a primera hora de esta tarde en la carretera de les Aigües, de la montaña de Collserola, en una de las pistas de tierra prohibidas al tráfico rodado más transitadas por los corredores. Según testigos presenciales, un todoterreno que al parecer hacía tareas de mantenimiento ha atropellado a la víctima y después se ha dado a la fuga. La víctima, un varón de cincuenta y siete años que responde a las iniciales F. M., alto directivo de una de las mayores compañías telefónicas ubicadas en la Ciudad Condal, ha fallecido una hora después en un hospital de Barcelona.

A Jaime le invadió una terrible sospecha e inmediatamente buscó un nombre en su agenda del teléfono.

—Inspector Gavaldá, ¿dígame? —respondió el policía.

A Jaime le pareció que no lo cogía en un buen momento.

—Inspector, soy Jaime Solva. ¿Tiene unos minutos para hablar conmigo?

—¡Ah! Señor Solva, dígame.

—¿Ha leído la noticia sobre el accidente en Collserola?

—¿Se refiere al atropello?

—Sí. Es Moncada, ¿verdad?

—Así es. Ferran Moncada es el atropellado.

—¿Y qué piensa la Policía?

—Aún tenemos que interrogar a otro testigo, pero todo apunta a que no ha sido un accidente fortuito.

—¿Qué está pasando, inspector?

Jaime estaba verdaderamente preocupado. En un breve periodo de tiempo, dos personas con las que había tenido un contacto profesional habían sido asesinadas. No sabía por qué, pero su intuición le decía que él mismo podía estar en peligro.

Mientras reflexionaba, su hija Paula también entró por la puerta de casa.