CAPÍTULO 35

La expectativa es el peor de todos los males.

—Parece un sitio bonito —comentó Laura nada más cruzar la puerta.

—Y, además, el trato es excelente y la comida insuperable.

El maître salió a recibirlos y saludó a la pareja con una amplia sonrisa.

—Inspector Gavaldá, qué honor tenerle por aquí. Tengo su mesa reservada. Acompáñenme, por favor. —Y se adelantó caminando hacia el interior del restaurante. Cuando alcanzaron una de las mesas que disfrutaba de mayor intimidad, el maître se detuvo y los invitó a sentarse—. ¿Les puedo ir trayendo la bebida? —preguntó solícito tras apartar la silla de la mujer para que se sentara.

—¿Laura? —preguntó el inspector mirando a su acompañante.

—Una copita de vino fino, por favor —dijo dirigiéndose al maître.

—¿Un jerez estará bien?

—Sí, perfecto.

—¿Y el inspector?

—Yo tomaré mejor una cerveza. Gracias, Álex.

—A usted —respondió cortésmente—. Enseguida les traigo la carta.

—Qué señor más amable —susurró Laura.

—Sí que lo es. Ya no quedan profesionales como este.

Aprovechando que las niñas estaban con su padre, Laura había aceptado la invitación a comer del inspector. Últimamente insistía mucho con el tema de que salían poco. A ella le parecía suficiente. Si bien el inspector le caía bien, no tenía mucho interés en estrechar lazos con él. Hasta el momento solo habían pasado un par de noches juntos y la experiencia había sido buena, ¿por qué precipitarse?

—¿Qué tal la semana? Hace unos días que no hablamos —inició él la conversación.

—Bien, pero un tanto rutinaria. Paula cada día está más pesada. No para de darme la lata para que la deje salir. Ya se cree muy mayor y cada vez quiere regresar más tarde.

—Pero ¿dónde va? —preguntó el policía con sincero interés.

—Se queda en casa de alguna amiga, o me piden que las acerque a un centro comercial donde luego las recojo.

—Ten cuidado con ella. Sobre todo, ten cuidado de con quién se relaciona.

—¿Qué quieres decir? —preguntó Laura.

—Que a su edad es cuando empiezan a hacer su círculo de la adolescencia. —Gavaldá sabía muy bien de lo que hablaba—. Además, con el uso de las redes sociales, quedan con desconocidos que no siempre son chicos de su edad…

—No me asustes. No veo yo a Paula quedando con desconocidos.

Aunque, realmente, la observación del policía la llenaba de inquietud.

—No te lo digo para que te asustes. Solo para que seas precavida y no te creas todo lo que te dice la niña.

—Estaré atenta por si acaso —comentó Laura haciendo el firme propósito de interrogar a su hija con más intención—. ¿Y tú cómo vas con tu trabajo?

—Bastante liado. Estoy trabajando en un caso delicado.

—¿Delicado? ¿Por qué? —Se arrepintió nada más preguntarlo—. Bueno, si es que puedes contarme algo…

—Necesito tu ayuda, Laura —susurró el policía haciendo un pronunciado silencio a continuación.

No supo cómo tomarse el comentario. De hecho, pensó que Miguel había cambiado de tema y quería compartir con ella alguna cosa personal.

—¿Qué te pasa? —preguntó acercándose a él para demostrarle que tenía interés en ayudarle.

—Hasta ahora no te lo había dicho, pero tu exmarido podría ser la clave para resolver uno de los casos más delicados en los que estoy trabajando.

—¿Jaime? —dijo sorprendida.

—Sí. Jaime Solva.

—¿Y qué pinta Jaime en toda esta historia? ¿Tú de qué lo conoces?

Laura no sabía cómo tomárselo.

—Ha sido algo muy casual —respondió el inspector tratando de justificar la situación—. En el ámbito de la investigación de uno de los casos hay directivos de Telecomunica con los que trabaja tu ex.

—¿En qué lío se ha metido? —subió el tono de voz.

Gavaldá miró a ambos lados para saber si su conversación era foco de atención de algún otro comensal de las mesas de los alrededores.

—No te preocupes. Es algo circunstancial…

—Si no me preocupo. Lo que me molesta es que mi ex aparezca en nuestra conversación. —Eso era, estaba enfadada: no le hacía ninguna gracia que su exmarido apareciera de pronto en una conversación con alguien con quien ella mantenía una relación—. Cada uno lleva su vida.

—Sí, lo comprendo. A mí tampoco me apetece nada —mintió—. Pero como te digo es algo circunstancial… Ha surgido…

—¿Y qué pasa con él? —dijo en tono airado.

—Resulta que es el coach de algunos directivos de Telecomunica y puede tener información para resolver un crimen.

—¿Un crimen? —Solo oír la palabra asustó a Laura—. ¿Qué crimen?

—Uno de los directivos que trabajaba con él…

—¿Con Jaime? —interrumpió.

—Sí, con Jaime. El directivo era su cliente de coaching en Barcelona, y ha sido asesinado.

—¿Y por qué no hablas con él directamente?

—Sí. Ya lo he hecho.

—¡Ah!, ¿lo conoces? —preguntó sorprendida.

—Sí. He tenido que verme con él…

—No me habías dicho nada —replicó con mirada recriminatoria.

—No te había dicho nada porque sabía que no te iba a gustar.

—¿Y qué te ha dicho?

—Bueno, que él no sabe nada. Y es probable que así sea…

—Entonces, ya está todo hecho, ¿no?

Laura no veía cómo podía ayudar y, además, no le apetecía tener ningún asunto con su exmarido por medio.

—No todo —dijo muy seguro el policía—. Probablemente sabe algo aunque no es consciente de ello… Me gustaría que tú me ayudaras a averiguarlo —Gavaldá lo dijo con una expresión muy fría. Había abandonado el trato cariñoso y empático.

—No sé cómo me puedes pedir esto, Miguel. No tienes derecho…

—Así es. No tengo derecho. Pero te pido que lo hagas por nuestra relación. —Había recuperado su expresión más amable—. Además, es una ayuda a la autoridad para resolver un caso.

—Miguel, sabes de sobra que mi relación con Jaime es tan solo cordial, y si aún existe, es solo por Paula.

—Ya lo sé. Sin embargo, estoy seguro de que sabrás encontrar alguna excusa para establecer una conversación con él y obtener así alguna información.

—Lo dudo mucho. Si conoces su trabajo, sabrás lo celoso que es de la confidencialidad de sus sesiones… Lo siento, Miguel. No cuentes conmigo. Además, no quiero volver a hablar contigo de mi ex. Él no tiene nada que ver en nuestra relación.

Notó cómo sus palabras caían como un jarro de agua helada sobre el inspector.

—Está bien. No te enfades —replicó él—. Pensé que te gustaría ayudarme a resolver un grave delito realizado por un indeseable —susurró manipulador.

Todo quedó ahí, por el momento, aunque la comida se desarrolló en un ambiente tenso.