Si quieres ir rápido, ve solo.
Si quieres llegar lejos, elige compañía.
—¿Cómo te trata la vida, Juanma?
—Pues, la verdad, no me quejo.
Carlos había tenido una reunión más corta de lo previsto —cosa rara, por otro lado, ya que lo habitual era que se alargasen eternamente— y había acudido puntual a la cita. Cuando llegó a la cafetería del Hipercor de Sanchinarro, Juanma ya estaba allí y al parecer iba por la segunda cerveza. No le gustó la expresión de su cara.
—¿Cuánto hace que no nos veíamos?
—¿Dos años puede hacer?
—Creo que sí. Desde la boda de mi hermano, me parece. Tú te dedicabas a temas de ordenador, ¿verdad?
—Sí. Bueno lo de «ordenador» es un poco genérico, pero se puede decir así. En realidad, trabajo en configuración de redes IP y macroservidores, y ahora también empiezo a meterme con los aparcamientos de datos «tipo nube».
—¡Ah! Sí. Está muy de moda —dijo Carlos, aunque a decir verdad no terminaba de entender su funcionamiento. Le hizo un gesto al camarero para unirse a la cerveza de Juanma—. ¿Y sigues en la misma empresa?
—¡Qué va! Ahora estoy en una empresa pequeña que creó un antiguo directivo de la tuya, y que trabaja casi en exclusiva para Telecomunica como subcontrata.
—Bueno, entonces casi podemos decir que somos compañeros.
—Puedes decirlo así.
—¿Te casaste al final con aquella chica que…?
—¿Nadia? Sí. Bueno, no es que me casara, pero nos «arrejuntamos» hace ya tiempo y todavía seguimos juntos.
—¿Niños?
—No. A mí me gustaría, pero Nadia no está por la labor. Ya veremos.
—Bueno —le quitó hierro Carlos—, así tenéis más libertad para moveros. Nosotros estamos muy atados con las niñas. De hecho, estoy aquí contigo y ya pienso que si me retraso mucho, no las pillo levantadas. Hay días que cuando me voy por la mañana todavía están dormidas y cuando llego por la noche ya están acostadas. Eso sin contar todos los viajes que hago.
—Pues de un viaje que hice a Vigo la semana pasada quería hablarte. Así que te cuento rápido lo que me ha pasado y me das tu opinión para que te puedas ir a casa pronto.
—Pues tú dirás… —dijo tras dar el primer sorbo a su caña.
—Confío en tu discreción. Puede ser un tema un tanto delicado.
Carlos se arrellanó en el butacón, empezaba a ponerse nervioso con tanto secretismo.
—Claro. No te preocupes.
—Durante este viaje del que te hablaba tuve que diseñar toda una red para una subestación de Telecomunica. Hasta ahí todo normal, es algo que de vez en cuando me piden hacer en la empresa. Lo que pasa es que tenía que hacer unas comprobaciones de rutina y chequear si el trabajo estaba bien hecho, así que pedí por mail unas claves de acceso para una de las bases de datos y entré. Al día siguiente, un tipo que decía que era del departamento de Sistemas y que trabajaba en la central me pidió que destruyera la clave que me habían enviado por error y me dio una nueva.
—¿Y qué tiene eso de extraordinario? Fue tan solo un error.
Mientras Carlos hacía ese comentario, Juanma ya estaba sacando su portátil de la cartera para enseñarle la base de datos Zaratustra.
—El caso es que cuando entré, me encontré con algo que estoy seguro de que no querían que viera. Mira esto —le dijo acercándole el ordenador.
Carlos permaneció en silencio mientras Juanma iba abriendo diferentes archivos de alguna de las carpetas a la vez que le señalaba a un sitio o a otro.
No daba crédito a lo que podía intuir. Había una serie de nombres de pila —alguno de los cuales podría conocer, y otros que tan solo le resultaban algo familiares—, con nombres de departamentos, fechas, ubicación y dinero. Alguna de esas cantidades era desorbitada. Pero ¿qué significaban? No tenía ni idea, aunque olía mal.
—¿De qué crees que va todo esto? —preguntó al informático.
—No estoy seguro, pero tiene toda la pinta de ser un reparto de comisiones que se realiza todos los meses. Aunque la lista es muy larga ahora, las primeras entradas son de abril de hace dos años. Por entonces solo cobraban cinco personas, y el que más cobra es un alto directivo del departamento de Sistemas, precisamente. También he encontrado un Word que explica de dónde salen esas cantidades, aunque no lo entiendo muy bien. No son temas técnicos, sino más bien conceptuales, cosas que tienen que ver con la política de Telecomunica en lo que se refiere al «servicio de aviso de llamadas perdidas» y a los cargos por establecimiento de llamadas.
—Seguro que tiene su explicación —dijo Carlos, queriendo quitar importancia al hallazgo—. Estamos malinterpretando algo.
—Es posible, pero me gustaría llegar a entender qué significa todo esto. ¿Me echas una mano?
Carlos pensó que, con todo lo que tenía encima, no estaba como para meterse a Sherlock Holmes, pero desde luego aquel era un tema que despertaba curiosidad e inquietud al mismo tiempo.
—Vale —aceptó—, aunque no puedo decirte cuándo tendré algo —dijo con la intención de no darle mucha prioridad en ese momento. «Lo que me faltaba.»
—¿Me puedes mandar los archivos a mi dirección de mail personal?
Juanma sacó de uno de los bolsillos un pendrive azul de dieciséis gigas.
—Mira, te lo he puesto aquí. He preferido bajármelo todo, aunque ocupaba bastante, por si cambian la clave. De hecho, me extraña que no lo hicieran ese mismo día. Supongo que habrán pensado que soy un técnico de tercera fila y que no tengo ningún interés en meterme en cosas que no entiendo. A partir de ahora será mejor que ni siquiera intente acceder a la base de datos, porque si alguien investiga, puede saber todos los movimientos que he hecho.
—Mucho mejor. Así no hay mensajes por medio. Te digo algo cuando tenga alguna noticia.
—Vale, pero ni una palabra a nadie, por favor.
—No te preocupes. —Ni siquiera había bebido la mitad de su caña, pero se puso en pie y dejó un billete de cinco al lado del ordenador de Juanma—. Me voy a ver si todavía pillo a mis hijas levantadas.
De regreso, Juanma se metió en el coche bastante excitado. Puso la Cope para escuchar las noticias, aunque no les prestaba mucha atención. La cabeza no paraba de darle vueltas sobre los mismos pensamientos. ¿Por qué hacía esto? ¿Qué podía sacar en claro de ese embrollo? ¿Y si se estuviera metiendo en un lío descomunal? ¿Era Carlos de fiar? No tenía nada claro. Podía haber pasado de todo y ya está, pero había decidido tirar del hilo a ver dónde acababa.
En la radio seguían hablando de lo mismo: crisis, paro, mercado laboral, las diferencias entre sindicatos, empresarios y Gobierno. Hasta la Unión Europea estaba en peligro como consecuencia de las dificultades económicas de alguno de sus miembros. «¿Cuándo va a terminar esto?» Casi sin darse cuenta, llegó a su casa y aparcó, no sin dificultades.
Nadia estaba en pijama preparando algo de cena.
—Hola, cari —la saludó mientras dejaba las llaves del coche y su ordenador en la encimera de la cocina.
—Hola. ¿Tienes hambre? —respondió ella sin siquiera mirarle a la cara.
—Como siempre. —Se acercó y la abrazó por detrás mientras Nadia continuaba imperturbable con su tarea. Él sintió la frialdad del recibimiento. Era como abrazar a un árbol—. ¿Qué estás preparando? —preguntó como si no hubiera notado nada.
—Compré un roti de cerdo precocinado y le estoy haciendo una salsa.
—Mmm, pues huele que alimenta. ¿Qué tal tu día?
—Espantoso. Sin parar todo el tiempo… —Le pareció que su novia dudaba, como si fuese a añadir algo, y esperó, pero al final ella se limitó a preguntarle—: ¿Y el tuyo?
—Distinto.
—¿Y eso? —preguntó un tanto intrigada.
—¿Recuerdas lo que te dije que había encontrado por casualidad?
—¿Lo de Telecomunica?
—Sí, eso. Pues he quedado con un hermano de Edy que es un directivo de esa empresa y se lo he contado.
—¿Y qué dice?
—De momento nada. Le he pasado los archivos en un pendrive y va a investigar un poco.
—Ten cuidado, Juanma, no te metas en líos.
—No creo que pase nada. Veremos.