Sé que soy el siguiente pero aún no conozco a mi verdugo… ¿Será la enfermedad o la maldad humana lo que acabe conmigo? ¿Acaso me importa? ¿Merece la pena seguir viviendo? Si hubiese advertido lo que estaba pasando, ¿habría tenido la menor oportunidad de evitarlo?
Todo ha ocurrido demasiado rápido. Lo que veo ahora no es más que un nuevo giro que me produce asco y un profundo sentimiento de rechazo.
La muerte va de la mano de la negación de la realidad y del sufrimiento. Ambición, amor, venganza, frustración, ilusión, rencor, odio… Tantas emociones y tantas decepciones… A veces me parece que el asesinato es un acto tremendamente superficial. La acción última y simple de algo mucho más profundo, de una emoción primaria.
Todavía hoy, al lavarme las manos, creo ver salir el agua teñida de rojo. Si aparto la mirada irrumpen sus ojos, esos ojos que me dan fuerzas y me animan a seguir luchando.
Ahí estáis, tan inconscientes y tan tranquilos. Pensáis que todo ha acabado, pero solo es el principio. La sangre y la tragedia volverán a ser mis compañeras de viaje, aunque esta vez no llegarán sin ser invitadas. Yo seré quien las llame.
Tan crueles y al mismo tiempo tan ingenuos. Conozco los riesgos y puedo prever las consecuencias, pero ya he tomado una decisión, voy a vuestro encuentro.