La casa en que vivía el sanador Veran con su familia era una de las tres que el padre de Dakon había mandado construir más de treinta años atrás con el fin de atraer a la aldea a profesionales preparados. Al contemplar el edificio sencillo pero sólido con ojo crítico, Dakon se alegró de ver que el exterior no presentaba señales de deterioro. Contaba con que los ocupantes lo avisaran cuando fuera necesario hacer reformas. A veces los aldeanos eran demasiado tímidos, orgullosos o incluso ignorantes para pedir que se realizaran obras y, como resultado, algunas de las casas no se encontraban en un estado de mantenimiento óptimo.
El padre de Dakon y el de Veran habían sido buenos amigos durante muchos años. Lord Yerven había conocido al inflexible sanador Berin en Imardin y había quedado tan impresionado que le había ofrecido un puesto en su señorío. Dakon había crecido sin tomar conciencia de que aquella amistad entre dos hombres de posiciones y edades distintas era poco común. Los doce años que se llevaban constituía la menor de las barreras, pues ambos eran hombres en edad madura, pero era raro que una relación estrecha entre un mago local y un subordinado durase tanto.
El padre de Dakon había muerto cinco años atrás, a la edad de setenta y siete, y Berin había fallecido menos de un año después. Aunque Yerven había tenido hijos en la madurez, y la diferencia de edad entre Dakon y Veran era menor que entre sus respectivos padres, nunca habían llegado a ser más que conocidos.
«Aunque no seamos amigos íntimos, nos respetamos mutuamente —pensó Dakon—. Por lo menos espero que sepa cuánto lo valoro. —Alzó la mano para llamar a la puerta, pero se detuvo de pronto—. ¿Debo contarle la causa que sospecho que impulsó a Tessia a utilizar la magia?
»No —resolvió—. No puedo saber con certeza qué estaban haciendo Takado y ella, aunque dudo que Tessia lo haya propiciado o aceptado. Aun así, debo dejar que ella decida hasta qué punto deben enterarse los demás de lo sucedido. Además, puede que me equivoque. Es posible, aunque sumamente improbable, que ella lo haya abordado a él».
Llamó, y al cabo de unos instantes la puerta se abrió. Al otro lado estaba Lasia, la madre de Tessia, que sostenía en alto una lámpara pequeña.
—Lord Dakon —dijo—. ¿Queréis pasar?
—Sí, gracias —respondió él.
Entró, echó un vistazo por una puerta abierta que tenía a su derecha y vio una cocina de aspecto acogedor con platos recién lavados sobre la mesa. La puerta situada enfrente estaba cerrada, pero por sus visitas anteriores Dakon sabía que al otro lado se encontraba el despacho de Veran. Berin daba el mismo uso a la habitación. Lasia dio unos golpecitos en la puerta y llamó a su marido en voz alta. Se oyó una respuesta apagada procedente del interior.
—Pasad al salón, lord Dakon —lo instó ella, guiándolo al fondo del corto pasillo, donde abrió otra puerta y retrocedió para dejarlo pasar.
El mago entró en una habitación pequeña que olía ligeramente a humedad y que contenía unas sillas viejas y unos arcones y mesas de madera maciza. Lasia entró tras él, le indicó que tomara asiento y encendió otra lámpara. Unas pisadas en el pasillo anunciaron la llegada de Veran.
—¿Está Tessia en casa? —preguntó Dakon.
Lasia asintió.
—Está dormida. He ido a verla antes de la cena, pero no se ha despertado. Es evidente que está agotada.
Dakon asintió. «¿Debo pedirle que la despierte? Si se lo digo a ellos cuando Tessia no esté, tendré que explicárselo todo a ella de nuevo». Por otro lado, seguramente necesitaba dormir, después de una noche entera de trabajo y de las sorpresas del día.
—Tessia ha estado hoy en la Residencia —comenzó.
—Sí, lo sentimos mucho —lo interrumpió Lasia—. Debería haber esperado a su padre, pero estábamos durmiendo y supongo que ella creía que estaba haciéndole un favor a Veran. A veces me da la impresión de que no sabe comportarse como es debido o, peor aún, de que sí sabe pero prefiere…
—No me molesta en absoluto que haya acudido sola a la Residencia —le aseguró Dakon—. No es ese el motivo de mi visita.
Veran, que había posado la mano sobre el brazo de su esposa durante su arrebato, se volvió hacia Dakon con las cejas enarcadas.
—¿Es por el esclavo? ¿Ha empeorado su estado?
—No. —Dakon sacudió la cabeza—. Está despierto y ha conseguido comer un poco de caldo. Tessia ha dicho que estaba sanando bien. —Hizo una pausa—. Es de lo que ha ocurrido después de lo que quiero hablarles.
La pareja se miró y clavó la vista en Dakon, expectante.
—Cuando Tessia se dirigía a la salida de la Residencia, mi invitado la ha… sorprendido —prosiguió Dakon—. El sachakano. Creo que le ha dado un buen susto. Es posible que ella haya reaccionado de una forma extraordinaria.
Lasia abrió mucho los ojos. Veran frunció el entrecejo.
—¿A qué os referís?
—Creo que ha utilizado la magia.
El matrimonio se quedó un buen rato mirándolo, hasta que una sonrisa iluminó el rostro de Veran, cuando lo entendió todo. Lasia había palidecido, pero de pronto sus mejillas se tiñeron de un rojo brillante y sus ojos centellearon de emoción. Para entonces, Veran había borrado la sonrisa de su rostro y adoptado una expresión seria.
—No estáis seguro, ¿verdad? —preguntó.
Dakon negó con la cabeza.
—No. Cabe la posibilidad de que Takado nos haya hecho creer que ella ha usado magia, para gastarnos algún tipo de broma extraña. Pero es…
—¡Creía que lo habíais hecho vos! —Todos pegaron un brinco. Aquella voz, femenina y sorprendida, provenía del pasillo. Al volverse, vieron a Tessia allí, de pie, con la vista clavada en lord Dakon—. ¿De modo que ha sido él?
—¡Tessia! —exclamó Lasia—. Llama a lord Dakon por su nombre cuando te dirijas a él.
La joven se volvió hacia su madre por un instante y dedicó a Dakon una mirada de disculpa.
—Lo siento, lord Dakon.
—Disculpa aceptada —dijo con una risita—. De hecho, estoy aquí para esclarecer si tú has utilizado la magia esta mañana o no.
De repente, ella pareció sentirse incómoda.
—No he sido yo…, ¿verdad?
—Es posible. Lo sabremos con seguridad si te hago una prueba.
—¿Cómo… cómo se hace eso?
—Un mago nato sin formación no puede evitar que la magia se escurra de su mente. Seguramente puedo detectarla con una ligera búsqueda.
—¿Leyéndome la mente? —inquirió con los ojos desorbitados.
—No, no hay necesidad de que penetre en tu mente. Basta con que me quede a las puertas de tu mente y busque una fuga.
—¿Una fuga? —Veran miró a su hija—. Los magos empleáis términos interesantes, pero no especialmente tranquilizadores.
—No tienen por qué serlo en este caso —declaró Dakon—. Hay otra manera de saber si Tessia es capaz de hacer magia: aguardar a que la utilice de nuevo. Es muy probable que después haya que gastar mucho dinero en arreglos y en la redecoración del hogar, así que no lo recomiendo.
Tessia bajó la vista al suelo.
—Siento haberlo hecho…, si es que he sido yo.
—Nunca me gustaron los colores de esa habitación, de todos modos —dijo él, sonriendo—. El rosa era demasiado… naranja.
Ella no le devolvió la sonrisa, y Dakon advirtió que estaba demasiado nerviosa para encontrarle la gracia a la situación.
—Entonces… ¿qué tengo que hacer? —preguntó.
Él paseó la vista alrededor y, valiéndose de la magia, atrajo una de las sillas más pequeñas hasta colocarla frente a la suya. Veran se rio y dirigió a Dakon una mirada de complicidad. Aquel pequeño recordatorio de lo que Tessia podría llegar a hacer si colaboraba con el mago no le había pasado inadvertido.
—Estarás más cómoda si te sientas —la invitó Dakon, y Tessia obedeció—. Cierra los ojos e intenta apaciguar y calmar tu mente. Seguramente no te resultará fácil, pero debes intentarlo. Respirar despacio te ayudará.
Ella siguió sus recomendaciones. Consciente de que los padres de Tessia lo observaban, Dakon se llevó los dedos a las sienes y cerró los párpados. Proyectó la mente.
Tardó solo un momento en encontrar lo que buscaba. La magia fluía del interior de la joven, suavemente pero con débiles ráfagas ocasionales que parecían indicar la presencia de una energía más intensa. En realidad, el término «fuga» era adecuado para describir lo que percibía. No hacía referencia al goteo de un recipiente pequeño, sino al escape de agua a través de las grietas de una presa, grietas que alertaban de una rotura inminente, y de las inundaciones y la destrucción que el agua sembraría a su paso.
Soltó a Tessia y abrió los ojos. Los de ella se abrieron rápidamente y se posaron en él, expectantes. Como siempre, a Dakon le sorprendía que una simple persona, un ser humano, fuese capaz de contener tanta energía. Como todos los principiantes, no tenía conciencia de su potencial. Ni siquiera el aprendiz más instruido y ambicioso sabía apreciar de verdad las posibilidades ilimitadas que le ofrecía, ni las limitaciones inevitables que entrañaba.
—Sí, tienes dotes mágicas —la informó—. Muy grandes, por lo que he visto.
Sus padres soltaron el aire que habían estado aguantando, y entonces Lasia se puso a parlotear de forma incontenible.
—¿Quién lo iba a decir? ¡Vaya suerte! No podría haber ocurrido en mejor momento. No está preparada para el matrimonio, pobrecilla mía, y esto le dará tiempo para… Y menudos pretendientes tendrá ahora. ¡Oh! Pero ¿dentro de cuánto tiempo podrá casarse? Supongo que antes tiene que llegar a ser maga. ¿Qué…?
—¡Mamá! —estalló Tessia—. ¡Deja de hablar de mí como si no estuviera aquí!
Lasia se interrumpió y dio unas palmaditas en la mano a su hija, como disculpándose.
—Lo siento, cariño. Es que estoy muy emocionada por ti. Se acabó… —Miró a su marido—. Se acabó la idea absurda de que algún día serás sanadora.
Veran frunció el ceño y se volvió hacia Dakon.
—Imagino que Tessia tendrá que mudarse a la Residencia.
Dakon reflexionó y luego asintió con la cabeza.
—Sería lo más conveniente, sobre todo al principio, porque apenas controla su poder. Si estoy presente cuando ella lo utilice, puedo minimizar los daños.
—Por supuesto —dijo Veran—. Pero quisiera pediros un favor. Estaba acariciando la idea de tomar a mi servicio a un muchacho de la aldea. Ahora no me queda otro remedio, por lo visto. Sin embargo, me llevará un tiempo adiestrarlo para que llegue a tener la mitad de la destreza, el conocimiento y la experiencia que ha alcanzado Tessia. ¿Puedo pedírosla prestada de vez en cuando?
—Desde luego —contestó Dakon con una sonrisa—. Después de los excelentes servicios que me ha proporcionado usted, no podría negarle lo que me pide.
—¿Es posible…? —empezó a preguntar Tessia, pero titubeó ante la mirada severa que le lanzó su madre. Dakon la alentó a continuar con un gesto. Ella suspiró—. ¿Es posible para un mago seguir estudiando y practicando la sanación?
—No, Tessia, no es… —comenzó su madre.
—Por supuesto —respondió Dakon—. La mayoría de los magos tiene intereses y proyectos personales. No obstante —agregó—, tu máxima prioridad en este momento debe ser aprender a controlar tu poder. Es lo que los magos llamamos el precio de la magia. Debes aprender las técnicas de control, o tu magia acabará matándote. Y entonces no te destruirá únicamente a ti, sino también una buena parte de lo que te rodee. Dada la fuerza de tu poder, dudo que sea solo una habitación.
Tessia abrió mucho los ojos. Sus padres intercambiaron una mirada sombría. Ella tragó en seco y asintió.
—Entonces más vale que aprenda cuanto antes.
Dakon sonrió.
—Estoy seguro de que lo conseguirás, pero me temo que no tendrás muchas oportunidades de cultivar tus intereses o proyectos personales hasta que seas una maga de verdad, y por lo general eso requiere años de estudio.
Ella encorvó un poco la espalda, pero sus labios se apretaron en una sonrisa de determinación.
—Se me da bien estudiar —aseveró—. Y aprendo con rapidez. ¿Verdad que sí, padre?
Veran se rio.
—Eres bastante buena, pero creo que si supieras cuánto tiene que estudiar un alumno de nuevo ingreso en la universidad de sanadores, no estarías tan segura de ti misma. Ignoro si un aprendiz de mago debe trabajar tanto. —Dirigió a Dakon una mirada inquisitiva.
—Lo dudo —admitió Dakon—. Preferimos seguir un ritmo lento pero constante. Es esencial para asegurarnos de que el alumno haya entendido perfectamente cada lección antes de pasar a la siguiente. Un aprendizaje apresurado puede llevarnos a cometer errores, y los errores de los magos son habitualmente más espectaculares que los de los sanadores. Mi padre recurría a este razonamiento para explicar por qué los aprendices de magia beben mucho menos que los de sanación.
Veran desplegó una gran sonrisa.
—«Los sanadores se despiertan con dolor de cabeza», solía decir. «Los magos despertamos con dolor de cabeza, los dedos de los pies requemados y el techo en el suelo».
—Madre mía —dijo Lasia, poniendo los ojos en blanco—. Ya empiezan. Son como sus padres.
Tessia miraba alternadamente a Dakon y a su padre, desconcertada. Dakon se puso serio. La chica seguramente seguía aturdida por la noticia de que iba a ser maga. Necesitaba tiempo para pensar en su futuro, y seguramente agradecería que le dejara pasar un tiempo con su familia antes de empezar su nueva vida.
—Bueno, ¿cuándo queréis llevaros a mi hija de mi lado? —preguntó Veran, cuyo pensamiento discurría obviamente por el mismo camino.
—¿Mañana? —propuso Dakon.
Veran se volvió hacia Lasia, que asintió.
—¿A alguna hora en particular?
—No. Cuando les venga bien a todos. —Dakon hizo una pausa—. Aunque creo que sería una buena excusa para celebrar un banquete. ¿Por qué no la llevan a la Residencia unas horas antes del anochecer? Tessia podrá instalarse en su nuevo hogar, y después podrán cenar con Jayan y conmigo.
Los ojos de Lasia brillaron cuando miró a Veran, ansiosa. El sanador hizo un gesto afirmativo.
—Sería un honor para nosotros.
Dakon se levantó.
—Entonces les dejo para que hagan sus preparativos. Debo comunicar a la servidumbre que a partir de mañana habrá una alumna nueva en la Residencia, y a Cannia le gusta que le avise con mucha antelación cuando tengo invitados para cenar. —Sonrió mientras los demás se levantaban—. Todo ha sucedido de forma inesperada, pero espero que haya sido también una sorpresa grata para todos. No se preocupen por el aprendizaje que Tessia debe llevar a cabo para controlar sus poderes. Forma parte del adiestramiento con el que empezamos todos, tanto si nuestros poderes se han desarrollado de manera natural o con la ayuda de otros. —Posó la vista en Tessia—. Dominarás la técnica enseguida.
Sentada en el alféizar, Tessia observó a su madre, que doblaba ropa con cuidado y la guardaba junto con muchas otras cosas en un baúl. El olor de la madera aromática y resinosa del arcón inundaba la habitación, y aunque no era desagradable, a Tessia le resultaba extraño, como si un desconocido hubiera invadido su espacio privado.
Su madre se enderezó para contemplar el resultado de su trabajo, y luego resopló y agitó las manos por algo que se le había ocurrido. Salió a toda prisa de la habitación sin dar explicaciones.
Tessia miró al exterior. El mundo relucía, bañado por el sol de la tarde, que arrancaba destellos a las gotitas que había dejado la lluvia reciente. Más abajo, el huerto parecía casi vacío, pero si aguzaba la vista, alcanzaba a ver la fina capa verde de brotes nuevos que cubría los bancales de cultivos de invierno, y las futuras plantas parecían alegrarse de estar empapadas.
Al oír unos pasos que subían por la escalera, Tessia se volvió hacia la puerta. Su padre sonrió y entró en la habitación. Ella reparó en las arrugas que le rodeaban los ojos y la boca, y en la ligera inclinación de su espalda. No era la primera vez que se fijaba en ello y, como siempre, una tristeza nostálgica se apoderó de ella. «Los años pasan. Pero no solo para él».
Veran dirigió la mirada hacia el baúl.
—¿Crees que está todo listo?
Ella se encogió de hombros.
—Solo mamá podría responderte a eso.
Él le dedicó una sonrisa irónica.
—Cierto. Pero ¿estás lista tú? ¿Te has hecho a la idea de convertirte en maga?
Con un suspiro, ella se levantó del alféizar y se acercó a la cama.
—Sí. No. No lo sé. ¿De verdad tengo que vivir en la Residencia?
Él la contempló en silencio por un momento antes de contestar.
—Sí. Si tu magia es tan peligrosa como dice lord Dakon, seguramente querrá alojarte en un lugar donde no supongas una amenaza para los demás. Le será más fácil protegernos a todos si te tiene cerca.
—Pero no regresaré a casa hasta que haya aprendido a controlarla —dijo ella.
Su padre la miró a los ojos y sacudió la cabeza.
—No, creo que no. Tienes mucho que aprender.
—Podría seguir viviendo aquí e ir a tomar clases a la Residencia.
—Ahora eres aprendiz de mago —repuso otra voz. Tessia alzó la mirada y vio a su madre, que estaba de pie frente a la puerta de la habitación—. Lo más acorde con tu nueva posición social es que te mudes a la Residencia.
Tessia apartó la vista. Le daba igual la posición social, pero sabía que era inútil discutir. A otras personas sí les importaba esa cuestión, así que había que tenerla en cuenta. Por eso se dirigió de nuevo a su padre.
—Enviarás a alguien a buscarme si me necesitas, ¿verdad? No te lo pensarás dos veces por temor a interrumpir mis clases o algo así, ¿no?
—Claro que no —le aseguró él y sonrió—. Prometo que te mandaré llamar cuando te necesite, siempre y cuando confíes en mi criterio para decidir si te necesito de verdad o no.
—¡Papá! —protestó Tessia—. Ya no soy una niña.
—No, pero sé que encontrarás razones perfectamente adultas para considerar más prioritario el ayudar a la gente que el aprender magia. —Su expresión se tornó seria—. Hay otras maneras de ayudar a la aldea, Tessia, y la magia es una de ellas. Es más importante porque es poco común y porque vivimos muy cerca de la frontera. Tal vez un día salves a más gente de aquí defendiéndola que sanándola.
—Lo dudo —replicó ella con sarcasmo—. Los sachakanos no se tomarían la molestia de conquistar Kyralia de nuevo.
—No mientras haya magos poderosos protegiendo nuestras fronteras.
Tessia hizo una mueca.
—No creo que pueda llegar a ser una luchadora por mucho que entrene, padre. No tengo aptitudes para eso.
«Tengo aptitudes para sanar —deseaba añadir, pero, contrariamente a lo que habría imaginado, no estaba abatida por haber descubierto que debía convertirse en maga—. Tal vez sea porque eso no frustra del todo mis expectativas de llegar a ser sanadora —pensó—. Tan solo las aplaza. Lo único que tengo que hacer es aprender todo lo que necesito para convertirme en maga, y entonces seré libre para formarme como sanadora. Mucho más libre que antes, pues los magos pueden hacer lo que les plazca. Bueno, excepto infringir las leyes».
Tal vez aprender magia le enseñaría otras formas de ayudar a la gente. Quizá la magia podía utilizarse para sanar. La diversidad de posibilidades la ilusionaba.
—No eres tú quien debe decidir qué es lo que se te da bien —la reprendió su madre—. Lo último que esperaba lord Dakon era tener que hacerse cargo de otra aprendiz. No debes malgastar su tiempo ni sus recursos, ¿me has oído?
—Sí, madre —respondió Tessia, sonriente.
Su padre se aclaró la garganta.
—¿Podemos bajar el baúl ya?
—No. —La expresión ceñuda de su madre desapareció—. Falta meter esto. —Sostenía en la mano una caja plana, del tamaño de un libro delgado. En vez de guardarla en el arcón, se la entregó a Tessia.
Al cogerlo, la joven, sorprendida, reconoció aquel objeto.
—¿Tu collar? ¿Por qué? ¿Para que lo ponga a buen recaudo?
—Para que lo luzcas —la corrigió su madre—. Pensaba dártelo cuando mostraras algún interés por atraer a un marido…, pero por lo visto tendré que esperar. Necesitarás llevar algún adorno ahora que vas a codearte con personas ricas e influyentes.
—Pero… es tuyo. Papá te lo regaló. —Se volvió hacia su padre y advirtió que él la miraba con aprobación, casi con engreimiento.
—Pues ahora es tuyo —dijo su madre con firmeza—. Además, yo estoy ridícula cuando me lo pongo. Casa mejor con un rostro más joven. —Cogió la caja de manos de Tessia, la colocó en el baúl y cerró la tapa.
Tessia abrió la boca para protestar, pero la cerró de nuevo. Sabía que no ganaría esa discusión. Quizá en otro momento, cuando su madre estuviese de un humor más propicio, la dejaría devolverle el collar. Aquella idea de que necesitaría impresionar a las personas ricas e influyentes le parecía absurda. No había nadie en la aldea que reuniese esas cualidades excepto el propio lord Dakon.
De pronto la asaltó una sensación incómoda.
«Mamá no estará pensando… No puede ser… Es imposible que lo piense… La diferencia de edad es…».
Sin embargo, conocía a su madre demasiado bien.
«Es demasiado evidente para negarlo. —Cerró los ojos y maldijo para sus adentros—. Mi madre espera que me case con lord Dakon».