Comentario del autor

¡Lo azul! —He aquí mi color favorito.

¡Lástima, pues, que en la anterior escena Matilde estuviera velada de azul!…

Lo azul es el crespúsculo de lo negro… (Ya lo dije antes de ahora, creo que hablando del color de la bóveda celeste… Pero después me he arrepentido de este blasfemo epigrama.)

Azul es la melancolía del espíritu; no la corporal, que es amarilla, según veremos más adelante.

Azul es la distancia, patria del pensamiento.

Azules son los lirios, esas elegías del mundo de las flores.

Azul, en fin, es la tristeza.

Azul es Alfonso de Lamartine, según Alfonso de Cormenín.

La lontananza del horizonte, las remotas montañas, el Océano, el cielo… ¡todo lo inmenso, todo lo infinito…, es azul!

¡El cielo!…, fanal que recoge y guarda los suspiros del género humano, el ámbar de nuestra fe y el humo de las chimeneas…

El humo he dicho… ¡También es azul el humo! ¡Y cuenta que el humo representa cosas! Os recomiendo que penséis en el humo… ¡Tal vez no hay nada tan poético ni tan filosófico en la Naturaleza! El humo es el término medio entre el ser y el no ser, entre la tierra y el cielo…

¡Ah! ¿Quién sabe si lo azul del cielo consistirá en que está ahumado?…

Por lo demás, yo amo el cielo; ese cielo interminable, que consigue rendir los bríos y la curiosidad de mi alma; ese cielo mucho más extenso que mis deseos de volar, y que mis fuerzas, y que mi paciencia…, pero no que mi esperanza; ese cielo, en fin, que me ha enseñado a despreciar la tierra, bien que no a comprender la vida…

¡Oh! ¡Qué grande es todo lo azul!

Y, además, ¡qué bonito!

Azules eran aquellos ojos de serafín, hoy cerrados por la impía muerte, que no hablaban mis pasiones, sino que acariciaban suavemente mi corazón, calmando en él la fiebre de los sentidos…

Azules son ciertos diablos extranjeros que llevan este nombre, y los lagos de Suiza, y la tisis, y la putrefacción, y aquellos lazos de seda con que amortajan en toda Europa a las vírgenes…

Mas, ¿qué digo? Todo lo Moribundo, todo lo que va a desaparecer, es azul. Por ejemplo: la mañana es blanca, y la tarde es azul…

Como azul es la asfixia… Véase Cianosis.

Y las venas de las mujeres blancas, y el manto de las Concepciones de Murillo, y la ausencia, y los celos, y las violetas, y otras muchas cosas exquisitas, son azules…

¡Qué horror! ¡Acabo de acordarme de las medias de los aragoneses!