Comentario del autor

La tarde ha sido de color de rosa; de color de rosa la cortina de seda del carruaje, segundo velo de nuestra heroína; de color de rosa es la luna de miel, primavera del matrimonio; de color de rosa es el porvenir del primogénito de una rica familia. La hora, pues, el sitio, la estación y todas las circunstancias de la anterior escena han sido rosadas y sonrientes… Justo es, por tanto, que la segunda parte de esta relación se llame El velo de color de rosa.

Y aquí reparo por primera vez en que el nombre de este color es una tontería.

Se dice: «una ilusión, un vestido, un panorama de color de rosa…»; con lo cual no se ha dicho nada, puesto que hay rosas blancas, opalinas, doradas, pajizas, purpúreas, carmesíes…

AGUSTÍN BONNAT. (Interrumpiéndome.) —Es que quizá habrá una rosa por antonomasia, desde que Venus matizó los campos con la sangre de sus pies…

—Convengo en ello: hay una rosa de color de sí misma; hay una rosa, modelo, de la cual son variedades las demás…

Prescindamos, pues, de las demás y ciñámonos a ella.

Queda planteada así la cuestión:

—¿De qué color es una rosa?

AGUSTÍN BONNAT. —De color de rosa.

—¿Y una rosa de color de rosa?

AGUSTÍN BONNAT. —Rosada.

—Eso no puede ser. Déjame pensar un rato. Yo daré con ello. Fuma si quieres.

Una rosa…, una rosa…, es de color de… de…

De color de uñas. (Yo gusto de las uñas bonitas, largas, sonrosadas…)

De color de labios de niño. (¡Qué grato es tener por amigo íntimo, no a ningún hombre, sino a un chiquillo de tres años!…)

De color de billetes de quinientos reales.

De color de… (Aquí vuelvo a recordar el cantar de Salomón.)

De color de rubor… ¡Bendito sea él! ¡Bendito sea cuando abrasa una mejilla morena sellada por un beso…;

Cuando sube a la frente de una virgen e impone respeto a un atrevido galán;

Cuando invade las orejas de un hombre tímido;

Cuando atestigua honradez, vergüenza, indignación, modestia…!

¡Bendito sea él cuando decimos al verlo: ¡Mire usted, mire usted: el embuste le sale a la cara!

O cuando ha sido comprado en una perfumería y se lo lleva en los labios un D. Juan entre bastidores;

O cuando es producido por el deseo, más bien que por el temor;

O cuando ilumina de júbilo y de entusiasmo un rostro marchito antes de tiempo;

O cuando viene seguido de una apoplejía fulminante…!

Pero vuelvo a la rosa.

Una rosa es:

De color de viaje a Madrid cuando lleva uno, la cartera atestada de cartas de recomendación… (Yo llegué a Madrid sin cartera, ni más ni menos que hoy se halla el Presidente del Consejo de Ministros).

—De color de herida que empieza a sanar;

De color de María, llamada Rosa Mystica, denominación, por cierto, muy tierna e inspirada… ¡Bien que toda la Letanía es un cántico divino que parece escrito por los ángeles, un Rosario de dulcísimas metáforas que equivale a un ramillete de ricas flores!…

¡Ah! Yo gusto de recordar a mis solas la Letanía, y siempre me dejo algo.

Pero a propósito de Rosario:

Una rosa puede ser también:

De color de rosario, puesto que rosario significa guirnalda de rosas…;

De color de cierto rosoli del mismo nombre, que beben los imperitos;

De color de polvos dentífricos de Quiroga… (Los recomiendo);

De color de alegría;

De color de fresa;

De color de amor, de dicha, de esperanza, de juventud, de castillos en el aire, de salud, de amanecer, de flor entreabierta, de fruto sano, de escenas pastoriles, de gloria, de adolescencia, y de papel secante para que no se borre esta novela…

¡Escoged!