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El despacho de Porter Stone tenía el mismo aspecto inmaculado y minimalista que la primera vez que Logan había estado allí. La única diferencia que apreció fue que la página de calendario del mes había sido retirado, con lo que las paredes estaban desnudas.

Stone, que hablaba por radio, la desconectó cuando Logan entró.

—Siéntate, Jeremy, por favor.

—Gracias.

Stone lo miró de arriba abajo con sus inquisitivos ojos.

—Bueno, ¿para qué deseabas verme?

—Tengo entendido que los trabajos van muy bien.

—Sí, estoy muy contento con los progresos que estamos haciendo. Nuestra gente ha fijado de forma permanente el portal hermético a la roca que rodea la entrada de la tumba. El Umbilical conecta el portal hermético con la Boca. Está presurizado y dispone de corriente. Hemos realizado distintas pruebas y sabemos que el conducto es estable. También hemos enviado un radar de quinientos megahercios que puede atravesar la roca y que se controla a distancia. Gracias a esto y a los test de imagen por ultrasonidos hemos detectado tres cámaras al otro lado de la primera puerta, una detrás de la otra.

A pesar de que estaba hablando del hallazgo más importante de su carrera, su tono y sus gestos seguían siendo tranquilos y reservados. Solo el intenso brillo de sus ojos azules delataba lo que de verdad sentía.

—Todo está dispuesto —continuó—. Ha llegado el momento de romper el sello y entrar en la tumba.

Logan se pasó la mano por el pelo.

—¿Quién estará en la perforación inicial?

—Tina, March, Ethan Rush, un par de hombres de Valentino para el trabajo duro, y yo, por supuesto. —Sonrió—. Es una de las ventajas de ser el que financia la expedición.

—Yo le recomendaría a alguien más —dijo Logan.

Stone arqueó las cejas.

—¿A quién?

—A mí.

La sonrisa de Stone se desvaneció.

—Me temo que no podrá ser. ¿Por qué debería incluirte en esta primera incursión?

—Hay muchas razones. Para empezar, forma parte del trabajo que me encargó. Me hizo venir para que investigase varios fenómenos extraños, y los dos sospechamos que la tumba puede tener algo que ver en ellos. Además, soy el más cualificado para documentar como es debido este acontecimiento, y sé que dicha documentación será importante para usted en el futuro.

—Sí, pero ¿por qué no esperar a que la tumba quede estabilizada?

—Porque si realmente hay una maldición y está activa, sea cual sea su forma de manifestarse, yo debería estar presente desde el principio. Recuerde las primeras palabras de Narmer: «Cualquier hombre que ose entrar en mi tumba»… Nadie lo ha hecho todavía, pero la estación se ha visto afectada por un montón de fenómenos extraños. Hay muchas posibilidades de que lo que pueda ocurrir empiece a partir de esta incursión inicial.

—Eso es cierto —repuso Stone—, y también es razón de más para que esperes. No hay motivo para que te expongas innecesariamente al peligro.

—Al igual que los demás, he firmado todos los documentos de descargo de responsabilidad y de renuncia a cualquier indemnización. Ethan se aseguró de que lo hiciera. —Logan se inclinó hacia delante en su silla—. Pero hay otro argumento a favor de mi presencia: nadie sabe lo que nos espera al otro lado de esa puerta, y yo soy de entre todos los miembros de esta expedición el más preparado para enfrentarme a ello. Ya ha leído mi currículo y conoce la clase de… llamémoslos «fenómenos no naturales» a los que me he enfrentado en el pasado. Estoy tan acostumbrado a ellos como el que más. Para serle sincero, he visto cosas que podrían hacer que alguien con menos experiencia se derrumbara. En pocas palabras: me necesita precisamente porque no sabe qué va a encontrar.

Stone lo miró fijamente.

—Olvidas que no soy lo que se dice un novato en estas lides. He abierto un buen número de tumbas en mi vida.

—Sí, pero ninguna sobre la que pesara una maldición como esta. —Logan suspiró—. Déjeme hacer mi trabajo, doctor Stone.

Stone siguió mirándolo durante un rato, hasta que su taimada sonrisa reapareció.

—A las ocho de la mañana en punto —dijo—. Sé puntual.