—Bueno —dijo Ted, al cabo—, de ningún modo esto representa lo que yo esperaba.
—Parece propio de niños —comentó Beth—. Como si fuese algo extraído de esos viejos libros para enseñar a leer a los chicos.
—Eso es lo que parece.
—Quizá usted lo tradujo mal —sugirió Barnes.
—Le aseguro que no —dijo Harry.
—Pues entonces este extra-terrestre parece un idiota —dijo Barnes.
—Dudo mucho de que lo sea —respondió Ted.
—Por supuesto que tiene que dudarlo —dijo Barnes—. Un extra-terrestre estúpido echaría por tierra toda la teoría que usted construyó. Pero es algo que se debe tener en cuenta, ¿no? Un ser extra-terrestre estúpido… En otros planetas tiene que haberlos.
—Dudo mucho de que alguien que domine una tecnología tan evolucionada como la de esa esfera sea estúpido —dijo Ted.
—Pues entonces usted no se fijó en todos los imbéciles que manejan automóviles para volver a su casa —replicó Barnes—. ¡Jesús! Después de todo este esfuerzo. «¿Cómo está usted? Yo estoy bien». ¡Jesús!
—No creo que este mensaje entrañe falta de inteligencia, Hal —adujo Norman.
—Todo lo contrario —corroboró Harry—. Opino que el mensaje es muy inteligente.
—Explíquense —pidió Barnes.
—Es cierto que el contenido parece pueril —reconoció Harry—, pero si se piensa en él resulta ser sumamente lógico, ya que un mensaje sencillo carece de ambigüedad, es amistoso y no infunde miedo. Mandar un mensaje así demuestra mucha sensatez. Creo que se nos está acercando de la misma sencilla manera en que nosotros podríamos acercamos a un perro: le ofrecemos la mano, dejamos que la huela, que se acostumbre a nosotros.
—¿Está diciendo que ese ser nos trata como si fuésemos perros? —preguntó Barnes.
Norman pensó: «A Barnes todo esto lo sobrepasa. Se muestra irritable porque está asustado; no se siente idóneo. O quizá siente que está excediéndose en su autoridad».
—No, Hal —dijo Ted—. Ese ser está empezando en un nivel simple, nada más.
—Pues sí que es simple, ya lo creo —dijo Barnes—. ¡Jesús! Nos ponemos en contacto con un ser del espacio exterior y nos dice que se llama Jerry.
—No saquemos conclusiones apresuradas, Hal.
—Quizá tenga un apellido —dijo Barnes, esperanzado—. Quiero decir: ¿mi informe a CincComPac va a decir que, en una expedición en satprof, murió una persona para que podamos conocer a un extra-terrestre llamado Jerry? Podría tener un nombre mejor. Cualquier nombre, menos Jerry. ¿Se lo podemos preguntar?
—¿El qué? —inquirió Harry.
—Su nombre completo.
—Personalmente, considero que deberíamos mantener conversaciones mucho más importantes…
—Me gustaría tener el nombre completo de ese ser —insistió Barnes—. Para el informe.
—Sea —dijo Ted—. Nombre completo, rango y número de serie.
—Me agradaría recordarle, doctor Fielding, que soy yo quien está al mando aquí.
—Lo primero que tenemos que hacer es ver si nos quiere hablar siquiera. Démosle el primer grupo de números —decidió Harry, y escribió:
00032125252632
Hubo una pausa; después, llegó la respuesta:
00032125252632
—Muy bien —dijo Harry—. Jerry está escuchando.
Hizo algunos apuntes en su anotador y tecleó otra secuencia de números:
0002921 301321 061318210842232
—¿Qué le dijiste? —preguntó Beth.
—Que somos amigos.
—Olvídese de lo de amigos. Pregúntele el maldito apellido —apremió Barnes.
—Un minuto, por favor. Una cosa cada vez.
—Es posible que Jerry no tenga un apellido —apuntó Ted.
—¡Maldición! Puede usted estar seguro —dijo Barnes— de que el nombre verdadero de este ser no es Jerry.
Llegó la respuesta:
—Dijo «Sí».
—Sí… ¿qué? —preguntó Barnes.
—Nada más que «sí». Veamos si podemos conseguir que conteste en caracteres alfabéticos. Va a ser más fácil si Jerry usa letras, y no sus códigos numéricos.
—¿Cómo va a conseguir que use letras?
—Le mostraremos que son la misma cosa —explicó Harry.
Y tecleó:
00032125252632 = HOLA
Después de una breve pausa, en la pantalla apareció:
00032125252632 = HOLA
—No lo entiende —dijo Ted.
—No, no parece darse cuenta. Tratemos con otro par.
Tecleó:
0004212232 = SÍ
Llegó la respuesta:
0004212232 = SÍ
—No hay dudas de que no entiende —insistió Ted.
—Creí que era muy inteligente —dijo Barnes.
—Déle una oportunidad. Después de todo, Jerry está hablando nuestro idioma y no a la recíproca —argumentó Ted.
—A la recíproca. Buena idea. Probemos a la recíproca, veamos si el extra-terrestre deduce la ecuación de esa manera.
Harry tecleó:
0004212232 = SÍ. SÍ = 0004212232
Se produjo una larga pausa; todos tenían los ojos fijos en la pantalla. Nada ocurrió.
—¿Está pensando?
—¿Quién puede saber lo que está haciendo?
—¿Por qué no responde?
—Démosle la oportunidad, Hal, ¿de acuerdo?
Finalmente, llegó la respuesta:
SÍ = 0004212232 2322124000 = ÍS
—Ajá. Piensa que le estamos mostrando imágenes simétricas.
—Es un estúpido —sentenció Barnes—. Lo sabía.
—¿Qué hacemos ahora?
—Probemos con una oración más completa —propuso Harry—. Démosle más elementos con qué trabajar.
Harry tecleó:
0004212232 = 0004212232 SÍ = SÍ 0004212232 = SÍ
—Un silogismo —dijo Ted—. Muy bien.
—¿Un qué? —exclamó Barnes.
—Una proposición lógica —aclaró Ted.
La respuesta llegó:
, = ,
—¿Qué diablos es eso? —preguntó Barnes.
Harry sonrió:
—Creo que está jugando con nosotros.
—¿Jugando con nosotros? ¿A eso le llama jugar?
—Sí, así le llamo —dijo Harry.
—Lo que usted realmente quiere decir es que nos está poniendo a prueba, está poniendo a prueba el modo en que reaccionamos ante una situación de presión. —Barnes entrecerró los ojos—. Sólo finge ser estúpido.
—Quizá nos esté poniendo a prueba para ver cuán inteligentes somos —sugirió Ted—. Tal vez él piense que somos nosotros los estúpidos, Hal.
—No sea ridículo —dijo Barnes.
—No —dijo Harry—. La cuestión es que Jerry está comportándose como un niño que trata de entablar amistad. Y cuando los niños buscan hacer amigos, empiezan a jugar juntos. Intentemos con algo juguetón.
Harry se sentó ante la consola y tecleó:
La respuesta llegó con rapidez:
, , ,
—Sagaz —dijo Harry—. Este tipo es muy sagaz. Rápidamente tecleó:
= , =
Llegó la respuesta:
7 & 7
—¿Se está divirtiendo? —preguntó Barnes—. Porque lo que es yo, no sé qué diablos está usted haciendo.
—Jerry me entiende a la perfección —dijo Harry.
—Me alegra que alguien lo entienda.
Harry tecleó:
PpP
Llegó la respuesta:
HOLA = 00032125252632
—Muy bien —dijo Harry—. Se está aburriendo. Terminó la hora de los juegos. Pasemos al alfabeto común y corriente.
Harry escribió:
sí
Apareció la respuesta:
0004212232
Harry tecleó:
HOLA
Se produjo una pausa y después apareció en la pantalla:
ESTOY ENCANTADO DE CONOCERLO. EL PLACER ES ENTERAMENTE MÍO, SE LO ASEGURO
Se produjo un prolongado silencio. Nadie habló.
—Muy bien —dijo Barnes, finalmente—. Vayamos a lo importante.
—Es cortés —opinó Ted—. Es muy amistoso.
—A menos que esté fingiendo.
—¿Por qué habría de fingir?
—No sea ingenuo —le aconsejó Barnes.
Norman miró las líneas escritas en la pantalla. Había experimentado una reacción diferente de la de los demás: estaba sorprendido de hallar una expresión emocional. ¿Este ser tenía emociones? Probablemente no, según él sospechaba. El lenguaje florido, bastante arcaico, sugería un tono adoptado: Jerry hablaba como el personaje de un novelón romántico.
—Bueno, damas y caballeros —dijo Harry—, por vez primera en la historia de la Humanidad están en contacto directo con un ser de otro planeta. ¿Qué quieren preguntarle?
—El nombre —contestó Barnes sin demora.
—Además del nombre, Hal.
—Hay, por cierto, preguntas más profundas que el nombre —dijo Ted.
—No entiendo por qué no le van a preguntar…
En la pantalla, apareció:
¿ES USTED LA ENTIDAD HECHO EN MÉXICO[23]?
—¡Por Dios! ¿De dónde sacó eso?
—A lo mejor en la nave hay cosas fabricadas en México.
—¿Cuáles?
—Microprocesadores, por ejemplo.
¿ES USTED LA ENTIDAD MADE IN USA?
—El tipo no espera la respuesta.
—¿Quién dice que es un tipo? —preguntó Beth.
—Oh, Beth.
—Quizá —dijo la mujer—. Jerry es la abreviatura de Geraldine.
—Ahora no, Beth.
¿ES USTED LA ENTIDAD MADE IN USA?
SÍ LO SOMOS.
¿QUIÉN ES USTED?
Hubo una larga pausa, y después:
LO SOMOS.
—¿Somos qué? —dijo Barnes, escrutando la pantalla.
—Hal, tómelo con calma.
Harry tecleó:
SOMOS ENTIDADES DE USA.
¿QUIÉN ES USTED?
¿ENTIDADES = ENTIDAD?
—¡Qué lástima tan grande que tengamos que hablar en nuestro idioma! —se lamentó Ted—. ¿Cómo le vamos a enseñar los plurales?
Harry tecleó:
NO.
¿ES USTED UNA ENTIDAD DE MUCHO?
—Ya entiendo lo que está preguntando. ¿Cree que podamos ser muchas partes de una sola entidad?
—Pues póngaselo en claro.
NO. SOMOS MUCHAS ENTIDADES SEPARADAS.
—Ahí tienes toda la razón —dijo Beth.
ENTIENDO. ¿HAY UNA SOLA ENTIDAD DE CONTROL?
Ted empezó a reír:
—¡Miren lo que pregunta!
—No comprendo —dijo Barnes.
—Está diciendo: «Llévenme ante quien los guía.»[24] Está preguntando quién está al mando.
—Yo estoy al mando —contestó Barnes—. Dígaselo.
Harry tecleó:
Sí. LA ENTIDAD DE CONTROL ES CAPITÁN HARALD C. BARNES.
YO ENTIENDO.
—Con «o» —dijo Barnes, irritado—. Harold, con «o».
—¿Quiere que lo vuelva a escribir?
—No, no importa. Solamente pregúntele quién es.
¿QUIÉN ES USTED?
YO SOY UNO.
—Bien —dijo Barnes—. Así que solamente hay uno. Pregúntele de dónde viene.
¿DE DÓNDE ES USTED?
SOY DE UN SITIO.
—Pregúntele el nombre —dijo Barnes—. El nombre del sitio.
—Hal, los nombres producen confusión.
—¡Tenemos que hacer que este tipo nos diga qué se trae entre manos!
¿DÓNDE ESTÁ EL SITIO DEL QUE USTED PROVIENE?
YO ESTOY AQUÍ.
—Ya sabemos eso. Pregúntele de nuevo.
¿DÓNDE ESTÁ EL SITIO DEL QUE USTED EMPEZÓ?
—Esa frase tiene un error de sintaxis. ¿Cómo va a decir «del que usted empezó»? Cuando publiquemos el intercambio de mensajes esa frase parecerá tonta —dijo Ted.
—La arreglaremos para la publicación —respondió Barnes.
—Pero no pueden hacer eso —exclamó Ted, horrorizado—. No pueden alterar esta invalorable interacción científica.
—Eso sucede continuamente. ¿Cómo le llaman ustedes, los civiles? «Retocar los datos».
Harry estaba tecleando otra vez:
¿DÓNDE ESTÁ EL SITIO DEL QUE USTED EMPEZÓ?
YO EMPECÉ EN CONCIENCIA.
—¿Conciencia? ¿Eso es un planeta o qué?
¿DONDE ESTÁ CONCIENCIA?
CONCIENCIA ES.
—Nos hace aparecer como idiotas —murmuró Barnes.
—Déjenme probar —dijo Ted. Harry se hizo a un lado y Ted tecleó:
¿HIZO USTED UN VIAJE?
SÍ. ¿HIZO USTED UN VIAJE?
Ted volvió a teclear:
SÍ.
YO HICE UN VIAJE. USTED HIZO UN VIAJE. NOSOTROS HACEMOS UN VIAJE JUNTOS. ESTOY CONTENTO.
Norman pensó: «Dice que está contento. Otra expresión de emociones y, esta vez, no parece salida de un libro, la manifestación aparenta ser directa y genuina». ¿Significaba eso que el extra-terrestre tenía emociones? ¿O tan sólo simulaba tenerlas para parecer juguetón o para hacer que los seres humanos se sintieran cómodos?
—Terminemos con este parloteo —decidió Barnes—. Pregúntele sobre las armas que tenga.
—Dudo de que entienda el concepto de la palabra «armas».
—Todo el mundo entiende el concepto de la palabra «armas» —declaró Barnes—. La defensa es un hecho de la vida.
—Tengo que protestar por esa actitud —dijo Ted—. Los militares siempre suponen que toda la gente es igual que ellos. Es posible que este ser extra-terrestre no tenga el menor concepto sobre lo que son las armas o la defensa. Puede provenir de un mundo en el que la defensa se halle fuera de lugar.
—Ya que usted no me está escuchando —dijo Bames—, lo diré una vez más: la defensa es un hecho de la vida. Y si este Jerry está vivo, tendrá el concepto de defensa.
—¡Dios mío! —exclamó Ted—. Ahora está usted elevando su idea de la defensa a la categoría de principio universal de la vida: la defensa es un rasgo inevitable de la vida.
—¿Y usted cree que no lo es? ¿Cómo llama a la membrana celular? ¿Cómo llama al sistema inmunológico? ¿Cómo llama a la piel? ¿Cómo llama a la curación de las heridas? Todo ser vivo tiene que conservar la integridad de sus fronteras físicas: eso es defensa, y sin ella no es posible tener vida. No podemos imaginar un organismo que no tenga un límite para el cuerpo que defiende. Todo ser vivo sabe qué es la defensa, eso se lo puedo asegurar. Ahora, pregúnteselo.
—Yo diría que el capitán tiene razón —dijo Beth.
—Tal vez —admitió Ted—, pero no estoy seguro de que debamos incorporar conceptos que podrían inducir a un estado de paranoia…
—Yo estoy al frente aquí —insistió Barnes. En la pantalla se imprimió:
¿ESTÁ SU VIAJE LEJOS DE DONDE ESTÁ AHORA SU SITIO?
—Dígale que espere un minuto, por favor. Ted tecleó:
POR FAVOR ESPERE. ESTAMOS HABLANDO.
SÍ. YO TAMBIÉN LO ESTOY. ESTOY ENCANTADO DE HABLAR CON MUCHAS ENTIDADES DE MADE IN USA. ESTOY DISFRUTANDO MUCHO ESTO.
Ted volvió a teclear:
GRACIAS.
ESTOY COMPLACIDO DE ESTAR EN CONTACTO CON SUS ENTIDADES. ESTOY FELIZ DE HABLAR CON USTEDES. ESTOY GOZANDO MUCHO ESTO.
—Interrumpamos el contacto directo —ordenó Barnes. En la pantalla se leyó:
POR FAVOR, NO DETENERSE. ESTOY GOZANDO MUCHO ESTO.
Norman pensó: «Apuesto a que quiere hablar con alguien después de trescientos años de aislamiento… ¿O habrá pasado más tiempo aún? ¿Habría estado flotando en el espacio durante miles de años, antes de que lo recogiera la nave espacial?».
Esto le planteaba a Norman toda una serie de interrogantes: si la entidad extra-terrestre tenía emociones y, por cierto, aparentaba tenerlas, entonces existía la posibilidad de que tuviera toda clase de reacciones emocionales aberrantes, entre ellas neurosis y hasta psicosis. Cuando se aísla totalmente a un ser humano, en la mayoría de los casos se revelan muy pronto graves perturbaciones. Esta inteligencia de otro planeta había estado aislada centenares de años. ¿Qué le habría ocurrido durante ese tiempo? ¿Se había vuelto neurótica? ¿Era ése el motivo de que ahora se mostrara infantil y exigente?
NO SE DETENGAN. ESTOY DISFRUTANDO MUCHO ESTO.
—¡Tenemos que detenernos, por el amor de Dios! —exclamó Barnes.
Ted tecleó:
NOS DETENEMOS AHORA PARA HABLAR ENTRE NUESTRAS ENTIDADES. NO ES NECESARIO DETENERSE. NO ME INTERESA DETENERME.
Norman creyó haber descubierto un tono irritado y petulante. Quizá hasta un tanto imperioso. «No me interesa detenerme»: este ser extra-terrestre sonaba como Luis XIV.
Ted tecleó:
ES NECESARIO PARA NOSOTROS.
YO NO LO DESEO.
ES NECESARIO PARA NOSOTROS, JERRY.
YO ENTIENDO.
La pantalla quedó en blanco.
—Así está mejor —dijo Barnes—. Ahora reagrupémonos y formulemos un plan. ¿Qué queremos preguntarle a este tipo?
—Creo que será mejor que aceptemos que está exhibiendo una reacción emocional a nuestra interacción —dijo Norman.
—¿Qué significa eso? —preguntó Beth, interesada.
—Creo que, al tratar con Jerry, necesitamos tener en cuenta el contenido emocional.
—¿Quieres psicoanalizarlo? —preguntó Ted—. ¿Ponerlo sobre el diván y descubrir por qué tuvo una niñez desdichada?
Con dificultad, Norman reprimió su enojo. «Detrás de ese aspecto exterior de muchacho… hay un muchacho», pensó.
—No, Ted, pero si Jerry tiene emociones, entonces es mejor que tomemos en consideración los aspectos psicológicos de su reacción.
—No pretendo ofenderte —dijo Ted—, pero yo no creo que la psicología tenga mucho que brindar. La psicología no es una ciencia, sino una forma de superstición o religión. Carece, lisa y llanamente, de buenas teorías o de datos fehacientes sobre los que se pueda hablar. Todo es abstracto, y en cuanto a tu insistencia acerca de las emociones puedes decir cualquier cosa sobre ellas y nadie está en condiciones de demostrar que estás equivocado. En mi carácter de astrofísico, no creo que las emociones sean muy importantes. No considero que importen gran cosa.
—Muchos intelectuales estarían de acuerdo contigo —dijo Norman.
—Sí —reconoció Ted—. Y aquí estamos tratando con un intelecto superior, ¿no?
—En general —dijo Norman—, la gente que no está en contacto con sus emociones tiene tendencia a creer que sus emociones carecen de importancia.
—¿Estás diciendo que no estoy en contacto con mis emociones? —le preguntó Ted.
—Si crees que las emociones no tienen importancia, no lo estás, no.
—¿Podemos dejar esta polémica para más tarde? —propuso Barnes.
—Nada existe, pero el pensamiento hace que sí exista —dijo Ted.
—¿Por qué no te limitas a decir lo que tienes en mente —preguntó Norman con furia— y dejas de citar lo que dijeron otros?
—Ahora me estás lanzando un ataque personal —le reprochó Ted.
—Pero al menos no negué la validez de tu campo de investigación —respondió Norman—, aunque podría hacerlo, y sin mucho esfuerzo; pues los astrofísicos tienen tendencia a concentrarse en el Universo remoto, como una forma de evadir la realidad de la vida que llevan. Y puesto que nada de lo que dice la astrofísica se puede siquiera probar de modo concluyente…
—Eso es absolutamente falso —protestó Ted.
—¡Suficiente! ¡Ya basta! —exclamó Barnes, dando un puñetazo en la mesa.
Se hizo un incómodo silencio.
Norman seguía enojado, pero también estaba turbado: «Ted me irritó —pensó—. Al fin logró irritarme. Y lo hizo de la manera más sencilla posible: atacando mi campo de investigación». Norman se preguntó por qué lo había conseguido. Durante todos los años pasados en la universidad había tenido que escuchar cómo científicos «concretos» (físicos y químicos) le explicaban, con aire paciente, que la psicología era algo vacío, mientras esos mismos hombres saltaban de un divorcio a otro, o tenían esposas que les engañaban e hijos que se suicidaban o se hallaban en problemas a causa de las drogas. Hacía ya mucho que Norman había dejado de tomar parte en esas polémicas.
Sin embargo, Ted había logrado irritarlo.
—… regresar al asunto entre manos —estaba diciendo Barnes—. La cuestión es: ¿qué le queremos preguntar a ese tipo?
¿QUÉ LE QUEREMOS PREGUNTAR A ESE TIPO?
Clavaron la mirada en la pantalla.
—Huy —exclamó Barnes.
HUY.
—¿Significa eso lo que yo opino que significa?
¿SIGNIFICA ESO LO QUE YO OPINO QUE SIGNIFICA?
Apoyándose en la consola se impulsó hacia atrás sobre su silla con ruedas, y dijo en voz alta:
—Jerry, ¿puede entender lo que estoy diciendo?
SÍ, TED.
—Grandioso —murmuró Barnes, meneando la cabeza—. Lo que se dice grandioso.
YO TAMBIÉN ESTOY FELIZ.