CAPÍTULO LV

Paresh Babu estaba diciendo:

—Binoy, no quiero que obres a la ligera y cometas una temeridad para salvar a Lolita. La agitación que existe en nuestra sociedad no tiene gran importancia. Dentro de pocos días se habrán olvidado de lo que ahora tanto les apasiona.

Binoy estaba convencido de que iba dispuesto a sacrificarse por Lolita. Sabía que aquel matrimonio no era aconsejable; además, no olvidaba que ello suponía reñir con Gora. No obstante, quería cumplir con su deber, sin reparar en sacrificios. Y cuando Paresh Babu rechazó su ofrecimiento, no estuvo dispuesto a retroceder.

—Nunca podré pagaros todo el afecto que me habéis demostrado, y se me hace insoportable pensar que yo haya podido ser causa de disgustos de vuestra familia.

—Binoy, no me has comprendido. Personalmente, estoy encantado de que nos aprecies hasta este extremo; pero el que me propongas casarte con Lolita para demostrar tu respeto no es muy halagador para mi hija. Por esto te he dicho que la dificultad que ahora nos aqueja no es tan grave como para que tengas que hacer el menor sacrificio.

Ahora, por lo menos, Binoy estaba libre de toda responsabilidad, pero su espíritu no huyó veloz por la franca senda de la libertad con la misma ansia con que levanta el vuelo el pájaro que encuentra abierta la jaula. Binoy no sentía el menor deseo de moverse, a pesar de que la presa que le hiciera levantar su sentido del deber para contener sus habituales inclinaciones resultaba innecesaria. El camino por el que hasta hacía poco avanzaba lenta y temblorosamente, retrocediendo a cada momento, estaba ahora ocupado en toda su magnitud, y a Binoy le costaba un gran esfuerzo ceder terreno. En el mismo lugar al que fuera arrastrado por el sentido del deber, donde éste ahora le gritaba: «Atrás, hermano; no hay necesidad de que sigas por aquí», su corazón le decía: «Si tú quieres, vuelve atrás; pero yo me quedo.»

Ahora que Paresh Babu acababa de dejarle sin excusa, Binoy dijo:

—No pensaba en mi sentido del deber al pediros a Lolita por esposa. Nada podría hacerme más feliz que… Sólo temía…

—No tienes nada que temer —interrumpió Paresh Babu sin vacilar. Hasta tal extremo amaba la verdad que llegó a decir—: Por Sucharita he sabido que Lolita no te mira con indiferencia.

Una oleada de alegría invadió el corazón de Binoy al enterarse de que Lolita había revelado su secreto a Suchi Didi. Hubiera querido saber cuándo y cómo habló de ello. Sintió un inmenso gozo al pensar que él fuese objeto de confidencias entre las dos muchachas.

Al momento, dijo:

—Si me considerarais digno de ella, sería dichoso.

—Te ruego que aguardes un momento. Deja que suba a hablar con mi esposa.

Cuando Bordashundari le hubo escuchado inquirió:

—Habrá de iniciar a Binoy en las doctrinas del Brahmo Samaj.

—Eso por descontado.

—Es lo primero que hay que aclarar. Por lo tanto, hazle subir.

—Tenemos que fijar fecha para la ceremonia de tu iniciación —dijo Bordashundari, sin más preámbulos tan pronto vio entrar a Binoy.

—¿Es requisito indispensable la iniciación? —preguntó Binoy vacilando.

—¡Absolutamente indispensable! —replicó Bordashundari—. ¿Cómo, si no, ibas a entrar en una familia brahmo?

Binoy bajó la cabeza sin contestar. ¿De manera que Paresh Babu, al oírle decir que deseaba casarse con su hija, supuso que entraría en el Brahmo Samaj?

—Yo…, tengo el mayor respeto por el Brahmo Samaj —balbuceó—, y hasta este momento no hubo nada en mi conducta contrario a sus doctrinas. Pero, ¿es necesario que me asocie?

—Si tus opiniones están de acuerdo con las nuestras, ¿qué mal hay en que entres a formar parte del Samaj? —preguntó Bordashundari.

—Me es imposible decir que la sociedad hindú no significa nada para mí.

—Entonces has hecho mal en suscitar la cuestión —dijo Bordashundari en tono quejumbroso—. ¿Querías casarte con nuestra hija por compasión o para hacernos un favor?

Éste fue un fuerte golpe para Binoy, pues comprendió que sus palabras les parecían ofensivas.

Aproximadamente un año antes, había entrado en vigor la nueva ley sobre Matrimonio Civil, y, en aquella época, tanto Gora como él la atacaron duramente desde los periódicos. A Binoy le resultaba ahora sumamente difícil declarar que no era hindú y contraer matrimonio civil.

Binoy comprendió que Paresh Babu nunca daría su consentimiento si él no abjuraba de su religión. Dando un suspiro, se levantó para marcharse y, después de inclinarse profundamente, dijo en tono de disculpa:

—Os ruego que me perdonéis. No diré más para no agravar mi falta.

Y, con estas palabras, salió del aposento.

Al bajar, vio a Lolita escribiendo unas cartas en el mirador. Al oír sus pasos, ella levantó la vista y le miró un momento con expresión agitada. Lolita y Binoy se conocían desde hacía mucho tiempo. ¡Cuántas veces le miró ella a los ojos! Sin embargo, aquel día su mirada parecía expresar un misterioso secreto. El secreto, que sólo Sucharita conocía, acababa de ser revelado a Binoy desde debajo de unas negras pestañas, y la ternura que él vio en aquellos ojos le pareció reconfortante como una nube que anuncia la llegada de lluvia fresca en un día de calor. Pero la rápida mirada con que él correspondió hirió a Lolita profundamente. Sin decir una palabra, Binoy se inclinó y siguió bajando la escalera.