Capítulo 56. Freón

Freón es un nombre genérico que se aplica a una serie de gases que contienen flúor. Lo podemos encontrar con el nombre de halón y muchos otros.

Sus propiedades, sobre todo su gran estabilidad química, los hace ideales para muchas aplicaciones, sobre todo para sistemas de refrigeración (son el mejor gas que se puede utilizar en el circuito de enfriamiento de neveras y de acondicionadores de aire) y para extinguir incendios: si comparamos un extintor de cuatro kilos de freón con otro de seis kilos de polvo (en esos extintores se suele utilizar una variante del bicarbonato sódico tan útil en caso de indigestiones) y otro de ocho kilos de anhídrido carbónico (CO2), veremos que el de ocho kilos es capaz de apagar unas seis veces un bidón de gasolina ardiendo, el de polvo lo apaga unas ocho o diez veces y el de freón lo apagaba veinte veces o más (es una de esas cosas que hemos hecho en persona alguno de los autores). Decimos «lo apagaba» porque ya no se permite su utilización.

Ahora las neveras son más caras y consumen mucho menos que treinta años atrás, pero gastan un poquito más de lo que gastarían si todavía llevasen halón en su interior. Los extintores son menos efectivos y cantidad de sensores médicos y de todo tipo han tenido que reinventarse para no utilizar ningún tipo de freón, mientras que hasta 1975 ese gas se utilizaba incluso para rellenar los esprays de laca o de desodorante, pues además era barato y no reaccionaba con nada, por lo que no cambiaba las propiedades químicas de lo que sea que impulsase a salir del bote cuando apretábamos el botoncito.

DEMASIADO BUENO PARA ESTE MUNDO

Es un caso parecido al del amianto, pues la parte mala es que eso de no reaccionar con nada y ser estable por mucho tiempo hace que el freón, halón, etc. se acumule en la atmósfera a largo plazo, alcanzando grandes alturas, decenas de kilómetros de altura y allí, bombardeadas sus moléculas por los rayos solares sin apaciguar por el paso de la atmósfera, sí que se descomponen y reaccionan con el ozono (una molécula de oxígeno con tres átomos en lugar de los dos del que respiramos).

El ozono empezó a desaparecer a bocados de la atmósfera en la vertical de la Antártida, que es donde se forman los remolinos más estables a esa altura, y fue sencillo darse cuenta de que si ese proceso seguía al mismo ritmo, nos quedaríamos sin ozono en toda la atmósfera.

—¿Lo echaríamos de menos?

—Sí, mucho.

Lo echaríamos mucho de menos porque el ozono es lo que filtra una parte importante de la radiación del sol. El ozono elimina la mayor parte de los rayos ultravioletas y nosotros, a la vez que todas las plantas y animales, simplemente no estamos acostumbrados a tanta radiación ultravioleta, hemos evolucionado sin «disfrutarla» en demasía y si en unos años la tuviésemos encima con mayor potencia de lo que estamos acostumbrados, nos provocaría infinidad de inconvenientes, empezando por el cáncer de piel.

Por eso se prohibió el freón y toda su familia de compuestos, con grandes pérdidas en muchos tipos de industria, y ojalá lo hubiéramos prohibido antes, pues el daño en la capa de ozono, aunque ya ha comenzado a disminuir en el arranque del siglo XXI, ha dañado la piel de la humanidad entera durante las décadas que han tardado los científicos en conseguir ser escuchados por los políticos.

Por cierto, una nota de un desastre que no llegó a ocurrir relacionado con la capa de ozono: en los albores de la carrera espacial se llegó a plantear un «satélite» de órbita ultrabaja que diese vueltas a la Tierra justo a la altura de la capa de ozono. Era más bien un avión de grandes alas y la gracia que tenía es que se planteaba que utilizaría el ozono como combustible para volar eternamente. Resultó que no se llegó a desarrollar un motor de ozono con un rendimiento suficiente. Y menos mal. Si el proyecto hubiese tenido éxito, se hubiese comido la capa de ozono a gran velocidad y para cuando lo quisiésemos prohibir quizá hubiera resultado que la oposición viniera de los militares, porque el aparato que volaba eternamente era la plataforma ideal para llevar cámaras y ser el perfecto avión espía. En ese caso es probable que no nos hubiésemos llegado a enterar de que existía hasta ser demasiado tarde.