Introducción

La industria química tiene en su haber grandes logros que han hecho más fácil y cómoda la vida de la humanidad, pero también ha sido causa de dolor y no sólo por las aplicaciones perversas (gases para uso militar, empleo en cámaras de exterminio de los campos de concentración nazis, etc.), sino también por su uso sin medidas de seguridad adecuadas. Es quizá donde hay más riesgo de alarma social junto al tema nuclear (vuelve a tratarse de un peligro que suele ser «invisible») pero a la vez la dependencia de la sociedad moderna es total: no es concebible el desarrollo sin la industria química, nos guste poco o nada, y sin fertilizantes no habría hoy alimentos para media humanidad; si miramos a nuestro alrededor y eliminamos de nuestro panorama todos los plásticos, barnices, colas y pinturas, es probable que nos quedemos sentados en el suelo de una habitación gris casi vacía y, desde luego, no tendríamos con qué movernos sin combustibles para nuestros coches.

La frontera entre la química y la farmacología es a veces difusa. Hemos tratado de clasificar los casos de una forma coherente, pero si alguien discrepa de nuestro criterio, esperamos que de todas formas le resulte interesante esta sección. Expondremos unos pocos casos donde el uso indebido ha dado origen a sufrimiento y algún otro donde su uso sin conocer todas las implicaciones acabó creando situaciones de dolor de las que por lo menos se sacó la conclusión de que nada es sólo lo que parece: hay que pensar y estudiar «mucho» antes de decir que algo no es dañino y a veces se tarda años en saberlo. Que hoy lo sepamos todos es resultado de errores que la historia nos ha enseñado.