Capítulo 47. La medicina como propagadora de enfermedades

Durante siglos, enfermedades como la diabetes eran rápidamente mortales. Gracias a los avances de la medicina a lo largo del siglo XX esta se convirtió, junto a muchas otras, en una enfermedad molesta para quien la padecía pero que, adecuadamente tratada, permitía disfrutar de una existencia más o menos igual de larga que si no se padeciese y con una calidad de vida bastante aceptable. Entonces se descubrió que la diabetes, al igual que otras muchas como la celiaquía o los problemas derivados de embarazos con factor Rh de la sangre incompatible, eran además enfermedades «hereditarias» en gran medida.

Como consecuencia, ya que los pacientes vivían mucho más, también tenían más probabilidades de dejar descendencia, la cual, como ya está avisada del riesgo de enfermedad, toma sus precauciones y vive más y mejor. Así, hoy en día enfermedades que un siglo atrás eran raras ahora son cada vez más comunes. Y no sólo en el caso de enfermedades hereditarias, sino también en algunas enfermedades infecciosas que prosperan gracias a los avances médicos y farmacológicos: el SIDA está en ese mismo caso pues cuantos más avances se logran para conseguir una larga vida para los infectados, más probabilidades hay de que infecten a más y más gente, aunque sea por accidente puesto que, como vamos viendo en casi cada página de este libro, los accidentes «ocurren», le demos las vueltas que le demos a la realidad.

Por supuesto, no estamos a favor de soluciones finales al estilo hitleriano, de ninguna manera, pero este es uno de esos casos en los que no hay una solución completa que deje a todos contentos y tenemos que hacernos a la idea de que en el mundo del siglo XXI tendremos familiares, vecinos y compañeros de trabajo con enfermedades crónicas, alguna quizá contagiosa en alguna medida, y que son resultado de avances de la medicina y la farmacopea. Curioso, ¿no?