Si algo puede fallar, tarde o temprano fallará.
Edward Aloysius Murphy
Ingeniero aeronáutico y militar de los tiempos en los que los aviones se hacían con madera y tela, Ed Murphy (por favor, no confundir con el actor Eddie Murphy, que no se parecen en nada) dedicó los últimos años de su vida profesional a desarrollar asientos eyectables como culminación de una carrera en la que siempre estuvo diseñando artilugios que tenían utilidad cuando todo lo demás fallaba.
Su tesis, madre de todas las «Leyes de Murphy» que circulan por la cultura universal, es que si una pieza tiene una posibilidad entre un millón de fallar, y se utiliza millones de veces, es estadísticamente inevitable que ese improbable fallo ocurra en alguna parte. Esto, en el mundo aeronáutico actual, en el que mientras se lee este párrafo están despegando docenas de aviones en la infinidad de aeropuertos del planeta, hace que una fiabilidad de «una entre un millón» sea inaceptable en sistemas críticos, porque cada pocos días se suma otro millón de vuelos a las estadísticas y eso implicaría un fallo cada pocos días.
Si esa imagen la completamos desde el punto de vista de que un avión comercial tiene millones de piezas, eso querría decir que cada día fallaría algo. En definitiva: en la aviación, una posibilidad de fallo entre un millón es inaceptablemente alta para las cosas importantes. Aun así, por desgracia, las catástrofes aéreas podrían dar lugar ellas solas a una monografía mucho más voluminosa que el libro que el lector tiene ahora en sus manos. Lo malo no sólo es que resultaría deprimente, sino que también resultaría aburrida. Y morbosa.
Y muy rastrera, porque como veremos, en muchos casos fue el ahorro de unos euros lo que llevó a alguien a saltarse unas «recomendaciones», o a disimular un defecto de diseño, o a realizar un mantenimiento no muy riguroso, y ello en el contexto de las eternas luchas comerciales por dominar un mercado, el del transporte aéreo, en el que países enteros se juegan la prosperidad y el prestigio.
Pero la razón de que la sección que le dedicamos a la aviación sea tan relativamente breve es también que la inmensa mayoría de los accidentes aéreos tiene mucho más que ver con la imprudencia personal y con saltarse las normas que con los fallos tecnológicos. Una y otra vez. Y no hay mucho que aprender de ello. Por supuesto hay excepciones y, en un tema tan amplio como este, algunas son muy jugosas. Vamos pues con las más notables.