No se oye nada, aunque solo por un segundo.
Fallyn es la primera en levantar las manos, y Elijah gime, frustrado. Los demás empiezan a hablar como locos entre ellos, preguntándose cómo ha confirmado Frank nuestra ubicación, preocupados por la amenaza del virus. Xavier se queda donde está, impotente, mirando al grupo a la espera de un plan de acción, hasta que por fin Ryder levanta una mano y todos guardan silencio.
—Supongo que hay más detalles, ¿no? —pregunta. Habla con calma y firmeza, aunque se retuerce las manos.
—Lo han diseñado en los laboratorios. El prisionero ha dicho que se transmitía por el aire. Una vez expuesta, la gente tardará un día o dos en enfermar. Ha dicho que estaríamos todos muertos en cuestión de semanas.
—¿Cómo pueden estar seguros de que no se infectarán ellos? —pregunta Fallyn, frunciendo el entrecejo.
—Vacunas —explica Xavier—. Han sido obligatorias para todos los que trabajan en la Orden y para cualquiera que quiera permanecer dentro de la ciudad. Y se ha suministrado a todas las ciudades abovedadas hermanas de Taem, a todo lo largo de AmEste.
—¿Y los pueblos de fuera? —pregunta Ryder.
—No creo que a Frank le importen mucho. No necesita que sobrevivan todos, solo él, la Orden y Harvey. Luke cree que la liberación del virus depende del éxito del equipo de la Orden que se acerca. Su misión sigue siendo Harvey, así que no pueden propagar el virus hasta recuperar a Harvey. De lo contrario, se arriesgarían a poner en peligro la salud de su objetivo.
—Espera un momento —lo interrumpe ahora mi padre—. ¿Cómo saben dónde estamos? Ya sé que el monte Mártir es un lugar muy conocido, pero hemos tenido cuidado con la actividad durante las horas de sol, no deberían saber que estamos aquí. A no ser… ¿Tenemos una filtración?
—No hemos capturado a nadie en las últimas semanas —responde Raid, sacudiendo la cabeza—. No creo que se haya pasado información. En cualquier caso, necesitamos un plan y lo necesitamos ya.
—Puede que Frank tuviera sus sospechas sobre la ubicación —dice Ryder en tono pausado—, aunque dudo que de verdad sepa dónde estamos. Si lo supiera, no haría falta un virus. Simplemente nos sobrevolaría y nos bombardearía. Esto solo puede significar una cosa: el virus viene a pie. Creo que la Orden capturará a uno de nuestros soldados en el campo. Como no saben dónde encontrarnos, simplemente infectarán a ese prisionero y nos lo enviarán de vuelta. Quieren que nos infectemos solos.
La lógica de Ryder tiene sentido y provoca otra oleada de pánico. Miro a Bree, que está seria, concentrada.
—Entonces necesitamos la vacuna —le dice a los preocupados capitanes.
—Sí —coincide Ryder—, la vacuna es el mecanismo de seguridad. Levantaremos barricadas en las entradas, aumentaremos la seguridad y haremos todo lo posible por mantener el virus fuera. Sin embargo, si entra, necesitamos la vacuna como protección.
—Espera, ¿de verdad vamos a guiarnos por las palabras de un prisionero? —lo interrumpe Fallyn.
—Fallyn, si vieras lo que le ha hecho Luke, te lo creerías —contesta Xavier—. Lo único que desea es que deje de torturarlo. Y ya sabes cómo es Luke, ya sabes el dolor que es capaz de infligir.
—Es una causa perdida —comenta Elijah, suspirando—. Nuestros espías en Taem no lo vieron venir, y si no están dentro del círculo de la información, no hay forma de que puedan conseguirnos la vacuna a tiempo. Seguramente no sabrían ni por dónde empezar a buscar.
—Yo sí —interviene Harvey. Son las primeras palabras que pronuncia desde que empezó la reunión.
—Eso está descartado —afirma Ryder—. Te quieren a ti por encima de todo.
—Está claro que no lo suficiente como para mantenerme con vida. Se arriesgan a matarme enviando un virus. Puedo morir aquí, con vosotros, o podemos intentar ponerle las manos encima a nuestra vía de salvación.
—¿Sabes dónde buscar? —pregunta Ryder mientras se frota el pulgar contra el índice.
—Me pasé una eternidad en el ala tecnológica y en el centro de investigación médica cuando trabajaba allí. Si el virus nació en esos laboratorios, también la vacuna.
—No te dejarán volver así como así —dice Elijah.
Entonces veo el camino que se forma ante mis ojos. Es mi oportunidad, la oportunidad por la que rezaba.
—Nos dejarán volver si yo lo llevo —digo, y todos se vuelven para mirarme—. Es sencillo: llevo a Harvey a Taem, lo entrego, y los distraemos mientras recuperamos la vacuna. Después nos metemos en el bosque antes de que la Orden se dé cuenta de lo sucedido.
«Y me llevo a Emma, de camino», pienso. Lo que no estoy seguro es de cómo lo haré, pero, en estos momentos, esos detalles no me frenan.
—Cualquiera puede montar una distracción —replica Fallyn, entre risas—. ¿Por qué ibas a ser tú más creíble con Harvey que cualquier otro?
—¿Qué podrías decirles para que no te mataran de un tiro nada más verte aparecer?
—En primer lugar, el objetivo de la Operación Hurón siempre fue atrapar a Harvey con vida, así que no dispararán a nadie nada más al verlo. Y, además, está el tema de que tengo un hermano gemelo.
—¿Qué más da eso? —se burla ella.
—Pues importa, porque no regresaré como yo mismo, sino como Blaine. Somos prácticamente idénticos y, para la Orden, Blaine nunca fue un traidor como yo. Puedo contarles que me han tenido prisionero desde que los rebeldes atacaron al equipo de Evan. Les diré que vosotros me arrancasteis el dispositivo de seguimiento para que no pudieran localizarme, que fingí cambiar de bando. Les explicaré que me gané vuestra confianza y que entonces, cuando se presentó la oportunidad, me llevé a Harvey como rehén y regresé a la ciudad. Si les cuento esa historia, me recibirán con los brazos abiertos. Estoy seguro de que así entraremos en la Central y llegaremos a la vacuna.
Harvey sonríe, aunque el resto del grupo guarda un silencio poco habitual.
—Podría funcionar —reconoce Ryder al final—. Podría salir mal de mil maneras distintas, pero es nuestra mejor oportunidad. Harvey, ¿te parece bien?
—Más que bien.
—Bueno, pues a mí no —interviene mi padre—. Gray no está preparado para algo de esa magnitud.
Veo el terror en sus ojos. Por una vez, parece un padre.
—Ya ha demostrado su valía —dice Ryder—. Y está en el servicio activo. Gray, ¿seguro que quieres hacerlo?
—Sí, pero necesitaremos un guía. Ni Harvey ni yo conocemos bien el bosque más allá del monte Mártir.
—Me presento voluntario —dice mi padre.
—Por supuesto que no —responde Ryder, sacudiendo la cabeza—. No puede ser ninguno de los capitanes, se os reconoce con demasiada facilidad. Tiene que ser alguien con experiencia, pero a quien no conozcan, alguien que ya haya demostrado su capacidad de sobra y que no se hunda bajo presión.
Me da la impresión de que Ryder pide un voluntario, hasta que sigo su mirada y me doy cuenta de que está clavada en la rubia de mi izquierda.
—Acepto —dice Bree sin vacilar ni demostrar preocupación alguna.
—Excelente —responde Ryder—. La misión de reconocimiento queda cancelada, tenemos que planificar otras misiones más importantes.
Nos pasamos los días siguientes en la sala de seguimiento, entre mapas del bosque y de la red de suministro de la ciudad. Repasamos varias rutas y planes de infiltración: cómo entrar en las instalaciones de investigación, cuándo iniciar la maniobra de distracción, cómo escapar… Mi padre evita todas las reuniones, maldice entre dientes y jura que no quiere tener nada que ver con los preparativos de la muerte de su propio hijo. Blaine parece ser de la misma opinión.
Un día llaman a Harvey y a Bree para la planificación y me dicen que a mí no me necesitan. Hablan con los capitanes a puerta cerrada, y yo me dedico a preguntarme qué planes me ocultan y por qué. Bree después me cuenta que no era nada, temas de mantenimiento que solo tenían que ver con la tecnología y el transporte, pero sospecho que miente. Sin embargo, parece cansada, el día la ha puesto a prueba, así que no la presiono, sino que repaso las distintas situaciones posibles para ver cómo y cuándo meterme en la cárcel y sacar a Emma de su celda. Si me ocultan datos, yo también puedo ocultárselos a ellos.
La noche anterior a nuestra marcha preparamos las mochilas y nos disfrazamos. Los rebeldes tiñen de castaño oscuro el pelo de Bree y le ponen unos finos discos en los ojos, de modo que sus profundidades adquieren el color de la tierra mojada. Me explican que los discos se llaman «lentes de contacto» y me dan unas parecidas, así que mis ojos, el único rasgo que me distingue de Blaine, ahora parecen azules.
Estoy tumbado en el catre con mi viejo uniforme de la Orden cuando llega Bree.
—¿Estás listo? —me pregunta.
—Sí, ¿y tú?
—Claro que sí —responde, frunciendo el entrecejo. Parece otra persona, aunque la voz es la misma y la forma en que arruga la frente cuando se enfada es inconfundible.
—Todavía puedes echarte atrás si quieres —le digo—. No me lo tomaré como una ofensa.
—Ni en broma, Gray. Alguien tiene que asegurarse de que vuelvas a casa de una pieza —afirma, y se me queda mirando un momento, como si esperase oírme decir que no necesito su ayuda—. Te veo por la mañana —se despide, y desaparece tan deprisa como ha aparecido.
Termino de hacer la bolsa y me siento en el borde de la cama. Intento pensar en algo, en lo que sea. A lo mejor tengo demasiadas cosas en la cabeza como para pensar en nada en concreto. Necesito distraerme, así que me voy al hospital a ver a Blaine.
Está esforzándose a fondo en una sesión de fisioterapia con una enfermera; al verme llegar, baja saltando los escalones que ha estado subiendo.
—Mírate, si ya corres por las escaleras —le digo.
—Cada día estoy más fuerte —responde, sonriendo—. Puede que ya esté recuperado del todo cuando vuelvas.
—Ni en sueños.
Alarga una mano, y en vez de pegarme el puñetazo amistoso que yo esperaba, me da un abrazo.
—Ten cuidado —me pide—. Gemelo o no, sigues siendo mi hermano pequeño y no sé que sería de mí si te pasara algo.
—En realidad, yo sí lo sé. Lo sé porque ya he pasado por eso contigo. Cuando te raptaron. Cuando te dispararon. Cuando te pasaste varias semanas dormido en el hospital.
—Vale, vale, tú ganas —responde, apartándose—. Te he hecho pasar un infierno. Por favor, no intentes desquitarte.
Dejo a Blaine en su sesión de fisioterapia y vuelvo a mi cuarto. Quiero acostarme temprano y descansar. Pero me encuentro con mi padre apoyado en la cómoda, cruzado de brazos.
—Quiero que sepas que estoy orgulloso de ti —dice sin más—. Y siento no haberte apoyado mucho estos días. Es que no quiero volver a perderte.
Asiento, ya lo sabía. Ni siquiera se me había ocurrido que me evitara por maldad; era su forma de enfrentarse al asunto, de aceptar el futuro incierto que se acerca inexorablemente.
—Cuando estés ahí fuera, confía en tu instinto —me aconseja—. Es lo que te ha mantenido con vida hasta ahora.
—Lo haré —respondo, y estoy a punto de llamarle papá, pero me da las buenas noches y sale del cuarto antes de que consiga reunir el valor suficiente.
Duermo poco. En sueños intento llevar a Harvey a Taem, y él no deja de transformarse en un cuervo negro que sale volando en dirección contraria. Al final, lo derribo de un disparo. Cuando cae al suelo, ya no es un cuervo, sino Bree, desnuda, con su nuevo cabello oscuro ensangrentado detrás de la cabeza. La cojo en brazos y camino sin rumbo hasta que se desangra del todo.
Al despertar veo que todavía es temprano, pero estoy demasiado ansioso. Salgo del catre, me pongo el uniforme de la Orden y espero a que todo empiece.