Capítulo diecisiete

Cuando llego a la habitación de Emma ya he tomado una decisión. Mis dudas son demasiado reales. El ladrón debía de saber algo que yo no sé para pensar que Frank es un corrupto. Además, está lo de la conversación de antes, en la que Frank sonaba disgustado porque yo había vencido al Rapto, cuando lo lógico sería que eso le diera esperanzas. Algo no encaja.

Emma abre la puerta a los pocos segundos de llamar. Su dormitorio tiene ventanas en la pared opuesta, de modo que la iluminación le llega desde atrás. Lleva el pelo mojado de la ducha y le cae sobre los hombros. Ya no tiembla.

—¿Recuerdas que te dije que las paredes hablaban? Ella asiente.

—Junto a la enfermería hay un pasillo en el que pone: «Solo personal autorizado». Lo vi cuando Marco me llevó a la limpieza. Supongo que esa clase de paredes saben más que otras.

—Esa clase de paredes parecen de las que no deben tocarse a no ser que seas personal autorizado —responde, mirándome con cautela—. A lo mejor deberías hablar con Frank, parece que le gustas.

—Ya lo he hecho. Y le gusto, pero le gusto porque he escapado al Rapto, nada más.

—Vale —dice Emma mientras sale al pasillo—. ¿Y qué buscamos exactamente esta vez?

—Una biblioteca.

—¿Por qué? —pregunta, deteniéndose.

Vuelvo la vista atrás. Estamos solos, pero bajo el tono de todos modos.

—Porque por muchas preguntas que haga no nos van a dar todos los detalles. Sin embargo, las bibliotecas están llenas de detalles. Este sitio es varias montañas más grande que Barro Negro, y hasta nosotros teníamos un edificio con notas y datos históricos. Estoy seguro de que guardan pergaminos o libros en algún lugar de Taem.

Emma no comenta nada, pero me ofrece la mano. La acepto e iniciamos la búsqueda.

Cuando llegamos al pasillo, Emma está temblando otra vez. No dejo de volver la vista atrás para comprobar que nadie nos sigue. Ni siquiera me molesto en agitar la muñeca delante de la caja plateada, ya que sé que no tengo acceso, así que veo una unidad en la pared que dice: «Tire en caso de incendio». No sé qué pasará al hacerlo, supongo que producirá algún tipo de distracción. Tras vacilar un instante y preguntarme si hay otra alternativa, Emma asiente con la cabeza para darme ánimos, y llego a la conclusión de que solo obtendré respuestas si sigo mi instinto, si corro riesgos y persigo la verdad hasta el final. Antes de cambiar de idea, levanto una mano y tiro de la palanca. Una serie de alarmas resuenan por el pasillo y empieza a salir agua del techo.

Está claro que nos van a pillar.

Un grupo de miembros de la Orden sale corriendo por la puerta que estaba cerrada, pero, milagrosamente, ni siquiera nos miran. Corren hacia los pasillos más secos cubriéndose la cabeza con papeles para protegerse. Antes de que la puerta se cierre, Emma y yo nos metemos dentro sin que nadie se entere.

Dentro hay un pasillo poco iluminado, largo y estrecho. El suelo es de un azul oscuro, y eso, unido a la lluvia que cae del techo, me provoca una sensación espeluznante, como estar bajo el agua. La alarma se repite sin cesar. Emma, temblorosa, busca mi mano y entrelaza sus dedos con los míos.

Pasamos junto a varios despachos y salas de reuniones con las puertas cerradas con llave. Como cada puerta tiene una ventana, desde fuera vemos sillas y mesas. Al final del pasillo hay una puerta solitaria con ventanas de cristal esmerilado que distorsionan lo que hay detrás. Distinguimos una cosa, eso sí: una figura que se mueve al otro lado. La sombra aumenta de tamaño, lo que quiere decir que se acerca, que está a punto de salir a nuestro pasillo.

Tiro de la mano de Emma y nos ponemos como locos a intentar abrir la puerta de algún despacho. Justo cuando la puerta del final del pasillo empieza a abrirse, encuentro un pomo que gira, y Emma y yo entramos a toda velocidad en la habitación. Pegamos la espalda a la pared, jadeantes, y me asomo por la ventana de nuestra puerta: una figura corre por el pasillo.

—Creo que estamos salvados —digo, respirando hondo.

Emma deja escapar un suspiro de alivio y, mientras la lluvia del pasillo se corta, nos ponemos a explorar el despacho. Estamos en una sala de reuniones normal. Hay una mesa muy larga rodeada de sillas y cubierta de libros de aspecto extraño. Las páginas no están cosidas a un lomo, sino que descansan dentro de sus pálidas cubiertas. Emma coge el primero, en el que pone «Operación Hurón», y lo abre. Dentro encontramos el mismo supuesto dibujo que está repartido por todo Taem. En esta versión hay información adicional: «Objetivo: Harvey Maldoon. Edad: 55 años. Caucásico. Altura: 1,80 metros. Cabello: Castaño. Ojos: Castaños. Lleva gafas, miope». Esas serán las cosas que lleva alrededor de los ojos y se apoyan en la nariz. Me pregunto si servirán para mejorar la visión en vez de para proteger los ojos, como yo creía. «Se busca vivo».

Nos miramos y acercamos unas sillas a toda prisa.

Emma pasa a la siguiente hoja del libro sin encuadernar. Es un mapa. Teníamos uno en Barro Negro, una vista aérea del centro del pueblo y los bosques de alrededor que dibujó Bo Chilton antes de su Rapto. En él se ve Taem y una gran zona arbolada a la que llaman Gran Bosque y que está al norte de la ciudad. Casi en el extremo norte del bosque hay una extensa sierra, y una de sus montañas se llama monte Mártir. Alguien lo ha rodeado con un círculo y ha escrito en rojo: «Posible cuartel general de los rebeldes». También han marcado con flechas varias zonas del bosque que llevan hasta las montañas.

Hay más hojas llenas de informes de exploradores, puntos de referencia y áreas en las que, supuestamente, se ha visto a Harvey. No las leemos todas, son demasiadas.

—Espero que lo capturen —dice Emma cuando cierra el informe.

—Y yo.

El resto de los informes son más finos. En cada uno de ellos hay varias hojas de papel con palabras apremiantes impresas en ellos, limpias y uniformes, demasiado perfectas para haberse escrito a mano.

Emma saca una de las páginas para que la vea. En ella aparece un chico más o menos de mi edad. Tiene la cabeza algo inclinada hacia delante, pero entrecierra los ojos con aire de desafío. «Elijah Brewster —pone debajo del supuesto dibujo—. Rebelde». Emma pasa el dedo por la palabra.

—He oído que Harvey está reuniendo seguidores, rebeldes, fuera de la ciudad —le cuento—. Trabaja con ellos para pasar información a AmOeste.

—¿Por qué iba alguien querer ayudar a Harvey? —pregunta Emma frunciendo los labios de asco.

—Mira esto —respondo, y le señalo un párrafo del informe de Elijah.

Se sospecha que Brewster fue uno de los primeros en iniciar la Rebelión. El sujeto huyó al bosque después de la quema del negocio de su padre. Se detuvo a su hermana para interrogarla, pero se determinó que no era útil. Se desconoce el paradero exacto de Brewster. Se cree que dirige las tropas rebeldes desde sus escondites en el Gran Bosque. Las órdenes son disparar a matar.

—Qué raro —digo, pensando en voz alta—. Tal como me lo contó Frank, daba la impresión de que Harvey había iniciado la Rebelión, pero aquí… parece que lo hizo Elijah.

Debajo del párrafo aparece una lista con los nombres de los familiares de Elijah; su madre sale como «fallecida», y su padre y su hermana como «ejecutados». Me revuelvo en la silla, incómodo.

—¿Los han ejecutado? —repite Emma—. ¿Significa eso que Frank…, que la Orden…?

Vuelvo a leer las palabras. «Fallecida» significa que la madre murió, sin más, pero «ejecutados»…

—Creo que mataron a su padre y a su hermana. Creo que Elijah hizo algo malo, así que ellos mataron a su familia.

—¿Como el ladrón de hoy?

—Puede.

Repasamos el resto de los papeles, que contienen historias similares. Algunas de las personas aparecen marcadas como rebeldes y traidoras. Otras como ejecutadas. Todas tienen algo en común: son objetivos. Frank las quiere a todas muertas.

A veces está justificado ejecutar a alguien, supongo. En Barro Negro solo ha sucedido una vez, lo leí en los pergaminos. Un chico que se llamaba Jeq Warrows se volvió loco de celos. Tenía dieciséis años y se puso furioso cuando la chica que le gustaba no correspondió a su afecto. Ella solo tenía ojos para otra persona y siempre elegía a esa otra persona para sus asignaciones. Una noche, Jeq se metió en la casa del otro chico e intentó cortarle el cuello. No lo logró. El Consejo lo acusó de intento de asesinato y lo sentenció a trepar el Muro. Su cadáver regresó un día después; en cierto sentido, la gente de Barro Negro lo había ejecutado.

Sin embargo, eso no se parece mucho a las historias que leo en las hojas que tengo ante mí, en las que se persigue a la gente por cosas que no pueden compararse con un asesinato: por leer cierto libro, por hablar en una plaza pública, por enseñar asignaturas que se consideran poco apropiadas… Elijah parece inocente, como la mayor parte de estas personas, sobre todo las que están marcadas como «ejecutadas». Albergaba mis dudas sobre el destino del ladrón, pero estos informes son indiscutibles: esta gente no había hecho nada malo.

—Gray, ¿qué crees que significa esto, lo de estos informes? —pregunta Emma, que se ha puesto pálida.

Miro hacia la puerta y después de nuevo hacia la mesa. Frank está enterado de estas ejecuciones, veo su firma al pie de cada página. Frank, el que me puso la mano en el hombro y me habló como un padre, el que quería que lo ayudara. Y puede que todavía tenga que ayudarlo. Harvey es el verdadero enemigo, aunque, con cada informe que leemos, Frank cada vez es menos aliado.

—Me pregunto si los rebeldes no serán en realidad víctimas —comento mientras intento encontrarle sentido a lo que he leído—, víctimas que se unen y se rebelan contra Taem. Y contra Frank —añado, bajando la voz.

—Pero ¿unirse a Harvey? Eso es repugnante.

—Igual creen que es el mal menor. Frank está matando, no, ejecutando, a sus amigos y familiares. Harvey hizo un solo experimento con gente a la que ellos no conocen. Si no cuentan con todos los detalles, entiendo por qué han decidido unirse a Harvey. O a Elijah, supongo, por lo que pone en estos archivos.

Emma se retuerce los dedos, nerviosa.

—Gray, ¿y si Frank no es el bueno?

Me lo pienso un momento. No puedo decir que la idea no se me haya pasado por la cabeza desde que empezamos a leer los documentos.

—Entonces, ¿por qué Frank se molestó en ayudarnos? ¿Por qué gastó tiempo y esfuerzo en salvarnos del Anillo Exterior?

—Porque quiere que creamos que está de nuestra parte —responde ella sin dejar de retorcerse los dedos—. A lo mejor está actuando.

Emma no hace más que alimentar la duda que ya crecía en mi interior. Los datos de estos informes no coinciden con lo que me han contado y, aunque Frank consiga liberar Barro Negro, ¿de verdad quiero vivir en su mundo? ¿En un mundo en el que un acto en apariencia inofensivo puede matarte?

—Tenemos que encontrar a Blaine —digo—. Necesitamos contarle lo de estos informes y salir de aquí. Podemos buscar nosotros a Harvey y liberar Barro Negro. Después llevaremos a todo el mundo lo más lejos posible de este lugar.

—Qué plan más valiente —oímos de repente decir a Marco, que está en la puerta y esboza una sonrisa maliciosa—. Y pensar que Frank disfrutaba de verdad con tu compañía, Gray… Enterarse de que los dos os habéis vuelto contra él va a ser una gran decepción.

Marco parece encantado consigo mismo y, en un instante, soy consciente de todo: lo que significa esto, los problemas que va a suponer no solo para mí, sino también para Emma. ¿Por qué creía que sería buena idea? ¿Por qué he tenido que traerla?

Marco agarra a Emma primero. Grito y lo empujo, pero él es más fuerte y hay otro miembro de la Orden en la habitación que sujeta a Emma para que Marco pueda atarme las manos. Me pone dos eslabones metálicos alrededor de las muñecas, como al ladrón de agua, y me sujeta la barbilla. Tengo su cara tan cerca que me veo reflejado en su ojo bueno.

—Al final resulta que acerté al meterte en una celda el primer día, qué irónico —comenta antes de enderezarse—. Vamos a ver qué quiere hacer Frank al respecto.