5

Una noche, doblaba una esquina tras haber bajado a la cafetería a por un paquete de cigarrillos, cuando me topé con una cara conocida.

¡Era Tom Moto! ¡El tío con el que habla servido de auxiliar a las órdenes de La Roca!

—¡Moto, cabrón! —dije.

—¡Hank! —dijo él.

Nos dimos la mano.

—¡Eh, estaba pensando en ti! Jonstone se retira este mes. Vamos a organizarle una fiesta de despedida. Sabes, a él siempre le ha gustado la pesca. Lo vamos a levar a dar una vuelta en un bote. A lo mejor te apetece venir y tirarlo por la borda. Hemos elegido un precioso lago profundo.

—No, mira, ni siquiera quiero verle la cara.

—Bueno, quedas invitado.

Moto sonreía del culo a las cejas. Entonces miré su camisa: llevaba una chapa de supervisor.

—Oh, no, Tom.

—Hank, tengo 4 hijos que alimentar.

—Está bien, Tom —dije.

Entonces me fui.