Una noche, doblaba una esquina tras haber bajado a la cafetería a por un paquete de cigarrillos, cuando me topé con una cara conocida.
¡Era Tom Moto! ¡El tío con el que habla servido de auxiliar a las órdenes de La Roca!
—¡Moto, cabrón! —dije.
—¡Hank! —dijo él.
Nos dimos la mano.
—¡Eh, estaba pensando en ti! Jonstone se retira este mes. Vamos a organizarle una fiesta de despedida. Sabes, a él siempre le ha gustado la pesca. Lo vamos a levar a dar una vuelta en un bote. A lo mejor te apetece venir y tirarlo por la borda. Hemos elegido un precioso lago profundo.
—No, mira, ni siquiera quiero verle la cara.
—Bueno, quedas invitado.
Moto sonreía del culo a las cejas. Entonces miré su camisa: llevaba una chapa de supervisor.
—Oh, no, Tom.
—Hank, tengo 4 hijos que alimentar.
—Está bien, Tom —dije.
Entonces me fui.