17

El bebé andaba a gatas, descubriendo el mundo. Por la noche, Marina dormía en la cama con nosotros. Allí nos poníamos Marina, Fay, el gato y yo. El gato también dormía en la cama. Vaya, pensaba yo, tengo tres bocas que dependen de mí. Qué extraño. Me quedaba sentado y los miraba mientras dormían.

Entonces, dos madrugadas seguidas que llegué a casa después del trabajo me encontré a Fay leyendo los anuncios por palabras.

—Todos estos apartamentos son tan caros —dijo ella.

—Ya lo creo —dije yo.

A la siguiente noche le pregunté mientras leía el periódico:

—¿Te vas?

—Sí.

—Está bien. Te ayudaré mañana a encontrar casa. Daremos una vuelta con el coche.

Accedí a pagarle una suma todos los meses.

—Muy bien —dijo.

Fay se quedó con la niña. Yo me quedé con el gato.

Encontramos un sitio a 8 o 10 manzanas de distancia. La ayudé a mudarse, me despedí de la niña y conduje de vuelta.

Iba a ver a Marina 2 o 3 veces por semana. Sabía que mientras pudiese ver a la niña me sentiría bien.

Fay todavía iba de luto para protestar por la guerra. Se ocupaba de organizar mítines pacifistas de carácter local, celebraciones amorosas, iba a recitales poéticos, al taller literario, a actos del Partido Comunista, y frecuentaba un café hippy. Siempre llevaba a la niña con ella. Si no salía, se sentaba en un sillón a fumar cigarrillo tras cigarrillo y leer. Llevaba chapas de protesta en su blusa negra.

Pero lo más normal es que estuviese siempre fuera con la niña cuando yo iba a visitarlas.

Un día finalmente las encontré. Fay estaba comiendo semillas de girasol con yogurt.

Cocía su propio pan, pero no era muy bueno.

—He conocido a Andy, un camionero —me dijo—. También es pintor. Ésta es una de sus pinturas. —Fay señaló a la pared.

Yo estaba jugando con la niña. Miré el cuadro. No dije nada.

—Tiene una polla enorme —-dijo Fay—. El otro día estábamos juntos y me preguntó:

«¿Te gustaría ser follada con una gran polla?» y yo le dije: «Me gustaría ser follada con amor».

—Parece ser un hombre de mundo —le dije.

Jugué con la niña un poco más y luego me fui. Se me avecinaba un examen de esquemas.

Poco tiempo más tarde recibí una carta de Fay. Ella y la niña estaban viviendo en una comuna hippy en Nuevo México. Era un bonito sitio, decía. Marina podría respirar. Incluía un pequeño dibujo que la niña había hecho para mí.