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Llegó mi doctor alemán. Aquél que me había hecho los análisis de sangre.

—Le felicito —dijo, estrechándome la mano—, es una niña. Cuatro kilos y medio.

—¿Y la madre?

—La madre está bien. No ha habido problemas.

—¿Cuándo podré verla?

—Ya se lo harán saber. Siéntese y ya le avisarán.

Luego se fue.

Miré a través del cristal. La enfermera me señaló a mi hija. Su cara estaba muy roja y lloraba más fuerte que ningún otro bebé. La sala estaba llena de bebés pegando berridos. ¡Tantos nacimientos! La enfermera parecía sentirse muy orgullosa de mi bebé. Al menos esperaba que fuera el mío. Levantó a la niña en alto para que pudiera verla mejor. Yo sonreí a través del cristal. No sabía qué hacer. La niña simplemente lloraba delante mío. Pobre cosa, pensé, pobre y condenada cosita. No sabía entonces que algún día llegaría a ser una hermosa muchacha con la misma jeta que yo, jajaja.

Le hice señas a la enfermera para que dejara a la niña en su cuna, entonces me despedí con la mano de ambas. Era una bonita enfermera. Buenas piernas, buenas caderas. Tetas adorables.

Fay tenía una mancha de sangre en la comisura izquierda de su boca y yo se la limpié con un pañuelo mojado. Las mujeres estaban hechas para sufrir, a pesar de eso pedían constantes declaraciones de amor.

—Me gustaría que me dieran el bebé —dijo Fay—, no hay derecho a separarnos de esta manera.

—Lo sé, pero supongo que hay alguna razón médica.

—Sí, pero no parece justo.

—No, no lo parece, pero la niña tiene buena pinta. Haré lo que pueda para que la suban lo más pronto posible. Debe haber 40 bebés allá abajo. Están haciendo esperar a todas las madres. Supongo que es para dejarlas que recobren fuerzas.

Nuestro bebé parece muy fuerte, te lo aseguro. Por favor, no te preocupes.

—Voy a ser tan feliz con mi bebé.

—Lo sé, lo sé, no durará mucho.

—Señor —dijo una gorda enfermera mexicana entrando—, voy a tener que pedirle que se vaya ahora.

—Pero yo soy el padre.

—Lo sabemos, pero su esposa debe descansar.

Apreté la mano de Fay y la besé en la frente. Ella cerró los ojos y pareció quedarse dormida. No era una mujer joven. Quizás no había salvado el mundo, pero habla hecho una importante mejora. Un diez para Fay.