16

Una mañana, hacia las 10 sonó el teléfono.

—¿Señor Chinaski?

Reconocí la voz y empecé a acariciarme los cojones.

—Ummmmmh —dije.

Era la señorita Graves, aquella perra.

—¿Estaba usted dormido?

—Sí, sí, señorita Graves, pero siga. Está bien, está bien. —Bueno, su asunto ha quedado aclarado.

—Ummmh, ummmh.

—Así que se lo hemos notificado al departamento de esquemas.

—Ummhmmh.

—Tiene usted que hacer su CP1 de aquí a dos semanas.

—¿Qué? Eh, espere un momento…

—Eso es todo, señor Chinaski. Buenos días.

Colgó.