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Mientras trabajaba en la estafeta de Dorsey oí a algunos veteranos comentar como Cipotón Greystone se había comprado una grabadora para aprender los esquemas.

Cipotón habla leído las calles y distritos del esquema, grabándolo todo en la cinta, y luego lo habla aprendido escuchándolo. Cipotón era llamado Cipotón por razones obvias. Habla mandado a 3 mujeres al hospital con aquella cosa. Luego se lo habla hecho con un julón. Una maricona que se llamaba Carter. También había desgarrado a Carter. Carter había ido a un hospital a Boston. La broma habitual era decir que Carter se había tenido que ir hasta Boston porque no había bastante hilo en la Costa Oeste para coserle después de que Cipotón acabara con él. Verdad o no, lo cierto es que decidí probar la grabadora. Mis preocupaciones se habían terminado. Podía dejarla puesta mientras dormía. Había leído en algún sitio que podías aprender con tu subconsciente mientras dormías. Ésa parecía la forma más fácil. Compré una grabadora y algunas cintas.

Leí el esquema en voz alta delante de la grabadora, me metí en la cama con mi cerveza y escuché.

—AHORA, HIGGINS SE CORTA EN HUNTER 42, MARKLEY 67, HUDSON 71, EVERGLADES 84. ¡Y AHORA ESCUCHA, ESCUCHA CHINASKI, PITTSFIELD SE CORTA EN ASHGROVE 21; SIMMONS 33, NEEDLES 461! ¡ESCUCHA, CHINASKI, ESCUCHA, WESTHAVEN SE CORTA EN EVERGREEN 11, MARKAM 24, WOODTREE 55!

¡CHINASKI, ATENCIÓN CHINASKI! PARCHBLEAK SE CORTA…

No funcionaba. Mi voz me daba sueño. No pude pasar de la tercera cerveza.

Después de un tiempo, dejé de oír las cintas y de estudiar el esquema.

Simplemente me bebía mis 6 latas de cerveza y me dormía. No podía entender nada. Incluso pensé en ir a ver a un psiquiatra. Me veía la escena:

—¿Sí, muchacho?

—Bueno, verá… es esto.

—Siga. ¿Necesita el sofá?

—No, gracias, me dormiría.

—Siga, por favor.

—Bueno, necesito mi trabajo.

—Eso es razonable.

—Pero tengo que estudiar y pasar 3 esquemas más para conservarlo.

—¿Esquemas? ¿Qué son esos esquemas?

—Bueno, es para cuando la gente no pone el distrito postal. Alguien tiene que clasificar esa carta. Así que tenemos que estudiar estos esquemas y conocer todas las calles después de trabajar 12 horas por noche.

—¿Y?

—No puedo coger el plana. En cuanto lo hago, se me cae de la mano.

—¿No puede estudiar esos esquemas?

—No. Y tengo que clasificar 100 cartas en 8 minutos con una exactitud mínima de un 95 por ciento o estoy en la calle. Y yo necesito el trabajo.

—¿Por qué no puede estudiar esos esquemas?

—Eso es por lo que estoy aquí. Para preguntarle. Debo de estar loco. Pero están todas esas calles, y todas se cortan en diferentes direcciones. Aquí, mire.

Entonces le pasaba el esquema de 6 páginas, pegadas por arriba, con indicaciones en letra pequeñita a los lados.

Él ojeaba las páginas.

—¿Y debe usted memorizar todo esto?

—Sí, doctor.

—Bueno, muchacho —devolviéndome el plano—, usted no está loco por no desear estudiar esto. En todo caso estaría loco si quisiera estudiarlo. Son 25 dólares.

Así que me analicé a mí mismo y me ahorré el dinero.

Pero había que hacer algo.

Entonces se me ocurrió. Eran alrededor de las 9 y diez de la mañana. Telefoneé al Edificio Federal, Departamento de Personal.

—Quiesiera hablar con la señorita Graves, por favor.

—¿Hola?

Allí estaba. La perra. Me acaricié las partes mientras hablaba con ella.

—Señorita Graves, soy Henry Chinaski. Le escribí una respuesta a su requisición sobre mis antecedentes, no sé si me recuerda.

—Nos acordamos de usted, señor Chinaski.

—¿Han tomado alguna decisión?

—Todavía no, ya se lo haremos saber.

—Está bien, entonces. Pero tengo un problema.

—¿Sí, señor Chinaski?

—Actualmente estoy estudiando el CP1 —hice una pausa.

—¿Sí? —preguntó ella.

—Lo encuentro muy difícil, lo encuentro casi imposible de estudiar y me preocupa pensar que puedo estar perdiendo mucho tiempo inútilmente. Me refiero a que si en cualquier momento puedo ser apartado del servicio postal, no me parece correcto pedirme que me estudie el esquema en estas condiciones.

—Está bien, señor Chinaski. Telefonearé al Departamento de Esquemas y les daré orden de que lo aparten a usted hasta que hayamos tomado una decisión.

—Gracias, señorita Graves.

—Buenos días —dijo ella; y colgó.

Era un buen día. Y después de haberme estado toqueteando mientras hablaba por teléfono, casi estuve a punto de bajar al apartamento 309. Pero decidí no correr peligro. Me hice unos huevos con tocino y lo celebré con una cerveza extra.