23

Finalmente conseguí un día libre, y ¿saben lo que hice? Me levanté pronto antes de que Joyce volviera y bajé al mercado a hacer algunas compras. Quizás estaba un poco zumbado. Anduve por el mercado y en vez de comprar un buen solomillo de carne o por lo menos algo de pollo para freír, ¿saben lo que hice? Puse ojos de serpiente y me dirigí a la sección oriental, empezando a llenar mi cesta con pulpitos, arañas marinas, caracoles, algas y cosas así. El empleado me echó una mirada extraña y empezó a teclear en la caja registradora.

Cuando Joyce llegó aquella noche, yo lo tenía todo en la mesa preparado. Algas cocidas mezcladas con una ración de arañas marinas y una gran fuente de pequeños caracoles, dorados en mantequilla.

La llevé a la cocina y le mostré el festín en la mesa.

—He cocinado esto en tu honor —dije—, en homenaje a nuestro amor.

—¿Qué coño es esa porquería?

—Caracoles.

—¿Caracoles?

—Si, ¿no te das cuenta de que durante muchos siglos los orientales se han alimentado de esto y han creado una filosofía singular? Vamos a rendirles homenaje y a rendirnos homenaje a nosotros mismos. Están fritos en mantequilla.

Joyce se sentó.

Empecé a meterme caracoles en la boca.

—¡Carajo, están ricos, nena! ¡PRUEBA UNO!

Joyce se inclinó hacia delante e introdujo uno en su boca mientras miraba los que quedaban en el plato.

Yo me zampé un buen bocado de deliciosas algas marinas.

—Está bueno, ¿eh, nena?

Ella masticó el caracol que tenía en la boca.

—¡Fritos en dorada mantequilla!

Cogí unos cuantos con mi mano y me los enjarreté en la boca.

—Los siglos están de nuestra parte, nena, ¡no podemos equivocarnos!

Finalmente ella se tragó el suyo. Luego examinó los otros de] plato.

—¡Todos tienen unos pequeños anos! ¡Es horrible! ¡Horrible!

—¿Qué tienen de horrible los anos nena?

Se llevó la servilleta a la boca. Se levantó y salió corriendo hacia el baño. Empezó a vomitar. Yo gritaba desde la cocina:

—¿QUÉ TIENEN DE MALO LOS ANOS, NENA? ¡TÚ TIENES UN ANO, YO TENGO UN ANO! ¡TÚ VAS A LA TIENDA Y COMPRAS EL FILETE DE UNA VACA QUE TENÍA UN ANO! ¡LA TIERRA ESTA LLENA DE ANOS! ¡EN CIERTO MODO LOS ARBOLES TAMBIÉN TIENEN ANOS, AUNQUE NO LOS PUEDAS VER, SOLO SE VE QUE SE LES CAEN LAS HOJAS. TU ANO, MI ANO, EL MUNDO ESTÁ REPLETO DE MILLONES DE ANOS. EL PRESIDENTE TIENE UN ANO, EL LAVACOCHES TIENE UN ANO, EL JUEZ Y EL ASESINO TIENEN ANOS… INCLUSO ALFILER PURPURA TIENE UN ANO!

—¡Oh, para ya! ¡PARA YA!

Vomitó de nuevo. Pueblerina. Abrí la botella de salte y me serví un trago.