Ahora los 30 minutos se dedicaban a instrucción de esquemas. Nos daban a cada uno un taco de cartas para aprender a clasificarlas en nuestras cajas. Era una especie de prueba de capacidad, y para pasarla tenías que clasificar 100 cartas en no más de 8 minutos con un 95 por ciento de exactitud por lo menos. Te daban tres oportunidades para pasarla, y si a la tercera seguías fallando, te dejaban ir. Es decir, quedabas despedido.
—Puede que algunos de ustedes no lo consigan —dijo el italiano—. Eso quiere decir que lo suyo es otra cosa. Quizás acaben de presidentes de la General Motors.
Entonces nos libramos del italiano y nos vino un pequeño y majete instructor de esquemas que nos daba ánimos.
—Podéis hacerlo, chicos, no es tan duro como parece.
Cada grupo tenía su propio instructor y a ellos también se les calificaba, por el porcentaje de gente en su grupo que conseguía pasar. Nosotros tentamos al tío con el porcentaje más bajo. Esto le preocupaba.
—Esto no es nada, chicos, sólo tenéis que concentra ros en ello.
Algunos tenían unos pupitres muy pequeños. Yo tenía el más grande de todos.
Me sentaba allí con mis magníficos trajes nuevos. Sin hacer nada, con las manos en los bolsillos.
—¿Chinaski, qué te pasa? —me preguntaba el instructor—. Sé que puedes hacerlo.
—Ya. Ya. Pero ahora estoy pensando.
—¿Pensando en qué?
—En nada.
Entonces se iba.
Una semana más tarde estaba yo allí, con las manos en los bolsillos, cuando se me acercó uno de los chicos.
—Señor, creo que ya estoy listo para hacer la prueba de esquemas —me dijo.
—¿Estás seguro? —le dije yo.
—He estado haciendo 97, 98, 99 y un par de veces 100 en las prácticas.
—Debes comprender que estamos gastando una gran cantidad de dinero en tu instrucción. ¡Queremos que lo hagas a la perfección!
—¡Señor, creo de verdad que estoy preparado!
—Está bien —me incliné hacia delante y estreché su mano—, a por ello entonces, muchacho, y buena suerte.
—¡Gracias, señor!
Se fue hacia la sala de examen, una pecera de paredes de cristal donde te metían para ver si podías nadar en sus aguas. Pobre pillo. De ser un simple villano a caer en esto. Entré en la sala de prácticas, quité la banda de goma de las cartas y las miré por primera vez.
—¡Vaya mierda! —dije.
Un par de tíos se rieron. Entonces el instructor dijo:
—Se han acabado los 30 minutos. Podéis volver al trabajo.
Lo que significaba volver a las 12 horas.
No conseguían suficiente ayuda pare despachar todo el correo, así que los que se quedaban tenían que hacer un trabajo de titanes. Nuestro sistema de trabajo era de 12 horas durante dos semanas seguidas, pero luego teníamos 4 días libres. Eso hacía que pudiésemos seguir. 4 días de descanso. La última noche anterior a los 4 días libres, entró el secretario.
—¡ATENCIÓN! ¡TODOS LOS AUXILIARES DEL GRUPO 409!
Yo estaba en el grupo 409.
—SUS CUATRO DÍAS LIBRES HAN SIDO CANCELADOS. ¡TIENEN QUE PRESENTARSE A TRABAJAR ESTOS CUATRO DÍAS!