Tenías esta cosa que llamaban Clase de Entrenamiento y cada noche, durante 30 minutos, dejábamos de clasificar correo.
Un italiano voluminoso se subía a un estrado para leernos la cartilla.
—Deben saber que no hay nada como el olor de un buen sudor limpio, pero no hay nada peor que el hedor de un sudor rancio…
Dios mío, pensé yo, ¿estoy oyendo bien? Estoy seguro de que debe estar prohibido por la ley. Este huevón me está diciendo que me lave los sobacos. Esto no se lo dirían a un ingeniero o a un concertista. Nos está degradando.
—…así que dense un baño todos los días, mejorarán en apariencia tanto como en trabajo.
Creo que quería usar la palabra «higiene» en algún lugar, pero no le salía. Entonces se acercó a la parte trasera del estrado y bajó de un tirón un gran mapa.
Y era realmente grande.
Cubría la mitad del escenario. Una luz iluminó el mapa. Y el voluminoso italiano cogió una vara de señalar con un puntero de goma, como los que usaban en la escuela, y señaló el mapa:
—Bueno, ¿ven todo este VERDE? Lo hay en cantidad. ¡Miren!
Señaló repetidamente el verde con el indicador.
Había por entonces un sentimiento anti-ruso más acendrado que ahora. China no había empezado todavía a mover sus músculos. Vietnam no era más que una fiesta de fuegos de artificio. Pero yo seguía pensando: ¡Debo estar loco! ¿Estaré oyendo bien? Pero en la audiencia nadie protestó. Necesitaban el trabajo. Y, según Joyce, yo también necesitaba el trabajo.
Entonces dijo:
—¡Miren aquí. Esto es Alaska! ¡Y allí están ellos! Parece casi como si pudieran llegar de un salto, ¿no?
—¡Sí! —dijo algún gilipollas de la primera fila.
El italiano soltó el mapa, que se enrolló furiosamente sobre sí mismo, restallando con furia.
Entonces se acercó al borde del estrado y nos apuntó con la vara.
—¡Quiero que entiendan que es nuestro deber defender a la patria! Quiero que entiendan ustedes que ¡CADA CARTA QUE DESPACHAN, CADA SEGUNDO, CADA MINUTO, CADA HORA, CADA DÍA, CADA SEMANA, CADA CARTA EXTRA QUE DESPACHAN MÁS ALLÁ DE SU DEBER, AYUDA A DERROTAR A LOS RUSOS! Bien, esto es todo, por hoy. Antes de irse, cada uno de ustedes recibirá su esquema asignado.
Esquema asignado, ¿qué era eso?
Alguien pasó repartiendo unas láminas.
—¿Chinaski? —dijo.
—¿Sí?
—Tienes la zona 9.
—Gracias dije.
No me di cuenta de lo que decía. La zona 9 era la más grande de la ciudad. Otros consiguieron zonas minúsculas. Era igual que las cestas de medio metro en 23 minutos. Te apisonaban como querían, así de sencillo.